Barret Puig
Su fallecimiento
El dolor que expresaban sus alumnos de la carrera de comunicación es una muestra de lo que dejó el periodista uruguayo Barret Puig, que murió ayer a los 73 años. Profesionalismo, amor por el periodismo, respeto por el público y generosidad para transmitir conocimientos y experiencia: eso fue Barret.
En la última entrevista que le realizaron, definió como "una espléndida experiencia de quince años" su trabajo como corresponsal de LA NACION en Uruguay. Y fue en 2000 cuando esa tarea pasó a otro colega más joven, a quien le expresó apoyo, confianza y el impulso que sólo puede dar una persona con sus virtudes de hombre de bien.
Barret había nacido para ser periodista. Su padre le había puesto como nombre el apellido del escritor y periodista español Rafael Barret, quien se destacó lejos de su patria, en el sur de América.
A los 17 años, comenzó una carrera que lo convirtió en un periodista completo, tanto en diarios como en radio, donde fue uno de los principales informadores del país, y en televisión, donde participó en la emisión que marcó el pasaje del blanco y negro a la era color.
Con su voz atildada, informó a generaciones de uruguayos que a las 6 de la mañana lo escuchaban por radio Carve.
Integró el equipo de periodistas que tuvieron que atreverse a desarrollar los informativos de la TV local y vivió los duros inicios en los viejos galpones de Saeta-Canal 10. Estuvo en las etapas en que todo era en vivo, incluso las tandas, y no existía el videotape, pero también en el último cambio de siglo, con las tecnologías avanzadas.
Como periodista se especializó en análisis internacional y también en la crítica de ópera.
Trabajó hasta el último día, cuando en el semanario Búsqueda publicó su columna sobre ópera y dejó grabado el programa de radio Carve para el sábado a la noche, en el que presentaba obras como La bohème , su preferida.
El jueves pasado llegó a su casa con la satisfacción que le habían dado sus alumnos de la Universidad Católica: en la última clase del semestre habían compartido una merienda como expresión de cariño. En otra clase se habían puesto de pie para aplaudirlo.
Barret le dijo a la secretaria docente que para el segundo semestre quería grabar sus clases, para transcribirlas y hacer un texto, por si algún día no podía continuar con su tarea de profesor. Volvió a su casa y salió con su mascota, un beagle llamado Fonzi, y sufrió un infarto en plena calle. Murió ayer. Su nombre quedó grabado en lo mejor del periodismo uruguayo.