Borges, "el San Martín de la literatura argentina" y otros imperdibles testimonios sobre su grandeza
Los 120 años del nacimiento de Borges no solamente invitan a repasar su vida y obra, sino a compartir y reflexionar el impacto que tuvo en la propia vida y obra de los otros.
"Una de las obsesiones de mi vida siempre fue quedarme ciega. Soy fotógrafa y lo que más me gusta en la vida es ver: cine, libros, TV, fotos, todo. En 1963, cuando lo conocí a Borges y le saqué algunas fotos, vino luego a mi estudio a ver los retratos y comentamos qué terrible era no poder ver. Me contaba que iba al cine, aunque casi no veía. Y yo le preguntaba: "¿Pero cómo hace para ver la película?" 'Me la cuentan', me decía. "Eso es imposible", le retrucaba yo. Siempre tuve una conexión visual con él. De modo que todo eso lo tengo muy presente. Más ahora que estoy con un problema visual. Recuerdo que en 'Poema de los dones', Borges habla sobre su pasión por la lectura y dice que, para él, el paraíso es una biblioteca", dice ahora Sara Facio.
"Sin dudas, podemos decir que Borges se encuentra entre los más grandes escritores de la literatura universal, más allá de la arbitrariedad que conlleva cualquier selección. Pero lo que sí me atrevo a afirmar es que nuestro escritor ocupa el podio entre los mejores lectores de la historia de la humanidad. Extraordinario antólogo, lector inagotable, sintetizó en una frase esa insuperable capacidad de lectura: 'Que otros se jacten de los libros que han escrito, yo me enorgullezco de los que he leído, uno es por lo que lee, no por lo que escribe'. Este es su gran legado, sobre todo para los jóvenes: el mejor camino para ser un gran escritor es ser antes un buen lector. Por eso nada mejor que conmemorar su nacimiento celebrando el Día del Lector". señala el escritor Alejandro Vaccaro.
"Borges es a nuestra literatura lo que San Martín es a nuestra historia; su importancia está más allá de nuestra comprensión o del acabado conocimiento de sus obras". Oscar Martínez, actor, autor, director de teatro y flamante académico de Letras.
"No fue amor a primera lectura. Intimidada por la erudición, opté por autores de aventuras más prolongadas (novelas), menos exigentes. Poco a poco comprendí que la citas, lo referido que yo pensaba exigencia, eran pistas de algo mayor, de un espacio habitado, pleno de significación y misterio, de poesía y sentimiento, un lugar que Macedonio prefiguró, sin trazar sus límites, en definitiva, un espacio infinito y cercano, que le daba forma a la realidad, consistencia, sentido: La ficción. Y que sus cuentos, como los cubitos del caldo, se hidrataban con la lectura, convirtiéndose, como proclamaba André Gide, en 'alimento terrestre'. Exquisito, fundamental. No, no fue amor a primera lectura. Y no por ello dejó de ser una lectura pasional". cuenta la escritora y y periodista cultural Silvia Hopenhayn.
El dramaturgo y director teatral Alejandro Tantanian recuerda al escritor a través de una escena personal, en su cumpleaños número 15: "Recorríamos con Déborah (una compañera de trabajo de mi madre) la Feria del Libro: nos demoramos en el stand de Emecé en donde se exhibían los tomos de Obras Completas de Borges: los verdes, sí. Déborah me compró mi regalo de cumpleaños: a partir de ese día, fechado en aquel libro, yo empecé a leer ya no como un niño sino como el lector en el que me iría convirtiendo: ese libro extraordinario fue –y sigue siendo– mi guía de lectura: todo lo que Borges nombraba, todo lo que aquel libro guardaba entre sus páginas se fue transformando en un listado inagotable de lecturas, de recorridos, de pensamientos. Aquel regalo –que no fue otra cosa sino Borges– fue la cifra del lector que soy y que seré".
