Beethoven: cómo es el año consagrado a una figura que excedió a la clásica
El 16 de diciembre se cumplirán 250 años del nacimiento del pianista y compositor alemán Ludwig van Beethoven (1770, Bonn, Alemania), uno de los genios de la historia de la música. Deben ser pocos los que, de una u otra forma, no hayan sido al menos rozados por su nombre. De sus recorridos hoy es posible trazar una especie de guía donde dejó su marca. No solo en los sitios en los que vivió, sino también para seguir su influencia en la cultura pop, que ratifica su grandeza y su alcance. La Oficina Nacional de Turismo de Alemania (DTZ por su sigla en el idioma teutón) firmó un acuerdo de cooperación con Casa Beethoven, la fundación encargada de coordinar eventos que homenajean al músico, y declarar 2020 como el Año Beethoven. Hasta la propagación del Covid-19 se cumplieron muchas de esas actividades (en distintas ciudades de Alemania y el mundo se replicaron los homenajes que habrían terminado el 17 de diciembre, día de su bautismo), pero otras quedaron suspendidas con el cambio del escenario global. Como un 250° aniversario no es una nimiedad, la ocasión bien merecía prolongar un poco el fin de la celebración, y la DTZ anunció que, sobre base la base de las restricciones impuestas por la pandemia, el aniversario de Beethoven extiende los proyectos del #BTHVN2020 –el hashtag con el que se reconoce a la muestra– hasta septiembre de 2021. El programa multifacético tiene el lema Redescubrir Beethoven e incluye 300 proyectos, con actividades de todo tipo para la preservación de la obra del músico. La mayor parte se pospone hasta –probablemente– el período del 20 de agosto al 10 de septiembre de 2021. Las actualizaciones del programa se pueden consultar en el calendario central de eventos que está disponible en www.bthvn2020.de
Mientras tanto, se trabaja para los eventos que no se aplazaron. Por un lado, el especial Missa im Dom, que se grabará y transmitirá por internet el 21 de este mes, como un concierto sin público en la catedral de Colonia; y por el otro, el evento llamado Bauprobe Beethoven, que se llevará a cabo el 12 de septiembre: consiste en una visita artística al Beethovenhalle, el moderno auditorio de Bonn remodelado en 1985. La sala de conciertos, bautizada Beethovenhalle, fue inaugurada en 1845 por Franz Liszt y destruida por los bombardeos de 1944, durante la Segunda Guerra Mundial. Si bien fue reconstruida en 1959, está ahora siendo sometida a una extensa renovación. Los visitantes podrán entrar en una obra en funcionamiento a la que normalmente solo tiene acceso el personal. La frutilla del postre -prevista para el 17 de diciembre- será por entonces un nuevo punto de partida: el concierto en el que participará Daniel Barenboim y la Orquesta West-Eastern Divan.
Solo y confundido
No hizo falta que pasaran muchos años para que el virtuosismo de Beethoven quedara patente: a los siete años la joven promesa dio su primer concierto, y a los once, publicó su primera composición. Fue a los diecisiete, y con una carta de recomendación para que Mozart le enseñara música bajo el brazo, cuando viajó hasta Viena para arrancar una nueva vida. Aquella aventura duró poco: a las dos semanas su madre cayó gravemente enferma y Beethoven regresó a su ciudad natal. De hecho, no hay constancia de que él y Mozart llegaran a conocerse nunca. Al que sí conoció fue a Haydn, que en uno de sus viajes por trabajo a Londres hizo parada en Bonn para proponerle al joven que volviera una vez más a Viena, donde él le daría clases. Así fue: Beethoven llegó por segunda vez a la capital austríaca en 1792, donde permaneció 35 años. Es decir, para siempre. Hasta la publicación de la primera sinfonía, en 1799, Beethoven tenía varios rostros. Si bien su genio halló expresión en el tipo de pensamiento estructural requerido para las composiciones de gran formato, como la sonata y la sinfonía, los cuadernos en los que desarrollaba sus ideas musicales muestran cómo sus piezas iban gradualmente adoptando su forma definitiva. Beethoven recurrió –técnica que con el tiempo adoptaría la canción pop– a la repetición de los acordes para concretar piezas nuevas (la Fantasía Coral sintetiza su versatilidad para adaptar melodías que había utilizado antes), y así su forma de arte fue significativa por su capacidad de condensar contradicciones sobre esa base. Música fría, pensada y ensamblada. Música pop.
A los veinte años, en los círculos en los que se movía, además de músico virtuoso, se lo reconocía como una estrella. Si bien la figura del fan como se reconoce hoy no existía, contaba con seguidores de sus obras. En sus primeros veinte opus paseó por distintos géneros, desde tríos para chelo, violín y piano, pasando por sonatas para piano, quintetos y obras para piano a cuatro manos. Fue una etapa rica como compositor en la que dio comienzo a su imagen pública y la de su leyenda.
La función de la música en la época era para el gusto de quien la pagaba: la iglesia o la corte. Era música funcional, formalmente simétrica, y sus intérpretes, asalariados con un rango superior al de sirviente, con sueldos decentes, viviendo en casas humildes. Beethoven gozaba de algunos patrocinios e ingresos por sus obras editadas, pero el concierto pago fue luego el modo más directo de sostenerse por sí solo. A lo largo de su carrera logró independizarse en parte del patronazgo cortesano y aristocrático. Se perfiló ante las nuevas formas contractuales ligadas a la novedad de los conciertos públicos, el ascenso de las editoriales que publicaban obras, y la participación de los miembros de la nobleza financiera o los grupos de conocedores en el ámbito musical.
