Blackie, una mujer arrolladora
Un libro de Hinde Pomeraniec rinde homenaje a Paloma Efron, primero cantante de jazz y, después, conductora, siempre un paso adelante en el camino a la igualdad de género
"La gente olvidará lo que dijiste y lo que hiciste, pero nunca cómo los hiciste sentir."
Estas palabras de Mahatma Gandhi pueden aplicarse a cualquier personalidad, pero tienen una resonancia especial cuando hablamos de la televisión. Sobre todo si nos referimos a las décadas inaugurales, en las que grabar los programas era costoso y poco frecuente. Tenemos la sensación de que hay una prehistoria con tentativas, precariedades y un ritmo que hoy no resistiría la competencia de la televisión abierta. Los mayores sienten una nostalgia intensa y difusa de esa época.
En este sentido, el libro de Hinde Pomeraniec Blackie. La dama que hacía hablar al país , editado por Capital Intelectual para la colección Paisanos, es un acto de justicia y de reivindicación de esos tiempos en los que se estaba inventando una manera de comunicar, de conmover, de sorprender.
Blackie, Paloma Efron, a quien la autora define como una Victoria (por la Ocampo) judía y plebeya, había nacido en una colonia de Entre Ríos. Muy pronto su familia se trasladó al barrio de Villa Crespo, en Buenos Aires, ciudad en la que su padre, Yedidio Efron ocupó un lugar importante en el ámbito educativo de la colectividad.
Cuando Paloma, a los 22 años, ganó un concurso en radio Stentor cantando en inglés "Stormy Weather", de algún modo comenzó a dibujar su destino. "Me ayudó la suerte. La gente joven tenía necesidad de algo nuevo y fue un éxito arrollador. Hay que imaginarse a una pibita con voz áspera y grave, que hacía algo tan exótico... la hija de un patriarca judío... ¡Yo sí que fui una hippie !", contaba.
La ayudaron la suerte y el coraje, ya que poco después fue contratada y se animó a cantar en los primeros y únicos carnavales organizados en el Teatro Colón.
Paloma, ya Blackie, nombre que le eligieron sus oyentes de la radio, había trabajado un tiempo en el Instituto Cultural Argentino Norteamericano, Icana. Allí descubrió los negro spirituals . Seducida por el género, fue la primera intérprete que los dio a conocer en la Argentina.
Su padre, resignado a que su hija se dedicara al espectáculo, le puso la condición de que no fuese "una impostora", de que buscase en la cuna del jazz el sentido de la música que interpretaba. Blackie viajó a Estados Unidos. Pasó cuatro años en Columbia, donde vivía su hermano antropólogo. Allí asistió a cursos de música y adquirió un dominio completo del inglés, que iba a servirle mucho como periodista. Al volver, fue contratada para actuar en el Teatro Maipú y se casó muy pronto con un admirador: Carlos Olivari, escritor y guionista de cine.
Hinde Pomeraniec encara la biografía de este "símbolo de la comunidad judía en la Argentina" basándose en las investigaciones acerca de la historia del jazz en el país y en la historia de los medios de comunicación, lo que le permite digresiones muy generosas. Sin dejar a un lado los datos de los logros profesionales en radio y televisión, enhebra anécdotas e informaciones rastreadas entre colaboradores, amigos y familiares que no siempre coinciden en cuanto al temperamento y la orientación política de Blackie.
De lo que nadie duda en estos testimonios tan diversos es de la profunda intuición e inteligencia de Paloma. Ese valor y esa claridad mental la llevaron a encarar cambios y desafíos que para la época eran bastante impensados en una mujer.
Cuando la televisión daba sus primeros pasos, actuó en Tropicana Club , un show en el que cantaba junto a Amelita Vargas, Gloria Guzmán y Jovita Luna. Alguien vio que el interés que despertaba su figura iba más allá de su calidad de vocalista y le ofreció la posibilidad de producir. Comenzó con dos especiales inspirados en lo que más conocía y había vivido: "Historia del canto negro" y "Una chica de Nueva York".
De allí a tener su propio programa hubo sólo un paso. Cita con las estrellas fue una propuesta que recibió un día a las cuatro de la tarde. A las diez de la noche estaba en el aire, con una pila de fotos y el relato de sus vivencias con relación a otros artistas. Su voz áspera y grave y su vocación por comunicar la ayudaron a encontrar el intimismo necesario para emocionar a los televidentes.
