Biografía del creador de Crítica
EL TABANO Por Alvaro Abós-(Sudamericana)-313 páginas-($ 19,90)
Compacto, cejijunto, con un habano entre los dedos y una pistola en la cintura, Natalio Botana no desentonaría en la galería de personajes balzacianos. Como en la Comedia Humana , en su biografía está presente la historia. En El tábano. Vida, pasión y muerte de Natalio Botana, el escritor Alvaro Abós hizo frente al desafío de contar la vida del fundador del diario Crítica , sin escandalizarse ante los gestos más controvertidos de su personaje ni dejarse tentar por las leyendas.
Desde que, en 1904, se escapó del colegio secundario para unirse a las huestes del general Aparicio Saravia, Botana -uruguayo, de familia de campo- se sintió atraído por la política. Pronto, la bohemia de Montevideo, donde compartía mesa con Horacio Quiroga o Julio Herrera y Reissig, lo introdujo en el periodismo, ámbito desde el que logró grandes acercamientos a la vida política.
En 1911, la ambición lo trajo a Buenos Aires donde, en apenas dos años, fundó un diario que cambiaría el periodismo argentino. Con su mixtura de sensacionalismo, intervenciones en política y renovación de la escritura, Crítica -uno de los periódicos más influyentes de la primera mitad del siglo XX-pronto se convirtió en la lectura de la tarde de un millón de porteños.
Aún hoy, muchas de las elecciones de Botana resultan revolucionarias: formó pareja con una hermosa pelirroja, escritora, anarquista y madre soltera, Salvadora Medina Onrubia, quien luchó junto a él en los comienzos de su aventura periodística, cuando Crítica vendía unos pocos miles de ejemplares y la impresión se hacía por etapas, a medida que se conseguía el efectivo para pagar el trabajo. Junto a ella, intercedió personalmente en favor de la libertad de Simón Radowitzky, el joven anarquista ruso que ultimó a Ramón L. Falcón y cuya causa promovió interminables manifestaciones.
Supo rodearse de artistas y poetas, los mejores de su tiempo. Pese a que Crítica tuvo todas las marcas de un medio masivo, por sus páginas pasaron Roberto Arlt y Jorge Luis Borges, y Raúl González Tuñón se contó entre sus incondicionales. En el famoso mural de su casa en Don Torcuato -desmontado hace pocos años y que hoy todavía padece los avatares de una disputa judicial- no sólo trabajó David Alfaro Siqueiros sino también el joven Juan Carlos Castagnino y su preferido, Lino Enea Spilimbergo.
Botana, sin embargo, es también uno de los impulsores del golpe a Irigoyen, y estuvo muy vinculado con políticos conservadores como Antonio Barceló y el mismísimo Agustín P. Justo. Amistades que no pudieron protegerlo de sus enemigos, entre quienes se contaba el comisario Leopoldo Lugones, el hijo del poeta, quien lo mantuvo preso durante cien días y lo interrogó personalmente, mientras el archivo del diario era saqueado.
Tras su muerte en 1941 -en un accidente ocurrido en vísperas de su divorcio con Salvadora, cuando parecía comenzar una nueva vida para él junto a una exiliada española-, los herederos fueron perdiendo el control de la editorial hasta que, acosados por el gobierno peronista, debieron venderlo. Definitivamente debilitado, Crítica cerró en 1963, cuando llegaba otra ola de renovación del periodismo argentino.
Abós construye un relato plural, donde a las fuentes bibliográficas -entre las que se destaca el estudio de Sylvia Saítta, Regueros de tinta- suma entrevistas y testimonios de colaboradores y familiares. Las referencias a obras y declaraciones de Copi (Raúl Damonte Taborda, nieto de Botana), que oscilan entre el registro íntimo y el delirante, son algunas de las más reveladoras.
A la altura del gran personaje que busca retratar, Abós construye una gran historia, tan valiosa por lo que tiene de verdadero como por la calidad de su escritura.