Benito Laren: “Escribo, pinto y canto, hago cualquier cosa con tal de no trabajar. Lo que necesito es un mánager”
El excéntrico artista inaugura una serie de autorretratos inspirados en “La Gioconda”, de Leonardo Da Vinci; autodidacta, buscador de oro y monarca de su tierra, Larenland, nunca se sabe si habla en serio o es broma: ahora dice que quiere ser presidente
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El primer paso de Benito Laren (1962) en el mundo del arte tuvo lugar en una oficina de la siderúrgica Somisa, en San Nicolás de los Arroyos, su ciudad natal. Como en el laboratorio donde trabajaba el joven técnico químico no había ventanas, pintó una, imitando el estilo naíf de Aniko Szabo. Una ambigua ingenuidad kitsch y la recreación de estilos de artistas famosos (de Vincent Van Gogh a Lucio Fontana, y de Pablo Picasso a Roy Lichtenstein) son marcas registradas en su obra. “Existen movimientos como el cubismo, el impresionismo; lo mío es el oportunismo”, dice con seriedad hilarante el artista que hoy inaugurará a todo glitter la muestra El Giocondo, en la galería Witcomb.
La vedette de la exposición es un autorretrato en vidrio donde Laren, travestido, reemplaza a la Gioconda con anteojos e impávida sonrisa; además, hay dos lenticulares (en los que El Giocondo aparece y desaparece), veinte obras digitales y veinte litografías, todas en un mismo tamaño y con mucha brillantina. Durante la exposición se espera también la “remake” de un célebre episodio de la historia de la pintura de Leonardo Da Vinci, que en 1911 fue robada del Museo del Louvre por un carpintero y estuvo inhallable dos años.
“En la vidriera de Witcomb van a estar las dos obras lenticulares y una tele pasando el video todo el tiempo”, dice Laren sobre el video musical electropop Giocondo, dirigido por Matías Alemán y musicalizado por Nacho Marciano. Y tararea la letra: “Soy el Giocondo / aparezco y luego me escondo / soy el Giocondo / me metí en un lío muy hondo / soy el Giocondo / Benito me hizo fondo”.
Por su abanico de intereses, impronta y tenacidad, es uno de los artistas argentinos más excéntricos. Pintor, cantante y escritor autodidacta, aprovechó su formación en química para crear una técnica de pintura sobre vidrio a la que bautizó “Pop Oh Art”, por tratarse de una mezcla entre el arte pop y el efecto admirativo que produce en los espectadores de las obras. Esta semana, además, el artista tendrá su solo show Ben(d)ito 2000′s para MAPA Feria, en La Rural.
En 1991, debutó en el reconocido “Grupo del Rojas” que exponía en la Galería de Artes Visuales del Centro Cultural Rojas dirigida por Jorge Gumier Maier. Hay obra suya en las colecciones del Museo Nacional de Bellas Artes (MNBA), el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires, el Museo Castagnino + Macro. de Rosario, el Museo de Arte Blanton (Austin, Texas) y el Museo del Vidrio de Corning, de Nueva York.
Pero el mayor Museo Laren del planeta está en su casa frente al Parque Centenario, sede de Larenland, el reino creado y gobernado por Laren desde 1997, cuando fue proclamado rey, en la Fundación Fortabat, por su amiga Amalia Amoedo. La alfombra real, en el Salón del Trono, fija el espacio transfronterizo del arte. ”Escribo, pinto y canto, hago cualquier cosa con tal de no trabajar”, dice. Aquellos que no puedan comprar una obra podrán llevarse a casa tazas, stickers, remeras y postales con la imagen de El Giocondo.
En 2016, en San Nicolás se realizó un homenaje a su trayectoria y los chicos de todos los colegios de la ciudad pintaron y dibujaron a la manera de Laren. “Mi mamá me contó que cuando nací era todo verde -dice, al explicar su pasión por los ovnis-. Todo lo mío gira en torno a eso, ya de chiquito veía luces, soñaba con marcianos. Cuando iba al colegio no estudiaba y repetí tercero, cuarto y quinto. Ahora lo que quiero es ser rico y famoso”.
-¿Y vendés muchas obras?
-Hace rato no vendo, como media hora. En los ratos libres busco oro. En donde pueda.
-¿Muchas personas tienen obras tuyas? ¿Coleccionistas importantes?
-Sí, pero nenes chiquitos también. En el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires exhibieron cuarenta obras hace unos años. Ahora hice un libro con mis obras de moda para que los chicos coloreen. En San Nicolás me hicieron varios homenajes y los chicos de las escuelas pintaban con materiales brillantes como hago yo. Y la Federación de Comercio e Industria construyó un ovni y lo pusieron en la plaza principal por unos días. Ahora lo donaron a una escuela. Voy a mostrar en el Palacio Pizzurno en septiembre.
-¿Te invitaron del Gobierno actual?
