Beatriz Sarlo en la Feria de Editores. “Era y sigo siendo muy irónica, imbancable; rezaba para no serlo”
La FED cerró una edición con récords de convocatoria y ventas: más de veinte mil personas la recorrieron de jueves a domingo en el barrio de Chacarita
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Por única vez en su trayectoria, la escritora y profesora Beatriz Sarlo presentó un libro propio, Clases de literatura argentina (Siglo XXI); lo hizo en la 12ª edición de la Feria de Editores (FED), que concluyó exitosamente, con récord de público y ventas. Los organizadores informaron que este año la FED convocó a un total de 22.100 asistentes: 3200 el jueves, 4700 el viernes, 6300 el sábado y 7900 el domingo, pese a la llovizna y el viento. En 2022, en tres días habían concurrido 18.300 apasionados por los libros.
Acompañada por la periodista Hinde Pomeraniec y la investigadora Sylvia Saítta, que estuvo al cuidado de la edición de las clases de Sarlo en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires (UBA) en los años de la recuperación democrática, de 1984 a 1988, la autora de Una modernidad periférica recordó que había vuelto a la UBA por iniciativa del profesor y editor Enrique Pezzoni que, casi literalmente, la empujó dentro de los claustros. “Él, que fue secretario de redacción de Sur, me había invitado a escribir en la revista y, como yo era izquierdista, me negué”, contó. Tiempo después, el profesor y ensayista Jaime Rest le obsequió la colección de la publicación y Sarlo revisó su opinión acerca de Sur: “Es una revista fundamental en la formación del pensamiento crítico y literario de la Argentina”. A los 81 años, ella es una de las intelectuales más prestigiosas de la Argentina.
“Pezzoni nos dijo a David Viñas y a mí que había dos cátedras disponibles, la de literatura argentina del siglo XIX y la del siglo XX; como sabía que Viñas iba a elegir la del XIX, le pedí que decidiera él”, contó a la audiencia que colmó la sala del Complejo Art Media, en Chacarita, entre los que había exestudiantes de aquellas clases y de sus cursos privados (como Pablo Alabarces, que le reclamó no haber incluido a Leopoldo Marechal en el programa; Leonora Djament y Andrés Di Tella). “Es como una mesa de examen”, bromeó Pomeraniec. “Nos miraban como la bestia que entra al jardín a destrozarlo”, graficó la autora sobre los colegas universitarios que habían conservado sus cátedras durante la dictadura. Sarlo renunció a la cátedra antes de cumplir veinte años en el cargo.
“La democracia colaboró, aun para la gente de izquierda, y de izquierda dura, para que empezáramos a matizar nuestro pensamiento político y, sobre todo, nuestro pensamiento literario”, dijo. Como docente en ese entonces, admitió que le había faltado un recorrido “más fuerte” en la historia literaria argentina. “Me formé en esos primeros años de clase; tengo presente la imagen de la biblioteca de mi casa, la pava con el mate, y yo corriendo de la mesa a la biblioteca para leer a esos autores que aún no había leído -evocó-. Al único que había leído completo era a Borges, un ‘inevitable’ de la literatura argentina”. Sarlo encuadró su enfoque en una “historia social y cultural de la literatura argentina”.
Además de los formalistas rusos (que leía en versiones en español e italiano) y el británico Raymond Williams, Sarlo tuvo “un amante” al que nunca abandonó: el teórico francés Roland Barthes.
“Quería que en el libro estuviera la voz de Sarlo, una voz diferente de la de sus ensayos y artículos periodísticos”, reveló Saítta, y acotó que en la Argentina la tradición de editar clases era aún escasa. “Quise que quedara claro que nunca sus afirmaciones eran juicios, sino opiniones y puntos de vista”. Tanto ella como Pomeraniec recordaron que “ponía en términos muy altos” las preguntas de los estudiantes. “Nos elevaba a un par suyo -dijo Saítta-. Había intercambio de hipótesis y lecturas”.
