Borges también tartamudeaba: creían que se asociaba con su famosa timidez
“El Borges oral es tartamudo, imperfecto. En cambio, el Borges escrito es muy palabrero”, decía el propio autor de “El Aleph”; Kodama lo relacionaba con el miedo escénico que sufría el mayor escritor argentino
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A propósito de las declaraciones del periodista Gabriel Levinas sobre la tartamudez del ministro del Interior, Eduardo Wado de Pedro, se recordó hoy a una cantidad de personalidades sobresalientes en distintos ámbitos a pesar de convivir con ese trastorno de la comunicación que se caracteriza por interrupciones involuntarias en el habla. De Winston Churchill y Joe Biden, a Charles Darwin y actrices como Marilyn Monroe o Nicole Kidman en su niñez, también en la literatura argentina existe un ejemplo ineludible: el caso de Jorge Luis Borges.
Si bien su tartamudez no era constante y, en general, aparecía de forma leve y asociada a otra característica personal, la timidez, el decano de los escritores argentinos es un ejemplo más de que la disfluencia en el habla no es un impedimento para el desempeño público, creativo e intelectual.
”El Borges oral es tartamudo, imperfecto. En cambio, el Borges escrito es muy palabrero”, dijo una vez en una entrevista el propio autor de “El Aleph” reconociendo las diferencias en las formas de su lenguaje, perceptibles en los reportajes que le hacían, recordó la agencia Télam. Aunque su disfluencia tiene matices distintos según los archivos, al escucharlo se registran en su habla repeticiones, sonidos prolongados o una pausa que determina el lapso de un breve tiempo para decir lo que quiere decir.
Sin embargo, señalan algunos conocedores, la tartamudez de Borges era ocasional: cuando decía poemas propios o ajenos no tartamudeaba.
Pareciera, entonces, que esa condición se ponía de manifiesto en la relación con su timidez extrema, algo que el escritor nunca ocultó. María Kodama, su viuda y albacea, solía contar del miedo escénico que le producían a Borges las presentaciones en público. Pero así como su ceguera no le impidió ir al cine, Borges se acopló de recursos y estrategias para vencer sus dificultades en público al punto de acostumbrarse y disfrutarlo, primero con un trago de cogñac o una copa de vino, después con otros mecanismos.
”Yo sufría porque Borges había sido tartamudo y el alcohol a veces le hacía tartamudear”, recordaba Kodama en una nota con LA NACION sobre esa estrategia para vencer sus miedos. Con el tiempo, en sus conferencias pareció haber encontrado otra fórmula para salir del embrujo de la tensión público: que ella se sentara en la primera fila, donde posaría su atención el escritor como si estuviera dando la conferencia a ella sola.
La Asociación Argentina de Tartamudez tiene desde hace varios años el Premio Jorge Luis Borges que justamente se dirige a aquellas personas destacadas en su actividades que hacen pública su disfluencia. Desde allí también recuerda otra frase famosa del escritor: “Pienso que a las palabras hay que conquistarlas, viviéndolas”.
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