Borges, el único clásico argentino que “fagocitó” la literatura universal
La fascinación que provoca la obra borgeana va más allá del prestigio de un autor canónico; por si hiciera falta, varias publicaciones lanzadas este año confirman la vigencia del autor de “Ficciones”
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Hasta ahora y probablemente por muchos años, Jorge Luis Borges es el único “clásico” que la literatura argentina legó a la biblioteca universal. La vigencia de su obra, a 123 años del nacimiento del escritor y a 36 de su muerte, se comprueba en los infinitos -para usar una palabra del léxico borgeano- homenajes, conferencias, traducciones, lecturas solitarias y colectivas, menciones de sus colegas contemporáneos de todo el mundo, ensayos, reescrituras, plagios y parodias. La obra de Borges inspira incluso a creadores de otras disciplinas: filósofos, artistas, directores de cine y de teatro.
Por si hiciera falta, varias publicaciones lanzadas este año confirman esa vigencia del autor de Ficciones. La primera frase del ensayo Borges. La reinvención de la literatura (Paidós), del profesor y ensayista Julio Premat, es elocuente: “Por la radicalidad con la que planteó los dilemas de la originalidad, los de la mirada crítica sobre el arte, los de las paradójicas herencias culturales, Jorge Luis Borges es uno de los escritores emblemáticos de la modernidad”.
El placer de la inteligencia
“Intenté explicar el fenómeno Borges a partir de una lectura panorámica e introductoria, sin ceder a la tentación de la simplificación ni a la de la explicación -dice Premat a LA NACION desde París, donde enseña literatura latinoamericana en la Université Paris 8-. Para ello, recorro su biografía imaginaria o legendaria en contrapunto con temáticas recurrentes en sus textos, teniendo siempre como objetivo el de ayudar a entender el funcionamiento y la ductilidad de un Borges que, de década en década, parece seguir siendo actual y seguir ocupando, todavía, el centro del sistema literario argentino”. Para Premat, Borges establece “una relación con el sentido desde la coexistencia de contrarios, barajando insolentemente la erudición, desconfiando de las certezas en la comprensión del mundo y de los libros, transformando el pasado en un terreno de creación y no de ceremonias estereotipadas”.
La fascinación que provoca la obra borgeana (o borgesiana) va más allá del prestigio de un autor canónico. “Para cada lector, Borges es una especie de autor de culto que interactúa con cada uno de manera diferente”, afirma Premat, que enseñó la literatura de Borges a estudiantes de diversa procedencia. “Leer a Borges genera algo así como un placer de la inteligencia y despierta en cada uno de nosotros un anhelo de sentido que no es del orden de la interpretación definitiva sino de la quimera improbable; instaura un extrañamiento ante la realidad y los saberes y al mismo tiempo nos transmite la dimensión digamos estética de ese anhelo de comprensión”.
En “Sobre los clásicos” (publicado en Otras inquisiciones), Borges escribió: “Clásico no es un libro (lo repito) que necesariamente posee tales o cuales méritos; es un libro que las generaciones de los hombres, urgidas por diversas razones, leen con previo fervor y con una misteriosa lealtad”. Lo mismo se puede decir, hoy, sobre muchos de sus libros. “Borges deja de lado las tradiciones presentes y las de las vanguardias para crear esa literatura utópica, literatura sobre una literatura que no fue escrita o que simplemente es impensable, y que se apoya en el fin de la literatura, en el que todo está escrito y solo nos queda releer los mismos textos, para darle un nuevo vigor a la creación -dice Premat-. Esa nueva literatura es una literatura de la paradoja, en donde la negatividad y el pesimismo llevan a una fuerza enunciativa inédita, y en la cual la modestia y el borrado del yo permiten restaurar una figura de autor mesiánica”.
Para este investigador, Borges encontró el sabio camino del medio para encontrar un lugar en las letras internacionales. “Entre la búsqueda del particularismo nacional y la prolongación aproblemática de las literaturas centrales, su dispositivo presupone que, en realidad, el centro de la literatura es ahora la Argentina, Adrogué, Borges -sostiene-. En textos tan centrales como ‘Tlön, Uqbar, Orbis Tertius’, los principales acontecimientos que van a llevar a la desaparición del mundo suceden alrededor de Borges, y una anécdota vivida por su abuela está presentada como el equivalente o el revés de las épicas horas de la caída del Imperio Romano, en ‘Historia del guerrero y la cautiva’. Es decir, irrumpe, integra y fagocita toda la tradición occidental y la hace vivir, actualizándola, a orillas de Plata”.
