Borges, Cortázar y el accidente que casi los mata
Aunque pueda sonar paradójico, la cuarentena me salvó. Como lector quiero decir, me salvó como lector. Aquellos meses en que perdí más de un trabajo fui uno de los pocos privilegiados que pudieron compatibilizar el encierro obligado con su ocupación principal. No recuerdo haber dedicado antes tantas horas seguidas a leer, traducir y escribir como en aquel amenazante segundo semestre de 2020. Fuera de casa, todo era temor y zozobra. Dentro, los libros se convirtieron en una tabla de salvación. Volví a textos que no visitaba hacía años y releí autores queridos como si fuera la primera vez. Esos niveles de concentración inaudita me permitieron descubrir, por ejemplo, un insólito lazo entre las vidas de Jorge Luis Borges y Julio Cortázar.
La historia es muy conocida. En 1946 Borges ya era Borges (había publicado su mejor poesía, sus mejores ensayos y los cuentos de Ficciones) cuando vio entrar en las oficinas de la revista Los Anales de Buenos Aires, que dirigía, a “un muchacho muy alto, que me trajo un cuento manuscrito”. Le dijo que volviera a los diez días y le daría su opinión. “Volvió a la semana. Le dije que su cuento me gustaba y que ya había sido entregado a la imprenta”. El muchacho alto era Cortázar y el cuento “Casa tomada”, que apareció ilustrado por Norah Borges. Fue el primero que Cortázar publicó en la Argentina, lo que de alguna manera significó el comienzo de su carrera de escritor.
Hay otros puntos de contacto, menos visitados, entre los dos cuentistas argentinos más notables del siglo XX. Uno de ellos vincula uno de los mejores relatos de Borges, “El sur”, con uno de los más logrados de Cortázar, “La noche boca arriba”. Tengo para mí, incluso, que Cortázar no buscaba otra cosa que rendirle homenaje (¿agradecerle, tal vez, aquella primera intercesión?), con su historia de la guerra florida, a quien consideraba uno de sus grandes maestros.
Borges escribió “El sur” evocando un accidente que había sufrido en la Navidad de 1938, cuando al subir unas escaleras se cortó la cabeza con un ventanal que había quedado abierto. La herida se infectó, sufrió una septicemia y pasó una temporada internado al borde de la muerte. Es el mismo incidente que sufre Juan Dahlmann, su alter ego, en aquel viaje a la llanura y los infiernos que acaba con un duelo a cuchillo suspendido que parece seguir desarrollándose aún hoy.
“El sur” fue publicado el 8 de febrero de 1953, y es muy probable que Cortázar ya lo hubiera leído cuando tuvo el accidente con su moto Vespa en las calles de París, el 14 de abril del mismo año. Escuchemos a Cortázar: “Ese día me puse la Vespa de sombrero, para no matar a una vieja idiota que se me cruzó en una esquina cuando yo cruzaba con todo derecho y las luces verdes”. El escritor terminó con una doble fractura de la pierna izquierda. Pasaría un mes y medio internado, víctima de una infección, viviendo “muchos días en un estado de delirio en el que todo lo que me rodeaba sumía contornos de pesadilla”. Con los recuerdos de aquella experiencia escribió “La noche boca arriba”.
Las semejanzas entre un cuento y otro son evidentes. No solo el accidente, la internación, las pesadillas y ciertos elementos (la sangre en la cara, el caldo que ambos personajes toman) se repiten. Sobre todo lo hace la forma narrativa elegida: el deslizamiento de planos, el pasaje de una realidad a otra a través del velo de la fiebre y el delirio, la utilización de la figura del doble.
¿Ya descubrieron el lazo insólito? Borges se abrió la cabeza en 1938. Cortázar tuvo su accidente en 1953. Borges nació en agosto de 1899. Cortázar el mismo mes, pero de 1914. ¿Cuántos años tenía cada uno cuando casi se matan, el primero en Buenos Aires, el segundo en París? Hagan las cuentas. A la realidad le gustan las simetrías y los leves anacronismos.
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