Bienal de Venecia: “Que la próxima obra sea más barata, por favor”, pidió la canciller argentina
Diana Mondino presentó en un acto el catálogo de la instalación de Luciana Lamothe con la que el país participará en el encuentro internacional de arte desde el mes próximo; no trascendió el costo de la pieza que ya está en construcción
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“Como no hay plata estoy haciendo trabajo de locutora también”, dijo hoy la canciller Diana Mondino en el Palacio San Martín, al presentar el catálogo digital del envío oficial a la Bienal de Venecia. Muy a tono con las recientes declaraciones del presidente Javier Milei, continuó con frases en la misma línea, en un acto al que asistieron los funcionarios a cargo de Cultura de Italia y la Argentina.
“Esto es muy oneroso y los recursos son escasos, pero honramos los compromisos asumidos; estamos privilegiando la credibilidad y la trayectoria de nuestro país”, agregó tras observar que el pabellón nacional en la ciudad italiana es “muy caro” y expresar su deseo de “que la próxima obra sea más barata, por favor”, ya que se prevé continuar la participación en la bienal durante “muchos años más”.
En esa misma línea continuó al referirse al catálogo de la instalación de Luciana Lamothe, que se presentó a la prensa con un código QR que no funcionaba. “Es un esfuerzo para ahorrar también”, observó en referencia a esta versión digital, a la que el público podrá acceder desde el sitio cancillería.gob.ar. El único ejemplar impreso estaba en manos de Alejandra Pecoraro, directora de Asuntos Culturales de la Cancillería, quien anticipó que se están imprimiendo 500 unidades. “Vamos a enviarlos a Venecia y distribuirlos en instituciones de distintos países a través de las embajadas argentinas”, explicó.
Los números, sin embargo, son un tema tabú. Ni las autoridades presentes ni los representantes del equipo de Lamothe, que desde hace dos semanas está en Venecia produciendo la instalación, quisieron hablar de montos ante la consulta de LA NACION. “No se anuncian hasta que no se sepa el gasto total, pero están dentro de los parámetros normales de otros años”, aseguró una fuente cercana a Cancillería. Sí se hizo hincapié desde ambas partes en “el ejemplo de colaboración entre aportes públicos y privados” que demandó esta vez la participación nacional en uno de los encuentros culturales más importantes del mundo.
Durante los últimos meses, Lamothe recibió ayuda de coleccionistas y galeristas para financiar su proyecto, curado por Sofía Dourron y titulado Ojalá se derrumben las puertas. Y preparó una versión local de la instalación transitable -similar a la que realizó para la muestra Cien caminos en un solo día, que continúa hasta fines de mayo en el Moderno- junto a su equipo de colaboradores en un galpón de Quilmes cedido por el empresario Esteban Deak. Esta prueba tridimensional le sirvió para poder cumplir ahora con los plazos previstos.
“Todo está funcionando a la perfección, la idea es terminar la obra a mediados de abril para hacer el registro fotográfico antes de las primeras visitas”, anticipó Ana Inciarte, asistente de la artista. Si bien la bienal abrirá al público desde el 20 de abril al 24 de noviembre, la preapertura a la prensa e invitados especiales será a partir del 17, y la inauguración del pabellón nacional está prevista para el 18.
Habrá que esperar hasta entonces para ver imágenes de la obra, que representa según Inciarte “una síntesis de las investigaciones que Luciana viene realizando desde sus inicios, como la transformación del comportamiento de los materiales y un uso subversivo de las herramientas”.
A esos trabajos previos vinculadas con la acción apeló la diseñadora Laura Escobar para crear un libro sobre una instalación que aún no existía. Entonces decidió pensarlo “como un espacio” que pudiera recorrerse de distintas formas, en sintonía con la propuesta de Lamothe. “Para Luciana lo más importante es la materialidad y los nuevos modos de transitar –explicó a LA NACION la autora de esta impecable pieza editorial-, así que hay diversas maneras de habitar este catálogo: además de la lectura lineal se puede desplegar, para que cada uno pueda hacer su recorrido de una manera no convencional”. Esa experiencia, por supuesto, se pierde en la económica versión digital.
En su versión papel, señala Dourron en uno de los textos allí incluidos, el catálogo “forma parte del mismo ecosistema que la obra que acompaña, sin ser su reflejo. Su forma desarma los modos habituales en los que usamos un libro para proponer una lectura que comienza de forma tradicional y se enrarece al llegar a su centro, a partir del cual las páginas duplican su tamaño y despliegan entrelazamientos visuales y textuales”. Quienes tengan plata, tendrán que viajar a Venecia o a alguna embajada argentina para comprobarlo.
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