Beatriz Guido: biografía reparadora para una escritora irrepetible
Se presentó “Espía privilegiada”, de José Miguel Onaindia y Diego Sabanés, que rescata a la autora de un inmerecido olvido tanto en los libros como en el cine
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En principio nada tenía que ver el enorme par de alas blancas que invita al público a volar en el hall de entrada de Arthaus con La casa del ángel, la novela con la que Beatriz Guido hizo su gran aparición literaria allá por los años cincuenta. Sin embargo, la angelada casualidad era para celebrar. El jueves, en el inquieto y estimulante centro cultural del microcentro, sobre la calle Bartolomé Mitre, coincidieron la presentación de Espía privilegiada (Eudeba), el libro que José Miguel Onaindia y Diego Sabanés dedicaron al “mundo propio” de la escritora argentina, y la flamante muestra La memoria de los materiales, con obra de un grupo de artistas, mitad inventores mitad alquimistas, que se recorre con curiosidad, asombro y muchas ganas de tocar.
“Heroína cultural”, “primera artista pop”, creadora de un “realismo increíble”, irreverente y audaz Guido fue dos veces pecadora a los ojos de su época: mujer y best seller -dos rasgos que a menudo la emparentan con Silvina Bullrich y Marta Lynch-. Muchas otras características suyas, además, se recordaron durante la hora y media de charla que ameritó esta valiosa investigación que a la hora del centenario de su nacimiento la rescató de un injusto olvido, tanto en la literatura como en el cine.
Junto con los autores y Matilde Sánchez, que moderó una interesante conversación, artistas y escritores que la conocieron y trabajaron con ella -también como guionista irremplazable de las películas de su marido, Leopoldo Torre Nilsson- acompañaron la presentación y aportaron sus testimonios. Ana María Picchio, por ejemplo, leyó un fragmento de la entrevista que Sabanés hizo a Manuel Antín para el libro, que pinta a una “mentirosa de verdad”, que “no se llevaba mal con nadie excepto con los peronistas”, que “tenía amigos en todas partes” y que era un eficaz remedio para recuperar el amor propio: “Qué bien te veo”, “Cada vez estás mejor”, solía decir; si hasta dice Antín que uno casi iba en su búsqueda para recuperar la autoestima. También presentes en el auditorio estaban Edgardo Cozarinsky y Víctor Laplace, que hizo memoria sobre el rodaje de La guerra del cerdo (novela de Adolfo Bioy Casares con guion adaptado de Guido para el film de Torre Nilsson), y Josefina Delgado, autora del anexo “¿Escribir como una mujer? Una respuesta desde el presente”, que recordó algunas anécdotas divertidas con su amiga en Madrid.
“Saltó de la academia a los medios de masas y eso la convirtió en un personaje disruptivo”. ¿En qué sentido? “En principio, en la denuncia de lo que hoy llamaríamos los dogmas del patriarcado”, observó Onaindia. El abogado y reconocido gestor cultural se enfocó en el punto de vista literario de este personaje tan rico y facetado, y reparó en su forma de narrar: “pecaminosa, que usa la crueldad y desacraliza a los niños, que son perversos, como niños monstruos”, y señaló cómo “parte de la crítica literaria la juzgó mal, como una escritora realista, cuando lo que ella hace es una operación”.
Trabajado a cuatro manos, cada coautor del volumen biográfico tomó un foco específico: Onaindia como lector de su obra y observador del espacio que ocupó en el mundo cultural iberoamericano; Sabanés, desde el análisis de su trabajo como guionista. En la presentación, el realizador, docente e investigador expuso sobre la “simbiosis” con Torre Nilsson y la “permanente presencia de Beatriz en los rodajes”, y señaló cómo esto se trasladó luego a la escritura, con historias narradas de una forma cada vez más cinematográfica. Fue Sabanés, también, el que reparó en la masividad del personaje: compartió, por ejemplo, una nota de la revista Gente que mostraba a Beatriz Guido versus Susana Giménez (lo que permite dimensionar su popularidad en la época). A propósito, Onaindia sumó un dato elocuente en este sentido: ella fue la única mujer sentada a mesa del primer almuerzo de Mirtha Legrand, en 1968.
Onaindia se refirió también a la pareja única (escritora-guionista y director de cine) que formaron Guido y Torre Nilsson, quienes se habían conocido en casa de Ernesto Sabato. Y se concentró en tres de sus títulos Fin de fiesta, El incendio y las vísperas y Escándalos y soledades, para entablar una ineludible relación entre su obra y la historia política argentina. A propósito, el exilio en 1975, cuando prohíben el estreno de Piedra libre, llevó la conversación al sistema de censura en el cine argentino y su posterior derogación tras las elecciones de 1983. Guido fue agregada cultural en la embajada argentina en España durante el gobierno de Alfonsín, a quien apoyó desde el principio. Por eso, los 40 años de democracia, que se están conmemorando este año, también son un marco apropiado para presentar este trabajo.
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