-No, del anterior. Y el año pasado Margarita Gómez Carrasco, una galerista, me llevó a Barcelona y salí en la tapa de un revista de arte; era la primera vez que salía en una tapa. Pinto para coleccionar las notas en donde salgo. Y también porque me gusta la música: tengo una banda con Nacho Marciano. Yo hago la letra y canto por computadora palabra por palabra porque no sé cantar. Fui a estudiar con la profesora de Luis Alberto Spinetta, pero duré tres días. Me dijo que no fuera más.
-Trabajás en formatos atípicos.
-Pinté puertas de auto, la que está en el MNBA es un homenaje a Oscar Bony y la titulé A la puerta Bony ta; pinté ruedas, computadoras, raquetas de tenis, mesas de casino; esa última obra estuvo en Del Infinito, transformamos toda la galería en un casino y un dueño de casino me regaló un tragamonedas.
-¿Cómo surgió la idea de la muestra en Witcomb?
-Yo tiré la onda al aire, había hablado con Cecilia Caballero y no quiso o no entendió la idea. Y apareció este hombre, Jorge Calvo, y me dijo “yo te muestro”.
-¿Invitaste a artistas?
-A mi amiga Amalia Amodeo. Hay una canción que cantamos juntos y está en Spotify, se llama “Una noche en el museo”. A todo el mundo está abierto, ¡y a coleccionistas!
-¿No hay obra tuya en el Malba?
-No. Soy amigo de Agustina Picasso, una de las fundadoras del grupo Mondongo y esposa de Matt Groening, el de Los Simpson. Ella en su momento, cuando estaba haciéndose el museo, me compró una obra, una ruedita. A partir de esa obra empezó a donar la gente y después eso se mostró en arteba. En la parte oficial no tengo, nunca me compraron. Gente importante me compró, como Lucía Galán, de Pimpinela. Con ella cantaba “El mantra del estacionamiento”, un mantra para encontrar lugar para estacionar.
-¿Cuál fue tu primera exposición?
-Yo salí del Rojas, era amigo de Gumier Maier. Mostramos juntos con él, Alfredo Londaibere y Omar Schiliro. Soy el único que quedó vivo. En ese momento era más de ovnis y geométrico. Los críticos hablaron del arte light, el arte rosa y después del arte guarango.
-¿Estudiaste historia del arte?
-Fui tres días.
-¿Quién vio las obras en ese entonces? ¿Gumier Maier?
-Llegué por un aviso. En el laboratorio en Somisa vi en los avisos del diario que el Rojas buscaba artistas. Después de eso dejé la fábrica, me fui a vivir a Nueva York y volví en la ruina. Ahí contacté a una vidente para buscar oro, pero descubrí que no soy encontrador, soy buscador.
-¿Dirías que sos un artista pop?
-Yo quiero ser famoso a toda costa. Escribiendo, recibí un premio de literatura. Escribo, pinto y canto, hago cualquier cosa con tal de no trabajar. Lo que yo necesito es un mánager, ahora hay unos que empiezan ayer y son refamosos. Mismo los Mondongo, ellos no eran nadie pero con mi técnica del vidrio pintado se hicieron famosos (risas). Nunca me nombraron.
-¿Hay mucha envidia en el mundo del arte?
-Es lo que me dice mi mamá, que pare de hacer obras maestras para que no me envidien. Es muy competitivo el ambiente. Si alguno sabe de una beca o un concurso, no te van a decir. De la Beca Klemm me rechazaron. Es mucha competencia, en todos lados es así. Amigos tengo, pero no tantos. Marta Minujín no me quiere, dice que le hago sombra. Igual soy el único profeta en su tierra, en San Nicolás.
-¿Tu madre vive?
-Vive, tiene 91 años. Me dice que no haga más estas cosas. Ella quería que siguiera trabajando en la fábrica.
-¿Algún político tiene obra tuya?
-La esposa de Carlos Corach y Esteban Righi tenían, pero todo eso por Bruzzone, él hacía contactos, es mi amigo.
-¿Te interesa la política nacional?
-Quiero ser presidente, me voy a postular. Está todo al revés, pero yo también pinto al revés.
-¿A Federico Klemm lo conociste?
-Él estaba siempre perdido, inauguraba muestras y no sabía qué inauguraba. Lo vi tres o cuatro veces. Con quien más contacto tengo es con Fabio Kacero. Con Marcelo Pombo también. Yo seguía su camino, que era mostrar primero en el Rojas, después en el Instituto de Cultura Iberoamericana, en la calle Florida, pero no llegué a Ruth Benzacar porque estaba en Nueva York. Cuando volví estuve en la miseria y me instalé en la casa de mis padres, apareció Bruzzone y me dio alojamiento. Bruzzone tiene 1500 obras mías.
-¿Después de lo de Bruzzone te viniste a Parque Centenario?
-No, no. Apareció un señor con mucho dinero que no quiere ser nombrado, un diariero que ahora trabaja en Clarín. Ese señor me alquiló y yo le pagaba con obra. Después fui a San Telmo, después a Boedo y ahora acá.
Para agendar
El Giocondo, hasta el 30 de abril, de 11 a 19, en galería Witcomb, Santa Fe 1161. Además, esta semana, la obra de Benito Laren formará parte de la Feria MAPA, en el espacio de Camarones, en La Rural.
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