Balance 2021: la transformación del mercado de arte
El boom de las obras NFT contribuyó a un año récord para las subastas; entre los hitos se contó la pintura de Frida Kahlo comprada por Eduardo Costantini por el precio más alto para el arte latinoamericano
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“Vamos a terminar hablando con los cuadros”, decía días atrás Alberto Echegaray a un grupo de jóvenes que lo escuchaban fanatizados. El experto en finanzas devenido artista les anticipaba un futuro de obras realizadas con inteligencia artificial, en el que los retratos colgados en nuestras casas podrían seguirnos con la mirada, sonreír o ponerse tristes según nuestro estado de ánimo.
A su lado, rodeada de obras digitales exhibidas como hologramas en la segunda edición del festival XReal en la isla El Descanso, estaba la suya: una esfera de acrílico transparente valuada en 1,1 millón de dólares, similar a las que vendió rellenas con dinero triturado en 2014 en arteba, solo que esta tiene en su interior una billetera virtual con 20 Bitcoins. Una de las criptomonedas que, junto con los Tokens No Fungibles (NFT), revolucionaron este año el mercado del arte.
La tecnología blockchain parece haber llegado para cambiarlo todo desde que un collage digital se subastó en Christie’s en marzo por 69,3 millones de dólares y convirtió al diseñador estadounidense Mike Winkelmann –más conocido como Beeple-, en el tercer artista vivo más cotizado del mundo. La venta marcó varios récords y el comienzo de una fiebre por este tipo de piezas virtuales con garantía de propiedad y autenticidad. A tal punto que ya se ofrece la posibilidad de acceder a “pedacitos” intangibles de una pintura creada hace 125 años por Pierre-Auguste Renoir.
Nuevos empresarios jóvenes como el chino Justin Sun, creador de la criptomoneda Tron, invirtieron también en obras físicas y contribuyeron a que se registrara en 2021 una facturación sin precedente para las subastas. Entre Sotheby’s y Christie’s recaudaron un total de 14.400 millones de dólares: 7300 la primera -la cifra más alta en sus 277 años de historia- y 7100 la segunda, que vendió la obra más cara del año: una pintura de Picasso, por 103,4 millones de dólares.
Uno de los hitos de los remates fue marcado por Eduardo Costantini. El fundador del Malba volvió a ubicar a Frida Kahlo en el primer puesto de las obras más caras del arte latinoamericano, al pagar 34,8 millones de dólares por Diego y yo. También hubo récords para Banksy, cuando se revendió por 25,38 millones de dólares la obra que había destruido hace tres años en plena subasta, y para un dibujo de Leonardo da Vinci (12,1 millones), por citar un par.
Este último tuvo su contraparte NFT creada por el duo Hackatao, una de las principales tendencias en esta nueva era híbrida acelerada por la pandemia. El complemento entre lo físico y lo virtual se comprobó con las obras presentadas por la nueva plataforma Aorist, durante la semana de Art Basel Miami, y por el festival local XReal. Ambos pusieron también el acento sobre la creciente sinergia entre arte y conciencia ambiental, tema que inspiró a su vez la muestra actual del Centro Cultural Kirchner.
La posibilidad de comprar con criptomonedas fue otra novedad en la segunda edición de Diderot Digital Exhibition, muestra virtual en 360° que este año sumó NFTs, y en arteba, que regresó a lo presencial tras la pausa de 2020 con una exitosa edición en La Boca. También BAphoto se mudó temporalmente desde La Rural hasta Casa Basavilbaso, en Retiro, y aportó la oferta internacional desde su sitio web por las limitaciones para viajar impuestas por el coronavirus. Restricciones que se sortearon con imaginación a la hora de exportar e importar muestras, como ocurrió con la representación latinoamericana en la feria madrileña ARCO y La Suite, con obras de colecciones públicas francesas recreadas a distancia, en Fundación Proa.
La producción nacional, sin embargo, fue la estrella de la programación de museos y centros culturales. Como las muestras que le dedicaron el Museo Nacional de Bellas Artes (MNBA) a León Ferrari y el Moderno a Alberto Greco y a artistas jóvenes de todo el país, o Inventar a la intemperie, en el Parque de la memoria. Una de las pocas excepciones fue la antológica de Rafael Barradas con la que el Malba celebró sus dos décadas, en un año que vio partir a su directora artística –Gabriela Rangel- y recibió como curadora en jefe a María Amalia García. Este año se celebraron también los 125 años del MNBA, los 90 de su Asociación de Amigos, los 30 de arteba y los 25 de Fundación Proa y del Premio Klemm.
Las celebraciones de algunos de ellos contribuyeron a la aceleración del ritmo de la agenda en el último cuatrimestre del año, que por momentos pareció más intensa que en la prepandemia. Además de las múltiples propuestas de Bienalsur, que había comenzado en julio, se concentraron también las ferias presenciales, la Noche de los Museos, la Bienal de Performance, inauguraciones de muestras, estudios abiertos, entregas de premios y el anuncio del proyecto seleccionado para representar a la Argentina el año próximo en la Bienal de Venecia.
Este último será realizado por Mónica Heller, artista revelación que ganó también el tercer premio otorgado por Fundación Fortabat para mayores de 35 años. Otra gran protagonista del 2021 fue Marta Minujín: no solo construyó a distancia un Big Ben monumental presentado en el Festival Internacional de Manchester; también inauguró sala propia para su obra Minucode en el Museo de Arte Moderno de Nueva York, una muestra con instalación inmersiva en Fundación Santander, recreó su nido de hornero histórico en el CCK, exhibió en el MNBA su obra Pandemia, fue reconocida con el doctorado honoris causa por la Universidad Torcuato Di Tella y tuvo capitulo propio en el libro El Di Tella (Paidós), de Fernando García.
Hubo, también, varias despedidas. Como las de Guillermo Roux, Christian Boltanski, Christo y Jorge Gumier Maier, artista y curador fallecido días atrás, a quien Rolf Art dedica su muestra actual; mañana tendrá además otro homenaje en el Museo Nacional de Bellas Artes. Cerró también la sede de Fototeca FOLA, en Distrito Arcos, para convertirse en un museo de fotografía itinerante que desde enero recorrerá el país. Y en Uruguay Amalia Amoedo, expresidenta de arteba, inauguró una residencia para artistas en una casa diseñada por Edgardo Giménez. Apenas dos ejemplos de proyectos nacidos en pandemia, varios de los cuales aún quedan por verse.