En el libro de las clases universitarias, reconoció Sarlo, se detecta la ausencia de algunos escritores contemporáneos. “Muchos me lo reclamaron en persona -dijo, risueña-. Jorge Asís me lo echó en cara en la puerta de un bar. ‘¿Me cortás la cabeza?’, me preguntó. ‘En efecto’, dije. Hay algo del gusto personal de los profesores que arma los programas, tomando mate y tomando ginebra con esos autores”, reflexionó. Para ella, el tiempo que se pasa con los autores sobre los que se preparan clases es más grande e intenso que el de una lectura por placer.
“Era y sigo siendo muy irónica, imbancable -confesó-. Rezaba en las noches previas a las clases para no serlo. Tenía un modelo: mis tías habían sido maestras que combinaban la extrema dureza o exigencia con el extremo respeto”. Actualmente, continúa trabajando en su autobiografía.
Admitió que se había “equivocado” en sus opiniones sobre la obra de Julio Cortázar (incluido en el volumen junto con Roberto Arlt, Borges, Manuel Puig y Rodolfo Walsh, entre otros). “Erradamente lo colocaba en una escala muy baja de valores”, dijo. Pomeraniec y Saítta intentaron aclarar una legendaria polémica en torno al presunto “maltrato” al que había sido sometido Osvaldo Soriano en la UBA y del que se hicieron eco Guillermo Saccomanno y María Moreno. “Debo haber leído dos o tres libros de Soriano -respondió Sarlo-. ¿Hay una ley constitucional que dice que tenés que leer a todos los escritores de literatura argentina para ser profesor? Creo que no, que existe la libertad de elección estética”. En 1985, Sarlo les había dicho a sus alumnos que Operación Masacre tenía una coautora: la escritora y periodista madrileña Enriqueta Muñiz (en 2019, un libro publicado por Planeta le hizo justicia).
Para Sarlo y para María Teresa Gramuglio, su compañera en la cátedra, la “misión en la vida” consistió en convertir a Juan José Saer “en el más grande escritor argentino después de Borges”. El tiempo dirá si lo lograron. Mientras tanto, para la autora de Zona Saer, la amistad con el escritor santafesino, que falleció en 2005, “no paró nunca”.
Saldo “muy positivo” entre los expositores de la FED
Pese a la llovizna de las primeras horas de la tarde, la FED se llenó de asistentes y las ventas no decayeron. La mayoría de los expositores consultados por LA NACION dijo que el saldo de esta edición era “muy positivo”. Nicolás Moguilevsky, coeditor de Mansalva, lo sintetizó así: “En cuatro días vendimos más que en los 21 de la Feria del Libro en La Rural, y con costos por el stand del 10% de los que cobra la Fundación El Libro”. Los libros más vendidos en Mansalva llevan la firma de dos autores fallecidos recientemente: Diario del dinero, de Rosario Bléfari, y Una inmodesta desproporción, de Luis Chitarroni. Sus colegas de Caja Negra, Eterna Cadencia, Hekht, El Hilo de Ariadna, Monobloc, Adriana Hidalgo, Mil Botellas, Beatriz Viterbo y Mardulce coincidieron en que haber sumado un día -el jueves- había ayudado a sostener las ventas en un momento de incertidumbre económica como el actual.
La editorial Galerna participó por primera vez de la FED este año. “Estamos muy contentos de haber formado parte; somos una editorial argentina que trabaja con autores argentinos y que edita libros para nuestro mercado de lectores -dijo Carolina Di Bella, gerenta editorial del sello-. La FED es el otro evento más importante del sector editorial del país y así lo demuestra año a año. Los libros de las colecciones La Revuelta Filosófica, dirigida por Lucas Soares, y La Otra Palabra, dirigida por Jazmín Ferreiro, han sido las preferidas de los lectores, y Bajar es lo peor y la edición ampliada de Alguien camina sobre tu tumba, de Mariana Enriquez; los libros de Vir Cano y dos novedades: Matar a la madre, de Luciano Lutereau y Borges en la biblioteca, de Patricio Zunini”.
