Aurora Bernárdez descansará finalmente con Julio Cortázar, su gran amor
Los restos de la primera esposa del autor de Rayuela fueron incinerados en París; las cenizas serán colocadas en la tumba del escritor en el cementerio de Montparnasse
PARÍS - La escritora y traductora Aurora Bernárdez, primera esposa y albacea literaria de Julio Cortázar, fue incinerada ayer en el crematorio del cementerio Père Lachaise. El humo que se elevó al cielo en la tarde gris de París, castigada por una llovizna pertinaz, probablemente se llevó sus últimos sueños de transformar su casa de la Plaza del General Beuret para convertirla en un museo dedicado a la memoria del autor de Rayuela.
La cremación, a la que tanto ella como su ex marido se oponían, fue el recurso desesperado, la astucia y el último acto de amor de Aurora Bernárdez para poder ser sepultada en la tumba de Cortázar en el cementerio de Montparnasse.
Esa historia enternecedora se remonta a 1956, cuando viajaron a la India y -por azar- presenciaron una ceremonia fúnebre tradicional hindú, que consiste en la cremación. Horrorizado por ese espectáculo, Cortázar instruyó a quien en ese momento era su esposa:
-No quiero eso para mí -le dijo.
-Yo tampoco -le respondió ella.
El destino obligó a sus familiares, conscientes del perjurio, a cambiar su voluntad para poder lograr un objetivo superior: reunirla con Cortázar.
En Montparnasse, no había lugar para admitirla porque la tumba de Cortázar tenía colmada su capacidad, pues los dos lugares disponibles para un matrimonio estaban ocupados por el escritor y la canadiense Carole Dunlop, su última esposa muerta en 1982. La única solución para poder reunirla con su ex marido consistió en incinerarla en Père Lachaise y colocar sus cenizas en la sepultura de Montparnasse, donde compartirá la eternidad con el único amor de su vida y con Carole Dunlop, que terminó convirtiéndose en su amiga. Incluso la cuidó durante su enfermedad y la acompañó hasta último momento. La ceremonia de inhumación propiamente dicha en Montparnasse se realizará en la más estricta intimidad en una fecha que la familia desea mantener en secreto.
Ese precedente conmovedor fue relatado por María Alejandra Bernárdez, su sobrina, en las escasas conversaciones que mantuvo con las 60 personas que asistieron a la ceremonia de una hora, que comenzó a media tarde, cuando las últimas luces mortecinas se escapan entre los cipreses de ese cementerio que conserva gran parte de la historia de París.
El museo imposible
Durante esos fugaces diálogos reveló que el último sueño de Aurora Bernárdez era convertir su casa de la Plaza del General Beuret, ubicada en el distrito XV de París, en un museo dedicado a la memoria de Cortázar. Después de su separación, en 1967, ella siguió conservando la casa y la mayoría de los muebles que albergaron sus amores. Después de la muerte del escritor, ella recibió parte de su biblioteca, salvo los miles de libros donados por Cortázar a la Biblioteca Nacional de Nicaragua. También recuperó los documentos personales y manuscritos, con los cuales en 2009 editó Papeles inesperados. En esa herencia heteróclita recuperó igualmente algunos muebles y objetos personales sin valor que ahora pensaba exponer en el museo.
En ese memorial planeaba exhibir los pequeños trozos de papel y objetos que dejaban sobre su tumba sus admiradores. Se traba, por lo general, de turistas argentinos que incluían la visita al cementerio de Montparnasse como una de las etapas obligadas de peregrinación durante su viaje a París. Aunque transcurrieron 30 años desde la muerte de Cortázar, Aurora Bernárdez seguía yendo todas las semanas al cementerio a recoger esos testimonios para incluirlos en el museo y -como si fuera casual- dejaba una flor sobre la tumba.
Algunos de esos detalles aparecen fugazmente en La vuelta al día, del cineasta y compositor Philippe Fénelon, que fue exhibido durante la ceremonia previa a la inhumación. Aurora Bernárdez relata allí por primera vez los recuerdos de su vida con el escritor, habla de los encuentros, rememora a los amigos y lee fragmentos de distintas obras.
En ese invalorable documento Aurora dice: "Leí «Casa tomada» y quise conocerlo". También lo define desde la intimidad: "Cortázar era un hombre obsesionado por el orden, pero de un desorden creador".
Después del agradecimiento de María Alejandra Bernárdez y la lectura de un poema enviado por la hermana de Aurora, se hizo la despedida del cuerpo y la ceremonia de la cremación.
Entre las personalidades que acudieron a la ceremonia estaban la escritora Silvia Baron Supervielle, María Kodama -viuda de Borges-, el pintor Antonio Seguí, el realizador del documental Philippe Fénelon y la traductora Odile Begué. También estuvieron presentes dos representantes de la misión diplomática: la embajadora argentina María del Carmen Squeff y el cónsul Luis Sobrón.
Había ofrendas florales de la familia, la embajada, amigos de varias ciudades de Europa y América latina y el Instituto Cervantes. Ese gesto fue reconocido como un testimonio de la institución que mejor defiende la lengua española a una escritora y traductora que tanto hizo por la lengua de Cervantes y de Cortázar.
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