Banksy: el grafitero que revolucionó el arte mundial
Nadie le conoce la cara, pero su humor y su mensaje sorprenden
LONDRES.- La fría mañana de mayo de 2007 había empezado como casi todos los días de ese año. El reloj todavía no marcaba las nueve, pero las rutinarias calles londinenses estaban copadas por oficinistas que apenas levantaban la mirada de sus teléfonos "inteligentes" para cruzar la calle sin ser atropellados. Nada parecía nuevo. Hasta que en una esquina lo vi.
Ahí estaba, inmaculado. En una pared semidestruida al lado de mi oficina, un mural mostraba un cajero automático atacando con un brazo electrónico a una nena. Era un grafiti, pero no cualquiera. Era un Banksy. Y esa pared que hasta entonces no era nada más que eso se había transformado, casi automáticamente, en una galería de arte.
La sorpresiva aparición de una obra de uno de los grafiteros más reconocidos del mundo en el barrio londinense de Islington fue tema de conversación entre los vecinos durante semanas. Algunos decían conocer con absoluta certidumbre el origen de aquella imagen. Otros aseguraban que no era más que una burda imitación.
La zona se había transformado en una comunidad de curadores expertos en el trabajo de uno de los artistas más incógnitos del planeta. Un famoso a quien casi nadie le ha visto la cara.
Banksy es un pintor, o pintora, o un colectivo de artistas. Es un loco, un genio, un rebelde o un calculador. Alguien que sabe cómo hacerles el juego a los poderosos del mundo del arte, a quienes usa para su beneficio propio, o un artista que sólo busca fama y dinero. Es todo eso o nada de eso, depende de a quién se le pregunte. Nadie lo sabe con certeza, pero lo que nadie puede discutir es que con apenas unas latas de aerosol transforma oscuros callejones en exitosas atracciones turísticas. Su presencia en cualquier metrópolis hace que un día ordinario se transforme en una búsqueda del tesoro. Es uno de los artistas más buscados del mundo, aunque el más difícil de encontrar.
La historia dice que Banksy comenzó su carrera en la década del 90 en Bristol, conocida como la capital mundial del grafiti. Entonces, era parte de un colectivo de artistas que pasaban sus días intentando plasmar sus obras sin ser arrestados por delitos de "vandalismo". La leyenda cuenta que fue entonces, mientras intentaba buscar formas de trabajar más rápido que la policía cuando Banksy adoptó su clásica técnica de esténcil. Los críticos de arte que analizan cada una de sus obras con el interés de quien observa un Picasso o Matisse fuera de las estériles paredes de un museo afirman que lo que lo diferencia de todos los demás es su singular estilo, que combina humor, sarcasmo, imágenes logradas y mensajes políticos de alto impacto.
Desde la mañana en 1994 en la que los habitantes de Bristol se despertaron ante un mural en el que un oso de peluche gigante tiraba una bomba molotov a tres policías antimotines, su fama no para de crecer, al ritmo de su casi interminable porfolio de obras.
Sus trabajos hablan de los males que afectan a este lado del planeta. Son antiguerra, antiestablecimiento, anticonsumismo, se ríen de la hipocresía y del estilo de vida egoísta de las modernas sociedades de consumo. Una chica que cae del cielo mientras intenta sostenerse de un carrito de supermercado ("comprar hasta morir", plasmado en la pared de uno de los barrios más privilegiados de Londres). Una escultura de un Ronald McDonald vestido con harapos (en Estados Unidos). Una casilla telefónica londinense controlada por tres espías vestidos de sobretodo en el centro de Londres. Y una de sus más recientes: una cuerda en la que tres palomas protestan contra un pájaro "migrante" plasmada hace pocos meses, mientras los diarios del país replicaban el anuncio de las nuevas políticas antimigratorias del gobierno del conservador David Cameron.
Fiebre de Banksy
Sus murales se convirtieron en íconos británicos, a la altura de los colectivos de dos pisos, los taxis negros y las cabinas de teléfono rojas. Al llegar el milenio, sus provocativos grafitis ya adornaban las paredes de decenas de ciudades en el Reino Unido, Australia, Francia, Estados Unidos y Canadá. En 2010, la revista Time lo incluyó en la lista de las 100 personas más influyentes del mundo. Cuando le pidieron que enviara una foto, mandó una de un hombre con una bolsa de papel en la cabeza.