"Dije más de una vez, a modo de chiste, pero no tanto, que mi método para escribir ensayos críticos es escribir como me sale, a vuelo de pluma, o más bien de teclado, y después al corregir ir tachando las citas de Borges (todas las que puedo). Pude razonar una de las explicaciones de esta omnipresencia a partir de una frase que le escuché al escritor uruguayo Amir Hamed, en una mesa de la Feria del Libro de Buenos Aires que compartimos en 2013: 'Borges enseña a pensar en español'. Los anteriores autores de la lengua, en cambio, especialmente los españoles, enseñan a hablar en español: la conciben no como manifestación del pensamiento o como ordenamiento de la realidad sino como vehículo de sí misma; por eso su mayor esplendor se da en el Barroco. Por eso, también, Borges es el mejor filósofo del mundo de habla hispana; o más bien, dado que el mundo de habla hispana parece constitutivamente incapaz de producir filósofos, es lo más parecido a un filósofo original que la cultura hispánica haya producido hasta ahora", considera el escritor Carlos Gamerro.
"Quizás lo que más me impresiona de Borges –dice el director del Museo Nacional de Bellas Artes, guionista y arquitecto Andrés Duprat– es su capacidad de apropiarse de las culturas y literaturas más disímiles, sin los límites que pueden imponer las distancias, los tiempos históricos, las ideologías o las pertenencias nacionales. En un mismo párrafo puede citar a Shakespeare, Evaristo Carriego y las sagas islandesas, y lo hace desoyendo las jerarquías que suele marcar la cultura occidental. La mirada libre y desprejuiciada de Borges ha sido para mí uno de sus principales legados".
"Borges formó parte de mi temprana adolescencia, en textos y en persona, cuando aún se lo consideraba un 'escritor para escritores'. Junto con mi madre, Luisa Mercedes Levinson, escribieron un cuento en colaboración que titularon "La hermana de Eloísa". Reían tanto mientras pergeñaban esa loca historia que yo debo de haber creído que escribir era divertidísimo y, sin proponérmelo, a mi vez me hice escritora. No lo culpo"., cuenta Luisa Valenzuela.
"Son sus comas, sus puntos, su letrita de gato tachando sobre tachaduras, su parquedad que abre universos. Pero también sus lecciones sobre el mundo, la matemática, la memoria, la irrefutable lógica. Borges es el límite, aquello a lo que no se puede ni siquiera aspirar: la perfección. Es volver a leer una sola frase una sola y otra vez, reflejando imágenes distintas en cada mirada, como un Aleph. Si hay una ciencia de la literatura, se llama Borges (aunque a veces se nos haga cuento que exista)", escribe a LA NACIONDiego Golombek.
"Creo que le debo a Borges el haber descubierto el inquietante placer de la lectura. 'El Sur', cuento que leí por primera vez cuando tenía 12 años, me llevó a pensar tempranamente en las variadas capacidades de un texto, algo que mis padres siempre decían, pero que sólo comprendería en el momento en que pudiera experimentarlo. Y eso comenzó con este cuento. '(…) una de las costumbres de su memoria era la imagen de los eucaliptos balsámicos (…)'. Esa idea de que la memoria podía tener costumbres, abrió la posibilidad de imaginarla de otra forma: en esas rutinas que nos llevan a recorrer insistentemente ciertos sitios de la ciudad, o de nuestras bibliotecas, o esas cajas de fotos familiares que esperan ser abiertas para revelar historias de pasados diversos. Descubrí con ese texto la capacidad de convocar en pocas líneas la incerteza. En perspectiva, volver a Borges –el de "El Sur" como el de "El Aleph", entre otros– fue y es, una invitación a pensar cada relato como un universo en permanente expansión a partir de cada lectura, cada lector y cada tiempo, algo que como historiadora del arte y de las visualidades está en la base de mi práctica cotidiana", aporta Diana Wechsler.