Atacan en redes sociales a la cineasta y escritora Albertina Carri por su film erótico “Las hijas del fuego”
Después de que se difundieran datos falsos sobre el financiamiento de la película, escalaron los agravios; “Lo más preocupante es la violencia desatada”, dice la realizadora a LA NACION
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Desde comienzos de abril, la película Las hijas del fuego, de contenido erótico y “lesbofeminista”, de la cineasta y escritora Albertina Carri (Buenos Aires, 1973), es objeto de un “escrache digital” en redes sociales. A partir de informaciones falsas y con datos erróneos difundidos por la cuenta de X @TraductorTeAma, Carri y su película fueron utilizadas por simpatizantes del Gobierno para criticar el funcionamiento del Incaa. Entre los comentarios, muchos de carácter ofensivo, se agrede a las actrices y la directora por su aspecto corporal o su identidad de género. Carri también es autora de la novela Lo que aprendí de las bestias.
“El INCAA gastó plata de tus impuestos en financiar DOS películas de cine donde unas gordas lesbianas se la pasan culiando. En diciembre 2022 les dimos $18.000.000, el total es mucho más. TODA LA PELÍCULA es de gordas culiando. Por mercado? Por mercado valen $0″, se lee en la publicación que originó una serie de agresiones (misóginas, lesbofóbicas, gordofóbicas) y fue “reposteada” desde otras cuentas, algunas de ellas anónimas y otras con nombre y apellido. “Esta es la cultura del curro”, dictaminó la periodista Yanina Latorre en X. Las hijas de fuego resultó ganadora del premio a la mejor película en la vigésima edición del Bafici, en 2018.
En diálogo con LA NACION, la directora de Los rubios y La rabia, entre otras producciones, remarcó que los ataques, en principio, habían sido contra la película. “Todas las cosas que se dicen son inexactas -señala Carri-. La película no se hizo durante el gobierno de Alberto Fernández, sino durante el de Mauricio Macri; el Incaa no la financió y el Incaa tampoco se financia con los impuestos de los ciudadanos. Todo es falso”.
Las hijas del fuego se filmó durante 2016 y 2017 y se estrenó en 2018. Tuvo más de 20.000 espectadores en todo el país, se estrenó en más de cincuenta festivales de cine (lo que equivale a dinero que ingresó al país en concepto de derechos de exhibición) y estuvo disponible en plataformas de cine especializado como MUBI Europa y MUBI Latam. Ahora mismo está disponible en MUBI Argentina y en Filmin España. Además, se estrenó comercialmente en Alemania, Brasil, Suecia y Finlandia, lo que también equivale a ingresos de dinero al país.
“Es un ataque misógino y también negacionista, porque varios comentarios se ocupan de aclarar que soy hija de desaparecidos y de montoneros, y que vivo de la plata del Estado -agrega Carri, hija de la licenciada en Letras Ana María Caruso y del sociólogo y ensayista Roberto Carri, secuestrados en 1977-. Y además atacan a instituciones culturales estatales y a la libertad de expresión; por lo que sé, quien inició el ataque es alguien que adhiere a las políticas de este Gobierno”.
“Una y otra vez se dice en los posteos y tuits que las películas se financian con ‘nuestros impuestos’, pero no son los impuestos directos de los ciudadanos comunes y corrientes los que van a parar al Incaa o a otros institutos nacionales para el fomento de la cultura -indica Carri-. Son los impuestos que pagan los servicios de radiodifusión al Enacom, que es el ente estatal que regula las telecomunicaciones”.
“La película que tuvo un subsidio del Incaa es ¡Caigan las rosas blancas!, que en el expediente se titula Las hijas del fuego 2, porque está realizada por el mismo equipo técnico y artístico con el que se hizo la primera; no es porno, sino que profundiza la discusión sobre los géneros cinematográficos -aclara la realizadora-. Así como en la primera película trabajamos sobre la hegemonía de los discursos alrededor del género pornográfico, en esta vamos más allá y problematizamos otros géneros, como el terror, la road movie, el cinema verité. Pero más allá de la confusión con el título de la película, la sinopsis de la película es tan pública como sus números”.
¡Caigan las rosas blancas! tiene un presupuesto de 500.000 dólares y el Incaa aportó hasta la fecha menos de 50.000 dólares. “¿Eso que quiere decir? Que hubo que salir a conseguir 450.000 dólares en otros países -dice la directora-. En este caso Brasil, a través de Ancine, que es como el Incaa de ellos; Ibermedia, que es un fondo para las coproducciones iberoamericanas, y una distribuidora asociada que es Vitrine; España a través del ICAA, que es el Incaa de ellos, y el Ministerio de Cultura del País Vasco, y también con apoyos privados de nuestro país. ¿De qué estafa estamos hablando? ¿Toda esa plata que se generó afuera para una película argentina, que viene a nuestro país, a darle trabajo a gente en la Argentina y a posibilitar un film con sello del Incaa no tiene un valor?”.
Para Carri, en redes sociales algunos simpatizantes del Gobierno se escudan en argumentos falaces “para esconder una profunda pulsión censora, de desmembramiento de cualquier acto colectivo de gente que no piense como ellos”.
“Hicimos una película con contenido pornográfico, de la cual nos sentimos muy orgullosas -afirma-. La hicimos con convicción militante, porque consideramos que es necesario desmantelar la máscara patriarcal con la que el género pornográfico, que dio comienzo a la cinematografía mundial, carga todavía en sus narraciones. Y no la hicimos con fondos estatales porque no teníamos ánimos de dar esa disputa frente al Incaa y preferimos buscar socias con pensamientos afines. ¿Pero si la hubiésemos hecho con el Incaa qué problema habría? Dimos trabajo, generamos contenido, avivamos discusiones. ¿Para qué se hace cine sino? ¿Para qué generar contenidos culturales si no es para manifestar nuevos mundos o para poner en cuestión lo existente, lo ya dado? ¿No les gusta ver a lesbianas celebrándose? Pues no las vean. A nosotras nos pasa lo mismo con muchos de los materiales audiovisuales que circulan con naturalidad por salas de cine y plataformas. Y por lo tanto evitamos ver películas llenas de gestos que nos resultan soeces o esos contenidos de legitimación de la exclusión o de criminalización de la diferencia”.
“Lo más preocupante de todo este asunto es la violencia desatada, los niveles de gordofobia y homofobia que develan los posteos y los comentarios -concluye la directora-. A nosotras no nos gusta el diseño de país que estos señores están implementando. Pero no por eso los acusamos con argumentos falsos, ni los tratamos con vehementes groserías. La democracia es un sistema frágil que se construye en conjunto, aprendiendo a convivir con lo que nos gusta y lo que no nos gusta de ella. No saliendo a atacar injustamente a cualquiera que piense o que viva distinto según los estándares de turno”.