Brasil llora con indignación un tesoro cultural que quedó casi reducido a cenizas
RÍO DE JANEIRO.- Una mezcla de tristeza e indignación se apoderó ayer de Brasil al confirmarse que casi todo el invaluable acervo cultural y científico del Museo Nacional de Río de Janeiro , considerado el mayor archivo de historia natural y antropológica de América Latina, se redujo a cenizas tras el pavoroso incendio de anteanoche.
"Imploramos que nos ayuden. La gente se tiene que indignar por lo que sucedió acá; parte de esta tragedia podría haberse evitado con sentido común en la asignación de recursos. No sirve solo llorar; ahora tenemos que actuar. Es necesario que el gobierno federal, que dispone los recursos, ayude al museo a reconstruir su historia", dijo, abatido frente al devastado edificio aún humeante, el director de esta bicentenaria institución, Alexandre Keller.
A través de sus páginas de internet y de las redes sociales, otros museos, centros culturales, artistas, curadores y personas que alguna vez visitaron el Museo Nacional, en la Quinta da Boa Vista, expresaron su solidaridad y colocaron mensajes de luto. Se sumaron a la acción espontánea el Museo de Historia Natural, el Museo Nacional de Bellas Artes, el Museo de Arte Moderno, el Museo de Arte de Río, el Museo de Arte de San Pablo, el Instituto Moreira Salles, la Pinacoteca del Estado de San Pablo y el Instituto Inhotim, entre otros en el país, así como el Museo del Louvre, en París, y el Museo de Historia Natural, en Londres.
Por la mañana, cerca de un centenar de personas -en su mayoría jóvenes- se autoconvocaron alrededor del museo para realizar un abrazo simbólico y exigir más fondos para financiar las instituciones educativas, culturales y científicas de Brasil. Antes del acto, hubo choques con la policía, que no les permitía el paso a los jardines del sitio.
Iniciada por el rey Dom João VI en 1818, la colección del Museo Nacional contenía unos 20 millones de piezas de geología, botánica, zoología, paleontología, antropología, arqueología y objetos culturales de diferentes civilizaciones, administradas por la Universidad Federal de Río de Janeiro (UFRJ). Entre sus riquezas se destacaban varios esqueletos de dinosaurios, el fósil de Homo sapiens más antiguo de Sudamérica (bautizado Luzia, de 12.000 años atrás), momias egipcias y precolombinas, frescos originarios de Pompeya, objetos de culturas africanas, los más variados artefactos y obras de arte de los últimos 200 años de historia brasileña, y una biblioteca de investigación con 530.000 títulos.
Según Keller, las llamas destruyeron un 90% del contenido del museo, que desde 1892 estaba en exposición en los tres pisos del Palacio de São Cristóvão, residencia de la familia real portuguesa (1808-1822) cuando escapó de la invasión de las tropas francesas de Napoleón Bonaparte y se instaló en Brasil. Del histórico edificio de estilo neoclásico donde se firmó la independencia del país (1822) y se realizó la primera Asamblea Constituyente Republicana (1889-1891), apenas quedó en pie la estructura externa, pero Defensa Civil advirtió que las paredes podrían también derrumbarse. Adentro, sobrevivió el meteorito Bendegó, de 5,3 toneladas, el más grande hallado en territorio brasileño, que recibía a los visitantes en el hall central. La colección de invertebrados también se salvó por estar en un edificio anexo.
Los bomberos aún no sabían qué provocó el incendio, pero los primeros testimonios apuntaron que el siniestro habría comenzado de arriba para abajo; entre las hipótesis que se manejaban estaban las de un cortocircuito y la caída sobre el techo de un pequeño globo de papel impulsado a combustión, como los que suelen usarse en varias fiestas populares. Los esfuerzos iniciales por apagar el fuego se vieron frustrados anteanoche por la falta de agua en los dos depósitos más cercanos, y los bomberos tuvieron que alimentar sus camiones bomba con agua del lago de la Quinta da Boa Vista.
El director Keller señaló que en el edificio había extintores, pero no existían rociadores ni puertas antillamas, y los detectores de humo no funcionaban por falta de dinero para obras de mantenimiento. Debido a los recortes de los últimos años y a la crisis económica de 2015-2016, el presupuesto del museo se había reducido de US$130.000 dólares en 2013 a US$84.000 el año pasado. La institución, que en el pasado recibió a figuras como los científicos Albert Einstein y Marie Curie y el antropólogo Claude Lévi-Strauss, había sido visitado por 192.000 personas en 2017, un 60% más que el año anterior. Irónicamente, las autoridades del museo habían conseguido dos meses atrás recursos del Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social (BNDES) para remodelar el sistema eléctrico y adoptar un nuevo plan de prevención de incendios.
"El patrimonio no hay cómo reconstruirlo, se acabó, se acabó... Fue una muerte anunciada", señaló la directora del Instituto del Patrimonio Histórico y Artístico Nacional, Katia Bogea.
El siniestro recordó el incendio -provocado por un cortocircuito-que en 1978 acabó con gran parte de la colección del Museo de Arte Moderno de Río de Janeiro, con obras de Pablo Picasso, Joan Miró, René Magritte, Salvador Dalí y la exposición prestada de pinturas del uruguayo Joaquín Torres García. Más recientemente, en 2015, en San Pablo, se quemó por las mismas razones el Museo de la Lengua Portuguesa, que al menos tenía su patrimonio inmaterial digitalizado.
"Lo que ocurrió en el Museo Nacional debe llevar a Brasil a pensar seriamente su futuro", indicó el rector de la UFRJ, Roberto Leher, quien apuntó que en 2013, mientras el país gastaba fortunas en construir estadios para el Mundial de Fútbol, se negaron recursos para un programa de renovación del edificio. Al año siguiente, por falta de dinero, el museo tuvo que cerrar dos semanas.
Ante la creciente politización del incendio en plena campaña para las elecciones del 7 de octubre, el presidente Michel Temer anunció ayer mismo la creación de un fondo público-privado para iniciar la reconstrucción del Museo Nacional. Entre las grandes empresas que se sumaron de inmediato a la iniciativa están la estatal Petrobras, la minera Vale, los bancos privados Itaú, Bradesco y Santander, y los públicos BNDES y Caixa Económica Federal.