Bibliotecas al paso: “Llevate un libro y dejá otro”, una movida que crece a pesar de la pandemia
Desde que apareció la primera, en 2016, en Parque Chas, la iniciativa fue creciendo en todo el país impulsada por bibliotecarios y vecinos
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¿Es un buzón para paquetes o un refugio para pájaros? De lejos, la casita de madera con techo de chapa confunde. De cerca, la perspectiva cambia. Pintada de colores, tiene una frase que invita a abrir la puerta: “Lleváte un libro y dejá otro”. Es una biblioteca al paso, colmada de ejemplares usados de distintos géneros: hay novelas, poesía, cuentos, historia e infantiles, que suelen ser los más buscados. Instalada en la plaza Éxodo jujeño, en Parque Chas, forma parte del centenar de bibliotecas libres que funcionan en el país. Si bien en 2020, durante la fase más estricta de la cuarentena, el intercambio de libros cesó para prevenir el contagio del coronavirus, en los últimos meses la movida volvió fuerte. En muchos casos, con encuentros al aire libre para compartir lecturas (con distancia y barbijo, claro).
A partir de la iniciativa de una vecina de Parque Chas interesada en la promoción de la lectura, la experiencia se extendió a otros barrios porteños, como Colegiales, Palermo, Belgrano, La Paternal y Boedo, y ciudades como Bariloche, Purmamarca, Rosario, Villa María, Arrecifes, Villa Ramallo, Claromecó y Trenque Lauquen. Aunque todas proponen el intercambio y la circulación de libros, cada biblioteca al paso sigue un modelo propio: solo en Parque Chas hay, a pocas cuadras de distancia entre una y otra, una “casita” de textos que depende de una escuela pública y otra instalada en una heladera de los años ‘50. Las que funcionan en Lago Puelo y Sierra Chica, por ejemplo, se montaron adentro de viejas cabinas de teléfonos públicos.
A partir del proyecto Free Library, que conoció años atrás en un viaje a Chicago, Inés Kreplak decidió probar la idea en Buenos Aires. Licenciada en Letras, docente y escritora, se convirtió en la pionera de esta movida literaria. En diálogo con LA NACION, contó que en el año y medio que llevamos en pandemia se abrieron nuevas bibliotecas al paso en distintos barrio y ciudades. En el sitio de la red en Facebook aparecen fotos y datos de las más recientes. Una de ellas es la que se encuentra en la esquina de Maza y Pavón, a una cuadra de Boedo, que el domingo 1° de agosto organizó un encuentro en la vereda con lecturas, música y juegos para los chicos.
La biblioteca de Parque Chas fue construida con materiales reciclados: la estructura está hecha con pallets de madera y el techo con chapa, que evita que la lluvia arruine los libros. “La inauguramos en septiembre de 2016. Fue raro porque muchos pensaban que era una casa de pájaros o un tacho de basura. Aunque dice de manera clara ‘Biblioteca al paso. Lleváte un libro y dejá otro’, algunos no se acercaban porque no entendían o desconfiaban. Los que empezaron a educar a los adultos respecto al uso fueron los chicos. Me sorprendió y me emocionó cómo los niños explicaban a los grandes de manera muy natural en qué consistía el proyecto”, dijo Kreplak. Ahora la biblioteca ya forma parte del paisaje del barrio e incluso surgieron otras del estilo en el mismo barrio.
La casita de madera con fachada de acrílico que está sobre la calle Andonaegui pertenece a la comunidad de la escuela primaria Petronila Rodríguez. Funciona de la misma manera: cualquier persona, sea vecino o no, puede abrir la puerta, fijarse si algún título le interesa y llevárselo. La consigna general es que cada lector al paso deje otro libro. Así, la oferta de ejemplares se mantiene. En general, según cuentan los bibliotecarios o responsables de los proyectos, la mayoría cumple la regla. Pero lo cierto es que en las bibliotecas libres se reproducen las costumbres de cada comunidad: hay gente que se lleva varios libros sin dejar ninguno; otra que cree que es un sitio para dejar ejemplares viejos o rotos; otros que aprovechan para deshacerse de manuales escolares fuera de circulación o diccionarios y enciclopedias de varios tomos que ocupan toda la capacidad de la casita. Nada de eso es lo ideal. Por eso, los impulsores de estas bibliotecas revisan frecuentemente si hay ejemplares, qué títulos nuevos aparecieron, cuáles volvieron. Sí, algunos circulan por varias manos e, incluso, por otras bibliotecas al paso y, en algunos casos, vuelven a su primer refugio. Es más: algunos traen sorpresas como señaladores, fotografías, invitaciones, tarjetas, flores secas.
La circulación libre de libros hace que resulte muy difícil establecer un “catálogo” o fondo de cada biblioteca. Hay días en los que la rotación es tan rápida que ni los responsables alcanzan a identificar qué títulos entraron y cuáles salieron. Con todo, en la biblioteca pionera de Parque Chas, por ejemplo, un autor que siempre vuela es Julio Cortázar. También son muy buscados los libros infantiles y los títulos de escritores del barrio que se autopublican y suelen acercar sus materiales para compartir con los vecinos o los lectores al paso.
