Biografía del rey cruzado
RICARDO CORAZON DE LEON Por Jean Flori-(Edhasa)-Trad.: Mari C. Llerena-567 páginas-($ 55)
Entre las recientes tendencias de la historia se cuenta la que los franceses han dado en llamar histoire des profondeurs, corriente que se propone indagar en lo profundo del personaje estudiado e insiste en la valorización del sujeto, de allí la proliferación de biografías. El libro de Jean Flori es una biografía que se centra en un personaje célebre, Ricardo, rey de Inglaterra, rey cruzado y caballero.
El libro está dividido en dos partes claramente delimitadas. En la primera ("Príncipe, rey, cruzado") se narra la sucesión de acontecimientos de la vida de Ricardo, estableciendo una cronología en que distintos hitos marcan transformaciones, indican características. Esos hechos, que no están expuestos de manera neutra sino subrayados en su sentido posible y en sus consecuencias, determinan perplejidades, dudas, interrogantes en el autor. En la segunda parte ("Un rey, modelo de la caballería") se establece en mayor medida lo que denominaríamos historia-problema, sobre todo para intentar develar por qué Ricardo eligió ser fundamentalmente un rey caballero y por qué su imagen se impuso a sus contemporáneos y a la posteridad con tanta fuerza. Se subrayan las dimensiones del individuo y del sujeto. Se suceden los interrogantes, los porqués de una conducta elogiada o criticada, según las ópticas, las preguntas acerca de los verdaderos motivos de actitudes peculiares.
Jean Flori nos da cuenta de la peripecia vital de Ricardo y, por supuesto, de su entorno. Su padre, Enrique II, el "viejo león", siempre imperativo, y su madre, Leonor de Aquitania, mujer libérrima, protectora de su hijo Ricardo, formadora de su espíritu decidido y rebelde. La influencia de su madre tal vez transformó a un príncipe indeciso o poco resuelto en personaje intrépido y belicoso. Ricardo, en verdad -datos para la crítica o para el elogio- fue un monarca de poca permanencia en su reino, que no respondió al ideal que se imponía en la época de rey-estadista. Aunque no dejó de ser rey-guerrero, fue, sobre todo, rey-caballero, espíritu congenial de su contemporáneo Bertrand de Born, noble poeta que cantó con entusiasmo la guerra, el combate, el enfrentamiento. Ese amor por la batalla se puso a prueba en la gran guerra, la cruzada. En ella, Ricardo brilló a pesar de derrotas y penurias. Sin duda, Ricardo se pensó como el campeón que derrotaría al enemigo, que no podía ser otro que Saladino, el piadoso sultán kurdo que enarbolaba con fervor la bandera de la chiyad (la guerra santa). La cruzada se convirtió en dura guerra favorable a Ricardo. Luego lo esperarían el largo cautiverio en Alemania, el regreso, los años de enfrentamiento con Felipe Augusto, la oscura muerte en Aquitania...
Desde mucho antes Ricardo se había convertido en figura legendaria. Flori analiza los elementos que la constituyeron, no todos positivos. Fue dueño de un coraje que lindaba con lo temerario; exhibió también un comportamiento generoso, espléndido, casi pródigo, conducta exaltada por la literatura del siglo XII aunque desaprobada por la Iglesia, para la cual la largueza constituía soberbia y ostentación. Soberbio fue, sin duda, pero también ejerció la piedad y la misericordia, elementos de la ética caballeresca. Practicó la "cortesía" casi cabalmente (no cumplió con la devoción por las mujeres). Esta actitud real da pie a Flori para especular acerca del amor cortés y la supuesta homosexualidad de Ricardo. El autor se pregunta: "¿un amor de hombres?" La persona del rey adquiere, poco a poco, carácter excepcional; todo en él es peculiar, excesivo, condiciones verdaderas y voluntariamente difundidas por el soberano, que gustó de forjar su leyenda y apoyar a quienes pudieran divulgarla.
Se supuso que los Plantagenet tenían un origen sobrenatural, oscuro y demoníaco, leyenda que imponía un temeroso respeto a sus gentes y a los enemigos. Ricardo también insistió en su conexión con la tradición artúrica, que la posesión de la espada Excalibur favoreció. Ese mito político propició la exaltación individual pero también la de una familia, de una estirpe. La figura de Ricardo aparece pues a nuestros ojos construida merced a datos de la realidad y a una intención ficcional. Construida -como hemos dicho- por un claro designio del protagonista que alentó y concertó los testimonios sobre su persona.
Como Jacques Le Goff en su ejemplar libro sobre San Luis, Flori se esfuerza por encontrar los trozos de verdad encerrados en los contradictorios textos contemporáneos de Ricardo y en la rica e inteligente bibliografía que trata de explicar persona, reinado, época. Son examinados verdades o aparentes verdades, elogios desmedidos, aseveraciones calumniosas. Ante ellos, el historiador no siempre logra despejar dudas, de allí la interrogación constante que aparece en las páginas de la obra.
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