Fue el comienzo de una gran historia: una mujer que ya se había atrevido con la música que cantaban los negros ahora se atrevía a entrar en un estudio y darles órdenes a los hombres, sin dudas ni melindres, a confiar en su propia capacidad creativa y en la sensibilidad del público. Una mujer judía que, cuando ya había muerto Yedidio Efron y ella había decidido dejar de cantar, retomó el hilo que le había tendido ese "tata"y se convirtió en una gran educadora. Con informalidad, con emoción, creando expectativas.
En Volver a vivir (quizás una de sus creaciones más interesantes) reconstruía la vida emocional de las personas más queridas por la gente. Ayudaba a revelar los enigmas de la vocación y del éxito. El de otros, porque ésta era una cualidad muy especial de Blackie: su capacidad para reconocer el talento, admirar a los otros y convertir esa admiración en espectáculo.
Su matrimonio con Olivari duró unos diez años. Decidió no tener hijos. Sobre sus razones hubo cierto misterio, que ella trató de resolver diciendo, hacia el final de su vida, que era una suerte no haberlos tenido tomando en cuenta lo mal que estaba el mundo... Algunos testimonios aseguran que era demasiado cerebral, que sólo le interesaba el trabajo, pero otros la consideraron su madre profesional. Con fina percepción, despertó talentos e impulsó la vida artística de muchas figuras notables: Tato Bores, Susana Rinaldi, Marikena Monti...
Un punto más de rating
Personalmente, recuerdo las emisiones de DAR ( Derecho a réplica ). En el programa había un grupo de periodistas, ubicados en dos tarimas, frente a un invitado. En su mayoría, se trataba de dirigentes políticos y economistas. Blackiecaminaba y marcaba el ritmo de la discusión (un remedo del debate parlamentario), señalando quién y cuándo formularía su pregunta o ensayaría una defensa. Lo hacía con autoridad y sin animosidad, pero lograba un nivel de interés y una tensión atrapantes.
Años más tarde, la conocí personalmente. La veía llegar, a diario, al final de nuestra emisión de La gallina verde , en Radio Belgrano, parapetada detrás de sus anteojos oscuros, vestida con ropa amplia de denim , con collares de bijouterie . Una combinación extraña que ella lucía, frágil y delgada como era, con elegancia. Venía con los brazos cargados de libros y de muchísimas cartas que le enviaban sus oyentes. En su ciclo invitaba a representantes de distintas religiones y con ellos se planteaba temas trascendentales de la existencia.
También recuerdo, años más tarde, un programa vespertino de TV, un ciclo breve, de verano, casi un globo de ensayo, en el que dialogaba con invitados sobre el proyecto que cada uno tenía para el año que había comenzado. Tuve el privilegio de estar allí una tarde y me sorprendió que les mostrara a los televidentes una alhaja y les dijera que se sortearía en el ciclo entre quienes siguieran el programa. En un corte comercial, me dijo en voz baja: "Mirá, nena, lo que hay que hacer para ganar un punto más de rating ".
Me pregunto qué opinaría Blackie de la televisión abierta de hoy. Para la revista de Félix Luna Todo es Historia escribió:
La televisión es el medio de difusión más penetrante que posee la humanidad. Pero los valores se han invertido y la televisión es la que posee a la humanidad. Su sutil y abrumadora penetración debería ser analizada, sus rumbos deberían ser estudiados por psicólogos y sociólogos de tal forma que su uso constituya un verdadero vehículo de honesta información, de correcto entretenimiento, de grandes pautas de buen gusto, que es una de las bases de la cultura. Debe, en suma, ser un medio por el cual las familias argentinas reciban en sus hogares la verdad, la belleza estética y el buen lenguaje...
Dice Hinde Pomeraniec que Blackie ha sido una novelista difusa de su propia historia. Es cierto: sólo tenemos reportajes e historias que otros cuentan sobre ella. Hubiera sido muy bueno tener esa autobiografía de la que habló a menudo pero de la que no se han tenido rastros después de su muerte. Habríamos sabido de primera mano cuáles fueron sus sueños y si se cumplieron, cuáles sus amores y si se consumaron, cómo le hubiera gustado que la recordaran.
Para llenar ese silencio, que es parte de su herencia, nos quedan las cosas que nos hizo pensar y las cosas que nos hizo sentir, con esa voz que nacía de su soledad.
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