Para Martín Maigua, director general de Nudista, se cumplieron los objetivos. “Logramos traer y hacer visible un catálogo federal, construido en territorio, buscado y mapeado a conciencia -destacó-. Pero esto no es sencillo. Como editorial del interior es necesario remarcar el tremendo esfuerzo que hacemos para participar, desde viajar, alquilar alojamiento, transportar libros”. Hubo muy buena recepción de los lectores hacia autores como Pablo Farrés, Agustín Conde De Boeck, Omar Genovese y Cristina Iglesia. “Todo lo generado por las ventas sirve para reimprimir los libros y que nuestro catálogo siga circulando”, concluyó.
Julio Patricio Rovelli, director editorial de El Cuenco de Plata, confirmó que la FED se consolidó como “la opción excluyente” para las editoriales independientes. “El público y los editores nos encontramos a cara, hablamos de libros, nos conocemos, es muy gratificante -agregó-. La bibliodiversidad es otro gran valor agregado. Se sumó un día que superó las expectativas. Las ventas son muy buenas, y quizás algo que los lectores no saben es que la venta directa es de gran ayuda para los editores en un momento tan crítico para hacer cultura librera. Más allá de los monopolios y de las ferias del mainstream, la FED es una construcción colectiva que está destinada a perdurar y a seguir creciendo”.
Por su parte, Verónica Diz, de Madreselva, indicó que las ventas habían mejorado respecto de 2022, pero manifestaron su preocupación por el aumento del precio del papel y “la huida” de los autores a los grandes grupos (incluso en el mundo de las letras billetera mata galán). Los editores de la editorial chilena Banda Propia comentaron que este año la gente había cuidado más la plata; trascendió que los sellos del país trasandino no habían ofrecido el descuento del 50% a los bibliotecarios locales (pulgar para abajo).
El investigador del Centro de Estudios y Políticas Públicas del Libro de la Universidad Nacional de San Martín, Ezequiel Saferstein, dijo a LA NACION que este año, además de Caja Negra, Eterna Cadencia y Siglo XXI, en la encuesta realizada de jueves a domingo en la FED los asistentes contaron que seguían con mucho interés las publicaciones de editoriales independientes como Chai, Godot y Blatt & Ríos.
Un domingo de escritoras
Además de Sarlo, otras autoras hablaron sobre sus libros este domingo en la FED. La primera fue la escritora china residente en Estados Unidos Wang Ping, que llegó al país para presentar los cuentos eróticos, cómicos y nostálgicos de La última virgen comunista, publicado por Selva Canela y traducido del inglés por Aurora Humarán. Wang es además competidora internacional en competencias de remo, profesora y fundadora del proyecto Comunidad de los Ríos. “La memoria personal es lo más universal”, dijo. Sobre su país natal, comentó que había cambiado mucho en las últimas décadas, “para bien”, y que se había trabajado en la reducción de la pobreza. “Hay que rezar para que China y Estados Unidos no avancen en un conflicto bélico”, instó.
A continuación, se presentó La lengua de viaje. Ensayos fronterizos y otros textos en tránsito (Buena Vista), de la escritora y profesora Esther Andradi, que actualmente reside en dos ciudades: Berlín y Buenos Aires. En diálogo con la ensayista y profesora Nora Domínguez, la autora se refirió a la experiencia de escribir en español en la capital alemana. “Mis libros son libros secretos”, dijo Andradi, que cautivó a la audiencia con los recuerdos de su llegada a Berlín en la década de 1980, cuando esta ciudad era “un gran gueto donde vivían las diversidades que hoy se han legitimado”. En su libro se pueden leer ensayos sobre la lengua de viaje y autoras como Juana Manuela Gorriti, la Nobel de Literatura rumano-alemana Herta Müller y la afroalemana May Ayim, que Andradi tradujo al español, además de capítulos de una autobiografía en tránsito.
En la charla final del último día de la FED se presentó la filósofa y activista brasileña Djamila Ribeiro, que conversó con la profesora Miriam V. Gomes sobre Pequeño manual antirracista (Tinta Limón-Mandacaru), best seller elogiado hasta por el presidente Lula da Silva.
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