Astérix y Obélix despiden a su padre, un monstruo sagrado de la historieta
PARIS.– Astérix se quedó huérfano. Albert Uderzo, el último de sus padres, creadores de las aventuras de ese irreductible galo, ícono de millones y millones de grandes y pequeños en todo el planeta, falleció hoy en Francia a los 92 años. "Fuerza de la naturaleza capaz de vencer una leucemia hace pocos años, Uderzo parecía entonces invencible. Pero el menhir terminó por caer. Es un monumento, en todos los sentidos de término, que murió ‘de una crisis cardíaca sin relación con el coronavirus’, según anunció su familia", escribió Le Monde.
Quienes lo conocieron bien afirmaban que el célebre dibujante prefería Obélix a Astérix. Primero porque fue él, sin René Goscinny —el otro padre de Astérix, fallecido en 1977— quien creó a ese maravilloso distribuidor de menhires en 1959 cuando fue lanzada la serie en las páginas de la revista Pilote. Segundo porque, sin haberlo reconocido nunca, era un poco él mismo. De Obelix, Uderzo tenía la sensibilidad, que lo hacía indignar cada vez que la prensa ponía el acento en la celebridad mundial de Tintín, que nunca vendió la cantidad exorbitante de ejemplares de Asterix (375 millones). Tampoco entendía por qué todos insistían en sus orígenes artísticos franco-belgas. "No tengo nada de belga. Fueron los norteamericanos que me enseñaron a dibujar. Mi modelo de BD (bande déssinée) fue Walt Disney", repetía. Tampoco servía de nada recordarle sus orígenes italianos. "Somos totalmente franceses", replicaba, incluyendo a su mujer Ada, oriunda sin embargo del otro lado de los Alpes, a quien conoció cuando tenía 25 años.
Albert Uderzo nació en Fisnes el 25 de abril de 1927, una pequeña ciudad del departamento de la Marne (noreste de Francia) donde su padre, carpintero de profesión, se instaló cuando dejó su Italia natal. Su destino no fue muy diferente al de su compinche René Goscinny, un parisino de padre polaco y madre ucraniana.
"Esa similitud hace de Asterix, ese héroe ‘très français’, cuyo nombre deriva de un símbolo tipográfico (el asterisco), un puro producto de la inmigración", reflexionó no hace mucho el célebre dibujante británico David Lloyd.
Uderzo, por su parte, debe su patronímico a una pequeña ciudad de la región del Véneto, Oderzo, antiguamente Opitergium. Fundada en el siglo X a.J.C., fue destruida en varias ocasiones por los bárbaros durante la caída del imperio romano. Cansados de esas invasiones a repetición, parte de sus habitantes se instalaron en la laguna, donde participaron en la fundación del Rialto, la futura Venecia.
"Cuentan que, en medio de ese caos, los mercaderes de telas de Treviso descubrieron un solo ser con vida: un bebé que adoptaron dándole el nombre de la ciudad destruida. Ese niño habría dado origen a todos los representantes del nombre que llevo", relató el dibujante en su autobiografía Albert Uderzo se cuenta (2008).
Uderzo vivió sus primeras emociones de lector con las historias del ratón de Disney, publicadas en el Petit Parisien, que su padre le compraba con regularidad. Desde ese momento, aquel que soñaba con convertirse en mecánico, cayó a los 14 años en la trampa de la historieta, de la que nunca volvió a salir.
Clopinard, un viejo soldado del ejército de Napoleón; Zartan, parodia de Tarzán; Zidore, el hombre-mono; Capitán Marvel Junior; el joven gigante Arys Buck y el enano Castagnasse… Muchos fueron los personajes que nacieron de su pluma durante sus años de formación.
En la década de 1950 conoció a René Goscinny, un joven dibujante recién llegado de Estados Unidos. "Después de coincidir en la necesidad de aportar sangre nueva a la BD, decidimos trabajar juntos. El haría el relato, disciplina que le convenía. Yo los dibujos, con los que me sentía más cómodo. Yo tenía 24 años, el 25, y queríamos hacer el mundo de nuevo, con toda la inconciencia y la audacia de nuestra juventud", escribió en sus memorias.
Publicada en álbum, la primera historieta de la serie, Asterix, el galo, tuvo un modesto comienzo con un tiraje de 6.000 ejemplares. La segunda, La hoz de oro (1962), vendió 20.000 y la tercera, Asterix y los godos (1963), 40.000. Desde entonces, las ventas nunca dejaron de progresar a pesar de la muerte de Goscinny, a los 51 años, y aun cuando Uderzo, que decidió continuar solo la aventura, demostró sus serias carencias como guionista.
En los últimos años, su mano hinchada y deformada, testimonio de la cadencia que le impuso en la juventud, le impedía incluso garabatear una simple dedicatoria. Albert Uderzo lo lamentaba: "Hoy que no puedo, me doy cuenta del placer que me procuraba terminar un trabajo. No digo que lo que hacía era maravilloso. Pero sentía la satisfacción de progresar. Y eso me bastaba".
Con él desaparece, en verdad, uno de los últimos monstruos sagrados de la historieta, a pesar del desdén de sus muchos detractores. "Hoy, para él solo existe el dinero, el dinero. Uderzo no tiene amigos. Es Citizen Kane sin el talento de Orson Welles", fue una de las tantas maldades proferidas. Esta, cuyo autor fue el dibujante Philippe Druillet, publicada en las columnas del semanario Le Point en 1994, resume bastante bien la opinión que el ambiente de la BD tenía del dibujante.
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