En el pasaje Praga de Parque Chas, entre Moscú y Belgrado, hay una heladera Siam roja en la vereda. En la puerta hay varios carteles. Uno dice: “Biblioteca libre de Praga”. Otro: “Te invito a leer conmigo”. Más abajo aparece uno con indicaciones: “Los libros están libres, sin candado. Se solicita a los lectores que, si pueden, disfruten de una publicación y donen otra”. Por último, el más ocurrente: “Un hábito curioso de la domesticidad porteña es el de abrir mecánicamente la heladera con la esperanza de descubrir que el objeto de nuestro antojo haya aparecido espontáneamente donde hasta hace cinco minutos no había más que repollitos y caldos a medio usar. Tal es una prueba de nuestra fe colectiva en la magia. Hoy el gesto se repite, con algunas variaciones cruciales: la heladera está en la calle, no tiene motor ni corriente eléctrica que la sustente y –aquí lo más evidente– en su interior hay libros. No se desanime: nuestra heladera Siam roja, reacondicionada como Biblioteca libre de Praga, sabrá responder con diligencia y cariño de abuela a su apetito esporádico: bocaditos narrativos, broquetas de versos, sánguches históricos, picadas biográficas y otros tentempiés, todos ellos bien preservados gracias a la frescura de nuestros vecinos. Buen provecho”.
La Siam tiene dos puertas: en la de arriba hay menú variado para adultos, ordenado por género. En el espacio donde irían los huevos hay títulos en inglés; en los anaqueles hay cuentos y novelas, libros de historia, ciencia. En la puerta de abajo, donde se guardaban las frutas y verduras, están los platos preferidos de los chicos: cuentos, álbumes ilustrados, historietas. Según vecinos de la cuadra, durante los fines de semana es cuando suele haber más “tránsito” en ese pasaje súper tranquilo. A los visitantes casuales la heladera roja en la vereda los sorprende. Y la sorpresa es mayor cuando se acercan y descubren que adentro hay libros.
En agosto de 2017, un año después del lanzamiento de la primera biblioteca al paso en Parque Chas, Alma Scolnik tuvo una idea similar, sin saber que en otro barrio de la ciudad ya había una casita de madera con libros. En Colegiales, sobre Virrey Loreto al 3500, frente a una plaza con juegos infantiles, funciona el taller de arte de Alma. Cuando la artista y docente buscó información sobre ese proyecto comunitario encontró la fuente ideal: Inés Kreplak. A partir de sus consejos y su experiencia, Alma, los alumnos y docentes de su taller y otros vecinos de la cuadra construyeron la casa de madera pintada de colores, con una ventana circular de acrílico que permite espiar hacia adentro. En el frente está la leyenda común de la red: “Traé un libro y lleváte otro”.
La particularidad de la biblioteca al paso Taller de Alma es que, además de promover la lectura y la circulación de libros, antes de la pandemia organizaba encuentros con vecinos, a los que llamaban “veredazos”. En esas intervenciones callejeras intercambiaban libros, producciones artísticas, platos caseros. Además, los integrantes del taller intervienen algunos ejemplares con collages e ilustraciones que luego “sueltan”. Así surgen libros únicos.
En algunas ocasiones, como en la tarde que LA NACION visitó esa biblioteca, aparecen libros raros. Alguien había dejado un volumen del manual de primer grado Pinturitas publicado en 1949. Con las páginas amarillas, pero en buen estado, cuando las chicas del taller de Alma lo descubrieron se emocionaron. Lo revisaron y decidieron restaurarlo para que luego siguiera su camino.
Otra biblioteca al paso que tiene un público cautivo y organiza actividades gratuitas como charlas y lecturas es la de la calle Artigas al 2600, en La Paternal. La movida empezó en octubre de 2018, cuando un grupo de vecinos de ese barrio y de otros como Villa Mitre y Villa del Parque convocó a sumarse a un primer encuentro para reunir libros. “Marinés Gómez, bibliotecaria de la biblioteca popular Ramón Carrillo, ofreció un lugar en la vereda de su casa para instalar la biblioteca al paso Artigas. Motivados por la literatura, por compartir lecturas y generar un espacio de movimiento alrededor de los libros y la literatura fuimos sumando gente y ahora somos unos 25 integrantes”, contó Graciela Ortega, profesora de literatura. “Construimos un hermoso mueble y empezamos a donar y a recibir libros con la consigna de quien pase por ahí abra las puertas, busque, elija un libro, se lo lleve y, si tiene la oportunidad de dejar otro en algún momento, que vuelva a pasar y lo deje. En general, la gente cumple con esta consigna, aunque no sea un requisito obligatorio. Es libre”.
Como otras de la red, esta biblioteca está abierta todo el tiempo, no tiene horarios ni restricciones. “Funciona con la libertad de que hay libros disponibles en cualquier momento del día. Sabemos que hay habitués. También hacemos encuentros en la vereda, invitamos a los vecinos a compartir lecturas, narraciones, música, actividades para chicos. Incluso hemos invitado a algún escritor a presentar su libro, poetas y autores de literatura infantil como Istvanch”, agregó Ortega.
Con la aparición de la pandemia sumaron ideas como grabar audios con poesías para enviar a personas internadas. Las actividades se difunden por las redes (Facebook: Biblioteca al paso Artigas) y gracias al boca a boca. Ortega resume en espíritu del proyecto lector comunitario: “Seguimos con fuerza para adelante porque es un espacio que nos gusta cuidar y expandir. Nos parece que es una iniciativa muy necesaria en esta época”.
En tiempos de coronavirus, con las ferias masivas canceladas, nada mejor que tomar un libro al paso, compartirlo y hacer circular otros que nos gustan y recomendaríamos a un amigo.
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