¿Qué hubiera pasado?
La novela Si (Bajo la Luna), del escritor y profesor Aníbal Jarkowski, recrea los días de 1946 en que Borges, por decisión del gobierno peronista (y con una clara intención humillante), debía dejar su cargo en la Biblioteca Miguel Cané para convertirse en inspector de aves y conejos. También narra el romance entre el escritor y la joven escritora y periodista Estela Canto. Además de ser una de las pocas novelas argentinas tituladas con un adverbio, la de Jarkowski tiene muchos otros elementos atractivos: revive uno de los primeros amores frustrados de Borges, la intriga política de la época, su terapia psicoanalítica para vencer la timidez, su sexualidad y la relación casi incestuosa entre los hermanos Estela y Patricio Canto. Con dos protagonistas, ofrece dos puntos de vista: el de Borges y el de la joven Canto.
“Mi intención, desde la idea inicial, era escribir una ficción a partir de una pregunta y una idea acerca de la famosa renuncia de Borges a su cargo municipal en la biblioteca -cuenta Jarkowski a LA NACION-. Por un lado, la pregunta era: ¿y si en lugar de renunciar a su cargo municipal en la biblioteca, hubiese aceptado ser inspector en un mercado? Por otro, la idea de que la renuncia era inevitable para que Borges se convirtiera en el autor de Ficciones y El Aleph. Lo demás para mí fue componer un relato que no tergiversara hechos realmente ocurridos, pero los reuniera con otros imaginados; fue escribir una ficción bajo un régimen de ‘libertad condicional’”.
Al momento de la renuncia, agrega Jarkowski, Borges tenía trabajos afines a su condición de escritor. “Por ejemplo, la dirección de la revista Anales de Buenos Aires, cuyo primer número apareció en enero de 1946; la preparación de colecciones y antologías, y también el dictado de conferencias, que comenzó antes y no después de la renuncia a su puesto municipal -dice Jarkowski-. El hecho puntual de que lo comisionaran como inspector en un mercado seguramente aceleró lo que de todos modos Borges sabía que tendría que ocurrir, pero la encrucijada política, el triunfo de Perón en febrero de 1946, dio pie para que el maltrato hacia Borges fuera capitalizado como un acto de persecución a los opositores. No es que no fuera un maltrato, aunque creo que actos como los del banquete o el número especial de Sur no se hubiesen producido si Borges sencillamente hubiera renunciado para dedicarse a leer y escribir, lo que más tarde o más temprano tendría que ocurrir. Para Borges, los años en la biblioteca del barrio de Boedo fueron, según él mismo, habitar un infierno; salir de ahí debió ser menos un tormento que un alivio”.
En los días en los que se desarrollan los hechos de Si, Borges y Canto caminaban juntos por Buenos Aires, se besaban en calles oscuras y mantenían conversaciones por teléfono (si ella quería atenderlo). “Imaginar a Borges como personaje era también imaginarla a ella y a la compleja relación que mantuvieron, tan cargada de tensiones, emociones y malentendidos -dice Jarkowski-. El libro de Canto, Borges a contraluz, fue por supuesto una de las fuentes, pero hubo otros documentos más pequeños, no tan conocidos, que a la vez que ponían límites a la imaginación, la abrían a escenas y conductas inventadas”.
Según Ricardo Piglia, fue Estela Canto quien le recomendó a Borges consultar a un psicoanalista. “Y qué pasó, lo que pasa con el psicoanálisis, Borges no resolvió el problema al que iba, pero perdió la timidez y pudo dar conferencias -dijo Piglia en uno de sus programas para la TV Pública dedicados a Borges-. A mí me pasó igual, yo empecé a analizarme en 1970, sigo con los mismos problemas, pero aprendí a bailar el tango como nadie”.
Para Jarkowski, “hay una borgeanización de ese sentimiento, una estrategia inteligentísima de Borges para sobrellevar un defecto hasta convertirlo en una virtud inolvidable”. Como suele ocurrir en sus novelas anteriores (Rojo amor, Tres, El trabajo), el erotismo es un factor significativo. “Imagino que eso ocurre porque el erotismo, y en particular sus maneras perversas, desviadas, es de las experiencias más intensas, más complejas, más inquietantes; es decir, de las más propicias para la representación de las relaciones humanas”. Una de las escenas más vívidas de Si muestra a Borges excitado por la voz de una amiga que lo llama por teléfono mientras doña Leonor duerme en su habitación.
