Basquiat, ese relámpago: Río celebra la obra vital del hechicero del arte pop
Ochenta piezas, entre cuadros, dibujos, grafitis y platos pintados, integran la muestra más importante sobre la gran estrella realizada hasta ahora en América Latina; se podrá ver hasta enero
RÍO DE JANEIRO.– Nada es aleatorio. Para los organizadores de la mayor exposición sobre Jean-Michel Basquiat (1960-1988) jamás realizada en América Latina, la muestra sobre uno de los artistas estadounidenses más influyentes en la cultura pop mundial llega en un momento muy pertinente para Brasil.
"Hace ya algunos años que los brasileños atraviesan una crisis tras otra y se sienten en el fondo del pozo. Es algo parecido a lo que ocurría en la Nueva York de finales de los años 70 y en toda la década de los 80, cuando la ciudad se encontraba en aprietos financieros, la criminalidad aumentaba por todos lados, había una epidemia de crack, mucho desempleo, pobreza y decadencia. Pero Basquiat y toda una generación de artistas que entonces se desarrollaron juntos allí impulsaron una fuerte renovación que acabó por revitalizar a Nueva York", destacó en diálogo con LA NACION Pieter Tjabbes, curador de la exposición, que se inauguró recientemente en el Centro Cultural Banco do Brasil, de esta ciudad, luego de un exitoso paso por las sedes de San Pablo, Brasilia y Belo Horizonte.
"Creemos que la muestra puede dar a los brasileños un mensaje de optimismo, del poder transformador del arte y, en estos tiempos duros, resaltar la importancia de proteger a las minorías y valorar la creatividad", agregó este experto holandés, radicado desde hace ya tres décadas en Brasil, donde fundó y dirige la productora Art Unlimited.
Compuesta por más de 80 piezas, entre cuadros, dibujos, grabados y platos pintados pertenecientes a la colección Mugrabi –una familia sirio-israelí que hizo fortuna con el comercio textil en Colombia y luego se instaló en Nueva York–, la inédita retrospectiva permanecerá en Río hasta el 7 de enero, un período en que la Cidade Maravilhosa recibe a millones de visitantes –entre ellos, una mayoría de argentinos– para disfrutar de sus playas y celebrar su famoso Réveillon. Como opción cultural para el verano carioca, zambullirse en la vigorosa obra de Basquiat representa una refrescante y única oportunidad, además de barata, ya que la entrada es gratuita.
Organizada de manera cronológica, la exposición está separada en tres grandes fases de la corta vida de este prolífico artista, que falleció a los 27 años por una sobredosis de heroína: sus comienzos, entre 1976 y 1979; los años de apogeo de su producción, entre 1980 y 1982, y la última etapa, entre 1983 y 1988, cuando ya era una figura reconocida en el mundo del arte y participó de proyectos junto a su amigo Andy Warhol, en medio de una creciente y fatal adicción.
Hijo de inmigrantes afrocaribeños –su padre era haitiano; su madre, de origen puertorriqueño–, Basquiat fue consciente desde pequeño de la discriminación contra los negros en general y en particular la que se ejercía en el ambiente artístico, dominado por los blancos, que muchos años más tarde sacudiría. De clase media, vivía junto a sus padres y dos hermanas menores en un cómodo brownstone de Brooklyn donde se hablaba inglés, francés y español. Allí creció con el jazz que oía su padre y las frecuentes visitas que realizaba junto a su madre al Museo de Arte de Brooklyn.
Autodidacta y precoz, empezó a dibujar y pintar influenciado por las obras que veía en los museos, los cómics y los dibujos animados, de los que era fanático. Pero a los siete años fue atropellado por un auto mientras jugaba en la calle y debió permanecer varias semanas en reposo, encerrado en su casa hasta recuperarse de las heridas en sus huesos. Para entretenerlo, su madre le regaló el clásico libro Anatomía de Gray (1858), que lo fascinó por sus detallados dibujos del cuerpo humano.
"El libro tuvo un impacto enorme; en casi toda su obra hay elementos de la anatomía humana que remiten a ese volumen", dijo Tjabbes.