Mozart había iniciado los conciertos por suscripción en 1784 con bastante éxito (contaba con casi 170 suscriptores).El valor era de seis gulden por un total de tres conciertos, con lo que los ingresos de Mozart arañaron los mil gulden. Es muy difícil calcular a cuánto equivale hoy esa cifra, pero según Una historia social de la música, de Henry Raynor, por entonces un gulden valía poco menos que un florín, y cuando Bach vivía en Leipzig con un florín se podía comprar "medio kilo de carne, un kilo de pan y un par de suelas para zapatos".
No hay datos de cómo le fue económicamente con sus conciertos, llamados por entonces Akademies, ritual más parecido a una kermés con varios atractivos que a una cita musical. Muchos se hicieron en malas condiciones técnicas, con programas faraónicos (de cuatro o más horas de duración), con Beethoven y la orquesta siguiendo buena parte del concierto cada uno con sus compases (él ya estaba bastante sordo y se perdía), durante inviernos crudos en teatros sin calefacción. En ese contexto, el compositor comparaba ofertas y negociaba honorarios, asumiendo el papel poco grato de ser al mismo tiempo músico y empresario. En definitiva, Beethoven fue consciente de considerarse un artista, uno que, además de desear intercambiar su arte por dinero, cuando ese rango no era reconocible como tal en la música, afiló los sentimientos con su dolor hasta mostrar las claudicaciones a las que somete la propia vida.
Yo sé muy bien que conseguiré
Desde nuestro mundo globalizado e hipercomunicado resulta difícil imaginar que un artista masivo no cuente con su propio merchandising, o papparazzi apostados en cada esquina esperando captar las últimas novedades. En Viena, por ese entonces, no pasaba nada de eso pero se distribuían litografías con el rostro de Beethoven (la técnica de impresión que consiste en trazar un dibujo, un texto o una fotografía en una plancha metálica), con lo cual su imagen se reproducía como una postal. Un hombre sordo, atormentado y aislado se encerraba a componer obras de enorme valor artístico y eso despertaba mucha curiosidad. De pronto –acaso sin quererlo–, logró una narrativa que unía vida y obra. Es un don que nunca estuvo mejor representado que por el drama de ser sordo, solitario, pobre y desclasado.
Aunque Beethoven presumía de cierta nobleza, y lo creía así por equivocación o por pretender darle relevancia a su apellido, no había nada de eso. Beethoven perteneció a una familia de procedencia humilde. Y es que el anteapellido van no indica nobleza, como sí von. El apellido Beethoven en alemán significa remolacha, un término que implica una posible procedencia campesina flamenca. Beethoven, como todo habitante de subsuelo, giraba en una órbita sin referencias.
Pablo Grinjot es un cantautor popular con formación clásica. Violinista, pianista, cantante, director de orquesta y de coro señala un idilio remoto con Beethoven (su proyecto musical se llama, presten atención, Pablo Grinjot y la Ludwigvan), al cual sucumbe interpretando desde hace treinta años la misma pieza una y otra vez. "Tocar la sonata para piano Nº 8, conocida como Patética, es como ver su radiografía psicológica. Beethoven era un cabrón, muy sensible a su tragedia, con una vida medio desgraciada. Yo analizo qué compuso en relación con su edad. Creo que su edad más productiva fue su tercera década. En ese lapso, compuso ocho de sus nueve sinfonías. Tal vez sea una escala certera para analizar qué hicieron otros músicos de otras épocas a esa misma edad. Porque los cuarenta son difíciles para todos, incluso para los genios de la música universal", alienta una hipótesis.
Cuando murió, en 1827, en Viena, aquel 29 de marzo tuvo un multitudinario entierro al que acudieron más de 25.000 personas. Se declaró fiesta en los colegios, se confeccionaron moldes de su rostro a partir de su cadáver para usar como caretas y se armó una gran celebración en la que se leyeron poemas y se interpretaron cantatas. El cortejo fúnebre duró 90 minutos en recorrer cuatro manzanas hasta la iglesia de la Trinidad de los Minoritas. La carroza iba tirada por cuatro corceles negros seguida de doscientos coches de caballos. En la comitiva se incluían ocho cantantes que ejecutaron el Réquiem de Mozart y los extremos del lienzo mortuorio lo sostenían ocho kapellmeister (maestros de capilla); como representantes iban los familiares y amigos. Un funeral comparable con el de Michael Jackson, pero tres siglos antes. La leyenda beethoveniana excede el santuario de la música clásica para volverse parte de un lenguaje universal.
Aquí, en Argentina, la banda punk Los Violadores incluyó un movimiento de la Novena en la introducción del hit "1, 2, ultraviolento", incluido en su segundo álbum, Y ahora qué pasa, ¿eh? (1985). "Fue una idea que llevé a un ensayo y quedó. Pensé: con esto pasamos a la inmortalidad junto con Beethoven", revela desde Lima, a LA NACION revista, Pil, el exvocalista del grupo, ahora líder de la banda Pilsen.
Durante el siglo XX, el espíritu de Beethoven viajó en el tiempo para dejar otro sello: la extensión estándar del CD de audio. En la década de los 90, el presidente de la compañía Sony, Norio Ohga, estipuló que la Novena Sinfonía debía caber en un solo disco. Una grabación con el director de orquesta alemán Wilhelm Furtwängler duró 74 minutos, y ese tiempo determinó la capacidad final de almacenamiento de los discos compactos.
En la plataforma Spotify, cada mes unos 5,1 millones de usuarios reproducen sus obras. Solo Johann Sebastian Bach (5,5 millones de reproducciones) es más popular entre el público predominantemente joven. Las intervenciones de Beethoven en el tiempo se transforman en hechos que nunca pasan inadvertidos.
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