
"¡Ay, Haydée, por fin un tanguito...!"
-Yvar Mikhaschoff, unos de sus maestros, encargó toda una serie de tangos a compositores contemporáneos. ¿Sabe cuál fue el impulso inicial de esos encargos?
-Él creó esa colección, que después llamó International Piano Tango Collection , en 1984. Yvar era muy experto en el tango porque, de joven, fue bailarín profesional. Participaba de los concursos Ballroom Dance. Tenía mucha curiosidad por esta música y por la Argentina. Y en uno de esos megaproyectos que imaginan los estadounidenses, encargó a compositores del área académica de todas partes del mundo una pieza de no más de tres o cuatro minutos con una misma consigna: mantener algún tipo de relación con lo que cada uno entendiera por tango, ya fuera un gesto característico rítmico o uno melódico, o incluso desde la mística. La colección llegó a tener más de cien obras, entre ellas de John Cage, de Conlon Nancarrow, que es extraordinario, y de muchos compositores de Estados Unidos, europeos, asiáticos, centroamericanos. Algunos suenan realmente muy estrafalarios. No había argentinos porque Yvar no tenía contacto con ninguno.
-Entonces, ésa fue un poco su tarea. En ese punto, ¿pensó, al encargar las piezas, en compositores que tuvieran alguna relación anterior con el tango?
-No, eso no me importó. Elegí a los dieciséis compositores por su trabajo y, de hecho, lo que quedó fue una muestra bien representativa de cada uno, con una mirada hacia el tango. Todos tenían una gran curiosidad por saber cómo era el tango del otro. Pero creo que hay una diferencia de color entre mi colección y la que recopiló Mikhaschoff. Los argentinos en general, o por lo menos los que yo elegí, optaron por trabajar en el registro grave del piano? como si quisieran evocar el barro, la oscuridad. En todos ellos se escucha también algo sentimentalmente muy genuino.
-¿Por qué cree que tantos compositores del siglo XX se interesaron por el tango?
-Bueno, una razón podría ser el exotismo. Pero hablando desde mi lugar (nunca toqué tango en mi vida y sigo sin tocarlo, no manejo el estilo más que desde la intuición) creo que el tango tiene algunas características que resultan sorprendentes. Hay una anécdota que siempre cuento. Yo estaba estudiando en Uruguay. Preparaba la Sonata de Alban Berg. Un día bajo al hall del edificio y me encuentro con el encargado; y entonces él me dice, muy emocionado: "¡Ay, Haydée, por fin un tanguito!" Primero me quedé seca, pero después empecé a pensar y descubrí que era perfecto lo que me decía ese hombre. Desmenuzado como cuando uno lo estudia, bien podría ser un tango porque tiene gestos muy tangueros en el ritmo y en ciertos giros melódicos. De modo que esa observación me sirvió para replantearme la interpretación de la obra. Los contrastes, la melancolía, el rubato ... hay muchas cosas que bien se podrían aplicar al tango como a mucha música clásica.