Los críticos de arte dicen que su personalidad es parte de lo que hace a su obra única. Pero mientras multimillonarios de la talla de Brad Pitt, Kate Moss y Christina Aguilera han pagado cientos de miles de dólares por el privilegio de colgar un grafiti arrancado de una pared en sus casas, otros no permiten que los famosísimos murales sean vistos por más de unas horas. Precisamente eso ocurrió en marzo de 2008, cuando un mural que mostraba a un nene pintando un cartel que decía "Toma esto, sociedad" en el centro de Londres, fue tapado casi inmediatamente por orden de las autoridades locales.
Pero la gente lo ama y quiere más de él. En 2006 Bristol se despertó ante un nuevo mural frente a la alcaldía de la ciudad. Era un dibujo en el que un hombre desnudo apenas se sostenía de una ventana de la que colgaba con la punta de los dedos. La alcaldía organizó un voto público para decidir si cubrir lo que algunos consideraban un acto de vandalismo. El 93% de las mil personas que votaron decidieron que el dibujo debía permanecer en la pared. Y así fue.
Atrápame si puedes
Pero Banksy tiene un problema. Todo lo que se diga de él es imposible de confirmar. Y mientras sus obras adornan las principales capitales del mundo, la especialidad del genio del aerosol parece tener menos que ver con la pintura y más con su naturaleza escurridiza. Encontrarlo es casi tan difícil como saber con certeza si sus obras son, efectivamente, suyas. Y en un mundo donde la vigilancia está a la orden del día y los artistas regalarían parte de su talento por el privilegio de ser reconocidos, el resguardado anonimato del grafitero es difícil de comprender. Y aunque quienes lo han visto se pueden contar con los dedos de una mano, en Londres sólo hace falta mencionar su apodo para que alguien se apresure a contar una anécdota que lo involucre. La señora que conoce a alguien que le alquiló una casa, el quiosquero de un barrio del este de la ciudad que jura que le vendía cigarrillos, los dueños de la casa donde el artista pintó un mural, los grafiteros de Bristol que juran haber salido "de gira" con él. Pero en respuesta a las preguntas, a la señora se le empiezan a confundir las fechas, el quiosquero dice que en realidad ve a muchos clientes por día, los dueños de la famosa casa deciden que no quieren hablar, los grafiteros se escudan en el "código de la calle". Parece que además de pintar los mejores grafitis del mundo, Banksy sabe rodearse de la gente más leal del planeta.
Banksy no da entrevistas. Tal vez por eso, el periodista Keegan Hamilton, del periódico gratuito Village Voice de Nueva York, no creyó que aquel famoso mensaje que recibió en octubre de 2013 fuera más que una broma. El correo electrónico, titulado "confidencial", ofrecía lo que todos querían: una entrevista con el artista, aunque resultó siendo una serie de intercambios esporádicos de mensajes donde los periodistas insistían en hacer preguntas y el artista respondía lo que quería. El grafitero accedió a dar su visión sobre un tema que en general evita, pero sobre el que todos le preguntan: la dicotomía entre arte y éxito comercial. "Creo que el éxito comercial es una falla para un grafitero. Obviamente la gente necesita ganar dinero. Pero es complicado porque se siente que cada vez que haces dinero de una obra que pusiste en la calle, haces que eso se transforme mágicamente en una forma de publicidad", dijo al Village Voice. Cuando la nota salió publicada, los criticos de Banksy no tardaron en decir que la persona detrás de los famosos murales no es más que un egocéntrico que encontró en el anonimato la mejor forma de publicidad.
Pero Banksy dice que el único secreto de su éxito es la dedicación absoluta que le brinda a su arte. Como se lee en su sitio web: "Lo mejor, y lo peor, del arte callejero es que cometes tus errores en público". O al menos creemos que fue él quien lo dijo, o ella o ellos.
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