Reescrituras, reediciones y una revista
En su primer libro, el profesor de lengua y literatura Pablo Vidal rinde homenaje al Borges cuentista. El milagro del “Mono” (Milena Pergamino) es una colección de relatos dividida en dos secciones -”Fricciones” y “Otras fricciones”- donde se hallan reescrituras de cuentos célebres como “La intrusa”, “El milagro secreto” y “El Aleph”. Muchos están ambientados en casas, barrios y estancias de los partidos de Pergamino y Arrecifes, y el cuento final, inspirado en “El inmortal”, transcurre frente a la Biblioteca Nacional. “La literatura borgeana es tan o más actual hoy que en el tiempo en que se produjo, y una demostración es la cantidad de reescrituras que se han hecho”, se lee en el prólogo del autor. Su cuento “El último juego” retoma el argumento de “El encuentro”, pero en vez de dos duelistas algo ebrios y con facones los lectores se encuentran con dos chicos en edad escolar que rivalizan con bolitas de vidrio. “Las ruinas” alude a “Las ruinas circulares” desde el inicio; en vez de “Nadie lo vio desembarcar en la unánime noche”, comienza así: “Muy pocos lo vieron entrar por el hueco de la pared de la abandonada fábrica metalúrgica”.
El sello Eudeba, en su colección Serie de los Dos Siglos, reeditó el volumen de cuentos El informe de Brodie, de Borges, con una introducción de la profesora e investigadora Nora Catelli y palabras preliminares de la viuda y albacea del escritor, María Kodama, que revela que el final del cuento “La intrusa” se le ocurrió a la madre del autor, doña Leonor Acevedo. Catelli destaca que en este libro de cuentos publicado en 1970 -el primero después de El Aleph, de 1949- Borges no solo reelabora tramas propias y ajenas (en este último caso, de autores como Jonathan Swift y Rudyard Kipling, e incluso de los Evangelios, como sucede en el sobrenatural “El evangelio según Marcos”) sino que además exige a los lectores ya no la suspensión de la incredulidad sino -en cuentos como “El indigno” y “Guayaquil”- de la duda ética.
“He renunciado a las sorpresas de un estilo barroco; también a las que quiere deparar un final imprevisto. He preferido, en suma, la preparación de una expectativa a la de un asombro”, escribió Borges en el prólogo de El informe de Brodie, donde revelaba que, a los setenta años, creía haber encontrado su voz. Este año Eudeba también publicó Lo marginal es lo más bello. Borges en sus manuscritos, del investigadro estadounidense Daniel Balderston.
Por último, pero no menos importante, hay que recomendar la lectura de la revista digital Ulrica, que dedica su nuevo número (el 25) íntegramente a Borges, con escritos de autores argentinos y extranjeros: Marcos Aguinis (que evoca una visita de Borges a Río IV con quien sería su mujer, Elsa Astete), Pedro Barcia, Claudia Capel, Alfredo de Jorge (sobre los memes borgeanos), Pablo De Santis, Margarita Díaz de León, Vivian Dragna, Sara Iriarte (sobre su relación con el Martín Fierro), Isabel Jiménez Rodríguez, Noé Jitrik (que recuerda su acercamiento a Borges desde los años de estudiante universitario), Lucía Osorio, Alejandro Pose Mayayo y uno de los directores de la revista, Juan Francisco Baroffio. Este número tiene ilustraciones de Gisela Paggi (codirectora de Ulrica), Mirabella Stoor y Silvina Serrano.
Salió Ulrica N°25. Nuestro número aniversario y se lo dedicamos por completo a #JorgeLuisBorges
— Ulrica Revista (@UlricaRevista) July 26, 2022
Leela completa en https://t.co/AKrvvGDtkg . Es gratuita como el aire. ¡No te la pierdas! pic.twitter.com/Ap4W7gRyB4
“La revista nació en julio de 2020 -dice Baroffio a este diario-. Su nombre es en homenaje al cuento de Borges; no solo por admiración al Borges escritor, sino también al lector y a la forma de ser en el mundo de los libros”. La revista es digital, de suscripción gratuita y descargable en formato PDF. “Nuestro interés primordial es difundir literatura y las artes del libro -agrega Baroffio-. Y nuestro principal foco está puesto en las editoriales independientes. Aunque, como somos amantes de la literatura, sin ningún tipo de condicionamiento extraliterario, nos hemos dado el gusto de entrevistar a renombrados autores extranjeros como el Pulitzer Junot Díaz”. El cuento de Borges que presta su nombre a la revista se conoció en 1975, al publicarse El libro de arena.
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