Aventuras verbales del ensayo
UNA BIOGRAFIA DE LA LLUVIA Por Santiago Kovadloff-(Emecé)-229 páginas-($ 28)
Una biografía de la lluvia es, entre otras cosas, un texto escrito en un estado de sorpresa y de reverencia. Puesto frente a la extrañeza, diversidad y enigmática gratuidad de un mundo al que se resiste a calificar como "natural", Kovadloff escribe contra la vocación totalitaria de la razón (no contra la razón misma) desde un registro que funde, indisolublemente, filosofía y poesía, en donde cada pensamiento fulgura a partir de la trama concreta de la experiencia. Pone así en valor el carácter literario del ensayo como aventura de la creación verbal y como relación legítimamente subjetiva de la escritura con la elusiva realidad y con los otros sujetos de la comunidad lectora.
¿Sobre qué "trata" esta "biografía de la lluvia"? Sobre todo, y sobre nada en particular: sobre la materia inestable y fugitiva de la vida y de los sueños que la constituyen. Sobre lo que creemos ser y lo que parecemos a los ojos de los otros; sobre lo que en nosotros no es el "yo" trabajosamente edificado sino las huellas indiscernibles de las generaciones que nos precedieron, con sus gestos ignorados y sus lenguas perdidas; sobre el cuerpo de la historia y la historia en nuestros cuerpos. Habla de la imposibilidad de recuperar los pasados deslumbramientos en otro lugar que no sea el propio interior, donde los recuerdos se atesoran, se rehacen, se reinterpretan. Habla de la "emoción de traducir", no como la utopía de anular las diferencias en una lengua inaugural (Benjamin) previa a Babel, sino como voluntad de iluminar y reconocer esas diferencias en una apuesta de diálogo y comunión. Habla del arte de soñar despierto como donación generosa del júbilo de vivir, de los ritos de la compañía y del encuentro, del insomnio como descolocación, exilio y extravío, y de quien escribe como eterno extraviado en una exterioridad inaccesible a su torpeza. De esa torpeza, de ese sentimiento de perpetua inadecuación nace, justamente, la escritura: recurso imprescindible para negociar con la experiencia que desborda y sobrepasa, con el espacio desconcertante, con el tiempo en fuga que todo lo contamina con un vértigo de irrealidad. El desajuste se transforma, así, en vocación; la ignorancia, en acicate. Escribir no es, en este sentido, poner en letra un pensamiento ya configurado, sino el paulatino descubrimiento de lo que no se sabe, la exploración errátil de lo desconocido, que no arrojará certezas, pues el ser humano, sujeto/objeto de tales indagaciones, es -dice Kovadloff- tan indescifrable como Dios mismo.
Por eso, en estas páginas, la sorpresa desemboca inexorablemente en la reverencia ante el prodigioso acontecimiento de estar viviendo, que sólo las máscaras utilitarias de la rutina o la arrogancia del sujeto del conocimiento pueden despojar, momentáneamente, de su irreductible misterio. De ahí, también, el parentesco que Kovadloff apunta entre escribir y orar, no sólo como acto de habla, sino como escucha de los ecos de una voz divina secretamente guardada en las palabras.
Y en fin, Una biografía de la lluvia habla, claro está, de la lluvia misma, "sin por qué ni para qué" como emblema de la "realidad irreductible al entendimiento": "Oyendo y viendo la lluvia, dejándose envolver por su voz y su figura, el latido de este misterio radical gana en nosotros el espesor de una vivencia inconfundible"; así rozamos, "aunque más no sea por un segundo, lo que implica ser criaturas y ya no creadores ni amos." Por la lluvia se revela a las criaturas la donación inexplicable en que la vida consiste.
A tal donación responden, admirablemente, estas páginas que saben reescribir la música del agua, y como ella hablarnos, desde lo fugaz, sobre lo eterno.