Autorretrato en familia
Notas sobre una vida
Por Eleanor Coppola
Hay una razón para que Eleanor Coppola haya decidido abrir Notas sobre una vida , esta recopilación de páginas de su diario personal, con sus apuntes del 12 de mayo de 1986, una semana después de celebrar su cumpleaños número cincuenta. Confiesa en ellos sentirse ante un "período de nueva libertad"; ha llegado el momento de "recoger los cabos de una vida creativa" abandonada en la juventud, cuando decidió dedicarles toda su atención al matrimonio y los hijos. Segura ya de que la familia ha sobrevivido a todos los altibajos y de que su papel de educadora ha concluido -la menor de sus tres hijos, la hoy famosa Sofía, está por cumplir los quince-, es hora de retomar proyectos postergados. Cuando conoció a Francis Ford Coppola (durante el rodaje de Dementia 13 , un film de horror en el que ella se desempeñaba como asistente del director de arte), tenía 25 años y un futuro como diseñadora y artista plástica. Quizás imaginó una carrera al lado de Francis cuando se casaron al año siguiente, pero pronto la posibilidad se desvaneció con la llegada de los hijos. Ellie -así la llaman- nunca dejó de considerarse una artista aunque priorizara, por gusto y por asunción del mandato cultural, las necesidades de su familia. Tuvo paciencia y madurez para armonizar esos dos aspectos de su personalidad y evitar el conflicto, como los tuvo para asimilar los golpes que le propinó la vida, el más doloroso de los cuales fue la muerte accidental de su hijo mayor, Gio, cuando sólo tenía 22 años. Y los tuvo también para afirmar su identidad y ejercer su condición de sagaz observadora aun desde ese segundo plano que adoptó a la sombra del marido y los hijos famosos. No hay quejas, sino sinceridad y aun cierto orgullo en sus palabras. Ha sido el factor aglutinante de la familia y al mismo tiempo testigo y/o partícipe de casi todas las aventuras artísticas (y comerciales) emprendidas por los suyos. De ellas, de sus experiencias y sus viajes, y también de la batalla interior que debió librar entre el deseo de ser buena esposa y madre y la necesidad de expresarse artísticamente, hablan estas páginas que ha elegido y evidentemente reescrito con vistas a otorgar al libro cierta unidad formal. La decisión de disponerlas respetando un orden temático más que cronológico parece algo forzada y en algunos casos sólo logra desorientar o entorpecer la lectura, a lo que también contribuye una traducción que abusa del pretérito perfecto tanto como suelen hacerlo los noticieros de la televisión española.
Observadora puntillosa y dueña de una prosa vívida que ya había sido apreciada en su excelente diario de rodaje de Apocalypse Now , Eleanor Coppola habla aquí sobre todo de familia, de cine y de soledad. Pero aunque mucho de lo que escribe se refiere, lógicamente, a Francis; a Sofía, a quien ha contagiado su pasión por los objetos de arte y su sensibilidad para percibir y valorar cada detalle de una obra, y en menor medida a Roman, también activo en la industria del cine, no hace de ellos los personajes principales de su historia. A través de estos apuntes lo que surge es algo próximo a un autorretrato, el perfil de una mujer sensible, curiosa e interesada por lo que sucede a su alrededor y tan lúcida como para saber distinguir el mejor modo de transmitirlo. Registrándolo con la cámara (como en sus notables making of de films de Francis y Sofia), interpretándolo en lenguaje plástico o, como en este caso, escribiendo.