Billeteras digitales, obras mutantes y habitaciones inmersivas: cómo coleccionar y exhibir criptoarte
Los desafíos de la tecnología NFT, que transformó el mercado durante el último año, serán abordados hoy por expertos en una charla organizada por el Malba
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Obras programadas para transformarse según nuestras acciones, el paso del tiempo o hechos que ocurran en nuestra realidad cotidiana. Imágenes digitales que dialogan con un objeto físico, o que se proyectan en pantallas gigantes para acompañar el show musical de un DJ. También en una habitación inmersiva, diseñada en nuestra propia casa, que nos permita ingresar en las creaciones inmateriales. O que incluso llegan hasta la Luna, como tiene previsto hacer este año Jeff Koons, el artista vivo más cotizado del mundo.
“¡La creatividad es ilimitada!”, dice con entusiasmo Beatriz Ordovas, directora de Arte de Post-Guerra y Contemporáneo en Christie’s Iberia, al describir algunas de las múltiples formas de disfrutar de las obras de arte NFT. Es decir, esas piezas digitales registradas en la blockchain como “Tokens No Fungibles”, con un contrato inteligente que las vuelve únicas y acredita quién es su creador y su dueño. Una garantía clave para alcanzar valores tan altos como los 69,3 millones de dólares que se pagaron por una obra de Beeple el año pasado en Christie’s, la casa de subastas que remató por primera vez una pieza “puramente digital”, y que llegaría a recaudar más de cien millones en este tipo de creaciones en 2021.
Desde entonces la sigla NFT se volvió famosa a nivel masivo, y desató una fuerte ola especulativa. Recién llegada a Buenos Aires, Ordovas ampliará el tema en la charla “Criptoarte: desafíos para el coleccionismo”, que ofrecerá hoy a las 17 en el auditorio del Malba –con entradas ya agotadas y transmisión en vivo por YouTube, organizada por el Comité de Adquisiciones del museo- con el coleccionista español Pablo Rodríguez Fraile y el artista Andrés Reisinger, argentino residente en Barcelona.
“Creo que entenderemos bien este mundo del arte el día que nos quitemos la forma de pensar que tenemos ahora. Los que no somos digitalmente nativos pensamos: arte digital es un video, que pongo en un marco y lo cuelgo en mi pared -señala a LA NACION Ordovas-. Pero en la casa que me estoy haciendo en Madrid, por ejemplo, voy a tener una obra de Andrés que va a estar proyectada en la pared, y el elemento físico que aparece en ese video va a estar justo adelante, como si hubiera salido de él. Me encanta esa experiencia que combina lo digital con lo físico”.
En ese límite se ubicaba también The Smell of Pink, instalación inmersiva multisensorial con la que Reisinger inauguró el Project Room de Faena Art durante la semana de Art Basel Miami, a principios de diciembre. Su proyecto fue encargado y producido por Aorist, plataforma virtual de arte y tecnología lanzada también durante esa cita clave para coleccionistas de todo el planeta. Esta última, fundada por el español Rodríguez Fraile junto con la argentina Ximena Caminos y el italiano Andrea Bonaceto, se dispone ahora a presentar en la Bienal de Venecia un proyecto con drones realizado por Studio Drift, dúo de artistas con sede en Ámsterdam.
“Es un genio en todo sentido, el artista más sofisticado y sutil que conozco”, dice Rodríguez Fraile a LA NACION sobre Reisinger, presente en su colección de arte digital –una de las más importantes del mundo, con más de mil piezas adquiridas desde fines de 2019- junto con otros famosos creadores de NFT como Beeple, Pak y Refik Anadol. Sabe de lo que habla: según Ordovas, antes de que Beeple se convirtiera en el tercer artista vivo más cotizado del mundo, el español compró una obra suya por 60.000 dólares… que revendió después por 6,5 millones.
También la obra de Reisinger se revalorizó gracias al boom de los NFT: en noviembre último se remató en Christie’s Arcadia, pieza que realizó con un músico y una poeta, por 525.000 dólares. “La tecnología NFT aceleró muchos proyectos, que tuvieron más visibilidad para cierto coleccionismo digital. Y algunos están creados conceptualmente como NFT; no podrían existir en el plano físico tradicional”, explicó el artista, nacido en Buenos Aires en 1990, que trabaja con herramientas digitales desde hace quince años.
Como ejemplo citó su último trabajo, Polen: una obra NFT que cambia con las estaciones del año y que tiene la capacidad de “polinizar” a otras para que cambien. Hizo una edición de doscientas y se las envió a los coleccionistas que ya poseen obras suyas; hasta fin de año, ellos podrán decidir si conservarla o usarla para transformar las propias.
“Esta tecnología llegó para quedarse; es la manera más eficiente e innovadora de lidiar con archivos digitales de cualquier tipo”, opina Rodríguez Fraile, antes de recomendar su propia plataforma para los que recién empiezan. “En Aorist estamos teniendo mucho cuidado en el contenido –dice-, en presentar y trabajar con muchos artistas en proyectos muy sofisticados, con dar una experiencia al usuario súper fácil: se puede pagar en dólares o con tarjeta de crédito, no hace falta tener criptomonedas. Puedes comprar aquí como si fuese Amazon, una pieza de arte digital: te haces una cuenta en diez segundos, pones tu username y tu password, tu número de tarjeta, y empiezas a comprar cosas. Nosotros te hacemos el wallet”.
Se refiere a la “billetera” digital donde las obras quedarán guardadas, otro de los desafíos para quienes no son nativos digitales. “Una vez que sabes dónde buscar este tipo de arte, y que creaste tu wallet –agrega Ordovas-, hay que perder al miedo a cambiar el dinero por criptomonedas para poder transaccionar, aunque cada vez hay más plataformas que aceptan pagos con tarjeta de crédito. Después, ver entre los millones de artistas y obras que hay, cuáles son las que te gustan, cuáles quieres comprar. Una vez que te la transfieren, el siguiente paso es aprender a disfrutar de esa obra: inclúyela en tu casa, proyéctala, vive con ella. Y si quieres, también puedes venderla”.