Balance 2020: la pandemia hizo estragos en el sector editorial
Si bien durante el primer trimestre del año se sostuvieron las expectativas de editores y libreros, el aislamiento social, preventivo y obligatorio establecido a mediados de marzo por decisión del Gobierno nacional, y su extensión por varios meses, con imprentas, librerías y editoriales cerradas, hizo que los niveles de producción y de venta de libros cayeran a niveles alarmantes, por debajo incluso de los de 2002. Todavía no hay una medición del impacto que tuvo la pandemia en el sector cultural.
La cancelación de la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires fue otro duro golpe para el sector. Después de más de cincuenta días de permanecer cerradas, las librerías reabrieron sus puertas en la ciudad de Buenos Aires a mediados de mayo, en horarios limitados y con estrictos protocolos sanitarios. Hasta ese momento, habían empezado a vender libros por medio del comercio electrónico que, pese a un presunto auge, no movió el amperímetro. Para sortear la crisis, que hizo peligrar la cadena de pagos, varias editoriales decidieron vender sus libros de forma directa (lo que suscitó críticas de los libreros).
Las caídas en la producción y en ventas, cercanas a un 40% respecto de 2019 según datos de las cámaras, determinaron que varias novedades previstas para este año se postergaran; algunas editoriales, incluso, rescindieron contratos con los autores. Hubo menos novedades que en 2019. El Estado nacional instrumentó algunas medidas paliativas que beneficiaron al sector por algunos meses: se ejecutó el presupuesto para la compra de libros por parte de la Comisión Nacional de Bibliotecas Populares (que se hizo en forma virtual), el Ministerio de Cultura otorgó subsidios y ayudas económicas a empresas culturales y, desde el Ministerio de Desarrollo Productivo, se lanzó el programa de Asistencia al Trabajo y la Producción (ATP), con el que el Estado abonó parte del salario de los trabajadores registrados, de mayo a octubre. A partir de noviembre, la industria editorial y las librerías fueron excluidas del programa ATP, lo que ocasionó fuertes protestas de cámaras y federaciones del sector, editores y escritores. Las iniciativas de la ciudad de Buenos Aires para apoyar al sector fueron más bien simbólicas; del 5 al 8 de este mes, el Ministerio de Cultura porteño, el de Espacio Público y la Fundación El Libro coorganizaron la primera Feria de Editoriales y Librerías de la ciudad de Buenos Aires (Felba), una de las pocas ferias del libro presenciales de 2020 en el país. Casi en simultáneo, el dueño de la histórica Librería de las Luces anunció una megaliquidación de ejemplares por cierre definitivo, a la vez que otros colegas de librerías porteñas informaron que atraviesan una delicada situación financiera.
“Por la pandemia, fue un año pésimo, horribles los meses de abril y mayo –resume Martín Gremmelspacher, presidente de la Cámara Argentina del Libro-. A partir de agosto, hubo cierta recuperación, aunque lejos todavía de los números de 2019, que había sido el peor año desde 2016. Vamos a terminar un año muy difícil”. Las expectativas de editores y libreros, como de toda la sociedad, están depositadas en las vacunas. “Si no volvemos a la normalidad, el sector seguirá estando castigado. Esperamos volver a crecer en 2021, de la mano de la reactivación salarial”. Se destaca un dato positivo: la inversión por parte del Ministerio de Educación de seiscientos millones de pesos para la compra de un millón y medio de libros de literatura destinado al Plan Nacional de Lecturas.
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