Bernardo Beccar Varela, el abogado novelista que cuenta la crisis de un remisero
Abogado, especialista en Derecho de Familia y Derecho Sucesorio, Bernardo Beccar Varela (Buenos Aires, 1974) es, además, escritor. En 2010, después de publicar su primera novela, Retiro-Tigre. El tren de la conjura, esperó unos años para presentar una historia inédita a un concurso. Al Premio Clarín de Novela 2016 envió una historia protagonizada por un remisero taciturno y colérico. Si bien su novela no resultó ganadora (el premio lo obtuvo El canario, de Carlos Bernatek), mereció una entusiasta recomendación del jurado, en especial de parte de Juan José Millás, que alentó la publicación la noche de la entrega de premios.
Así fue como un editor del Grupo Planeta le pidió a Beccar Varela que le acercara el original de esa novela finalista que, este mes, publicó el sello Emecé. La historia de El ahogado está ambientada en la zona norte del Gran Buenos Aires, donde vive el autor. Barrios de casas bajas, con líneas de colectivo que no se caracterizan por una gran frecuencia, calles y plazas desérticas durante el verano bonaerense definen el escenario donde transcurren vidas anónimas detrás de las fachadas de casas mudas y enjardinadas. Uno de los protagonistas, Rodolfo, está separado de su mujer, a quien detesta, y se gana la vida como remisero. Fumador y bebedor descontrolado, empieza a padecer los rigores de la falta de dinero cuando abandona la empresa de remises para la que trabaja. Rosa, una empleada doméstica con "cama adentro" en el chalet de dos pisos de la señora Ponce, una anciana amable y a la vez tiránica, es la otra protagonista de la historia. Una mujer separada de sus hijos, que crecen en Paraguay con los abuelos, cuya historia, movida por la inercia que provee el destino, se enlazará con la de Rodolfo.
La novela de Beccar Varela estuvo al cuidado de un asesor literario notable. Carlos Busqued, el autor de Magnetizado, ayudó a afinar el tono del relato. El narrador de la historia del remisero y la empleada doméstica opera casi como un montajista de acciones y pensamientos de los personajes. Una vez publicada, varios lectores aconsejaron la lectura de El ahogado. Sylvia Iparraguirre, Patricio Zunini e incluso Jorge Rial, uno de los representados por el estudio de Beccar Varela, elogiaron la segunda novela del letrado escritor que, cuando inaugure un espacio cultural para chicos y jóvenes en San Isidro, sumará una nueva profesión a fin de año.
¿Por qué elegiste a un remisero como protagonista de tu segunda novela?
Muchas veces me pasa que los personajes primero aparecen en relatos más cortos, en algún cuento por ejemplo. Van delineándose, encontrando el tono. Y así fue con el protagonista de esta novela. Que sea un remisero está relacionado con varias cosas. En primer lugar, porque es un personaje complejo, que por lo general atraviesa una situación de angustia. Poca gente elige ser remisero. Usualmente, es el último recurso ante la pérdida de un trabajo o la necesidad de generar recursos para sobrevivir. Ese tipo de situaciones límite me interesa. En segundo lugar, aunque parezca un detalle menor, vivo al lado de una remisería. Escucho hablar a los choferes, compartir sus turnos, sus conversaciones y me relaciono con varios de ellos. Charlamos seguido.
Te preguntaría lo mismo, pero referido al personaje de Rosa, la mujer que trabaja en casa de la señora Ponce.
Te respondería algo de lo mismo. El hecho de tener que inmigrar por cuestiones económicas, dejando atrás familia e historia, me parece una situación límite. Y como te decía, me interesan esas situaciones. Después se le suma el fenómeno, para mí incomprensible y también complejo, de la empleada que tiene que quedarse a dormir en otra casa, con otra familia y lo que trae esa convivencia. Siempre fue un tema que hizo mucho ruido y por eso se volvió atractivo para escribir.
Sin dejar de ser una novela realista, aparecen elementos de comedia, suspenso y drama.
Me interesó escribir una novela realista, pero además de realista, un relato en el que el narrador no explica ni interpela a los personajes. Me pareció interesante que las cosas pasen y que el narrador se limite a describir escenas y diálogos. Y que a partir de eso uno vaya conociendo a los personajes. Tal vez venía leyendo, en la época que arranqué con El ahogado, varios novelas de autoficción, que me gustan mucho en algunos casos. Pero a mí me generó un efecto contrario. Elegí un narrador más ascético, despojado de juicios de valor.
¿Cómo fue tu trabajo con Carlos Busqued y el recorrido de la novela luego de que recibiera una mención en el premio Clarín?
Antes de corregirla con Carlos, tuve otros grandes lectores que me fueron dando muy buenos consejos; Mariana Bozetti, María Sonia Cristoff, Marcos de Soldati, por citar algunos. Con Carlos hice una corrección final, como un pulido. La estructura ya estaba. Fue una corrección muy meticulosa y exigente, de ingeniero, en la que no te digo que vimos palabra por palabra, pero casi. Que todo tuviera sentido y estuviera ahí por algo, si no no servía. Para darte un ejemplo, si el personaje estaba vestido de jean, tenía que pensar y evaluar por qué un jean y no otra cosa. A eso me refiero con exigencia. Lo mismo en los diálogos. Que no haya nada de más.
¿Cuánto influye la profesión de abogado en tu literatura? ¿O son dos instancias que no se cruzan?
Yo creo que se cruzan, pero de distinta forma. La abogacía se cruza en mi literatura por la experiencia. Creo en la experiencia a la hora de escribir; al margen de la investigación y el estudio, siempre tiene que haber experiencia. Y es ahí donde creo que la abogacía o, mejor dicho, el ejercicio de la abogacía me ha dado experiencias valiosas. Por otro lado, la literatura se cruza con mi ejercicio de la profesión tal vez en la forma de escribir. Los abogados, por lo general, escribimos muy mal. Con palabras viejas, en desuso, y también con una sintaxis supuestamente erudita, pero muchas veces equivocada. La literatura me sumó en escribir claro y de manera sencilla. La abogacía y la literatura son dos mundos distintos. Los dos me interesan, pero confieso que la literatura es lo que me apasiona en mayor medida.
¿Cuáles son los proyectos actuales?
Estoy corrigiendo unos cuentos que seleccioné de una lista más larga. Los cuentos siempre me han costado mucho. O por lo menos a mí nunca me terminaban de gustar. Pero hace un par de meses hice una selección de unos diez, con una temática común, que me convencieron bastante. Y empecé a corregirlos. Todos tienen un trasfondo de problemática familiar o de pareja. Y por otra parte estoy en la primera etapa de una novela sobre una pareja y sobre la crisis que provoca la llegada de los hijos. Además, con mi mujer el año pasado compramos un PH en San Isidro, en el barrio La Calabria, y lo estamos terminando de refaccionar. Nuestra idea es generar un espacio dedicado a la literatura infantil y juvenil, que no se agote en una librería, sino que sea una experiencia. Donde también haya "cuentacuentos", talleres y otras actividades para los más chicos y los adolescentes, y, por supuesto, para los adultos. Se va a llamar Dulcinea y nuestra intención es abrir en noviembre o diciembre. Esperamos llegar. Es un proyecto lindísimo.
Junto con Carlos Busqued y Patricio Zunini, el autor presenta su novela el próximo martes a las 19 en la Sala L del Centro Cultural Recoleta (Junín 1930).