Temperamental, curioso e inquieto, a los 17 años abandonó la secundaria y empezó a vivir con otros jóvenes amigos en diferentes casas por toda Nueva York. La ciudad, con sus calles, sus personajes, sus grafitis y su cultura, se volvió un gigantesco parque de juegos, su laboratorio de experimentos artísticos. Pintaba, pero también tenía una banda de rock (Gray) y actuaba en películas y videoclips. En aquella primera fase, junto a su amigo Al Díaz, pintaban frases en las paredes del Bajo Manhattan, frente a galerías, centros culturales y bares a los que asistían muchos artistas (Mudd Club, CBGB, Studio 54). Eran declaraciones críticas que firmaban como SAMO (por "same old shit": "la misma mierda de siempre"). Se volvieron celebridades en el ambiente cultural, que poco a poco empezó a descubrir los dibujos de Basquiat. En tanto, él se inspiraba en todo lo que lo rodeaba –la cultura afroamericana, el hip-hop, los edificios abandonados, el breakdance, el crimen, los inmigrantes, la televisión, los grafitis, las vidrieras– para comenzar a pintar obras más importantes.
"Pronto se destacó por su técnica innovadora, casi agresiva, y un lenguaje distinto. Usaba soportes no tradicionales, como pedazos de madera de cajones, papeles, cartones, marcos de ventanas y puertas, hacía collages, mezclaba imágenes con palabras y partes del cuerpo. Sus obras reflejaban el ritmo y el sonido de la vida neoyorquina, salpicados por elementos bíblicos, de los dibujos animados, de la música y hasta de las noticias en la televisión", explicó Tjabbes, para quien la forma de expresarse de Basquiat tiene gran conexión con la manera en que hoy procesamos la variada información que nos rodea.
"La obra de Basquiat es tan actual hoy como hace 35 años. No es una sorpresa que a los jóvenes, criados con internet y redes sociales como Instagram y YouTube, les resulte tan familiar. Sus cuadros no tienen una estructura o composición clásica, están compuestos por elementos que tal vez por sí solos no tienen mucho sentido, parecen mal organizados, desconectados, pero que en su conjunto transmiten mensajes con una fuerza y un dinamismo únicos", subrayó el curador.
Los galeristas de la época –como Annina Nosei, Larry Gagosian y Mary Boone– notaron la singularidad y vitalidad de Basquiat, y se lanzaron a comprar sus piezas en tanto aumentaban las exposiciones y los elogios de la crítica, que lo convirtieron rápidamente en un artista exitoso. Por entonces convivía con una novia que iniciaba su carrera como cantante y se hacía llamar Madonna. Ambos formaban parte de un grupo de amigos que incluía a los músicos David Bowie y Blondie, el actor Vincent Gallo y los artistas plásticos Keith Haring, Nan Goldin y Robert Rauschenberg.
En 1982, Basquiat también conoció a Andy Warhol y se volvieron grandes amigos y colaboradores; cuatro del centenar de telas que produjeron juntos en los cinco años siguientes forman parte de la muestra. A esa última etapa también pertenece una colección de 45 platos pintados por el artista con caricaturas de amigos y artistas a los que admiraba, mientras se volvía cada vez más adicto a las drogas. "La muerte de Warhol, en 1987, lo golpeó mucho, perdió su piso y cayó mucho más profundo en la heroína", dijo el curador.
Basquiat murió el 12 de agosto de 1988, víctima de una sobredosis, en su estudio-hogar de Great Jones Street. Desde entonces, sus pinturas no han parado de valorizarse. En mayo del año pasado, uno de sus óleos, Sin título (1982), que representa una gran calavera, fue vendido en Sotheby’s de Nueva York por US$ 110 millones, el precio más alto pagado en una subasta por la obra de un artista estadounidense.
Sin título, 1982
- Óleo, marcador y papel sobre tabla de madera
- Sin título, 1981
- Óleo, tinta al óleo y tinta en spray sobre tela
Sin título, 1981
- Acrílico, tinta spray, tinta al óleo y collage de xerox sobre tela
Huevos, 1985
- Firmado junto a Andy Warhol. Acrílico sobre tela
Jazz, 1986
- Acrílico, tinta al óleo, collage de fotocopias y collage de madera
Red Rabbit, 1982
- Acrílico y tinta al óleo sobre tela