Arturo Pérez-Reverte: "El lenguaje está anclado en un ámbito masculino y tiene que transformarse"
Arturo Pérez-Reverte es un escritor de palabra. El año pasado, cuando presentaba en la Argentina Eva -el segundo libro de la serie que inició con Falcó-, prometió que iba a cerrar la trilogía con un nuevo título en 2018. Y así lo hizo: Sabotaje (Alfaguara) es la historia con la que el mundo del espía "amoral", como lo llama su creador, vuelve a las librerías la próxima semana. Esta vez, la misión del protagonista es impedir que Pablo Picasso termine el Guernica para ser exhibido en la Exposición Universal.
Anclada en París, 1937, desde que el espía enciende el primer cigarrillo de la novela hasta la última línea, no faltan la aventura y el glam en su mundo: "Falcó se puso el sombrero ligeramente ladeado, como solía". Tampoco los viajes en tren por Europa, perseguir un objetivo, los hoteles caros, el sexo. Peréz-Reverte, que nació en Cartagena (España, 1951), no es un hombre quieto, viajó incluso más que sus personajes en 21 años de corresponsal de guerra. Con más de treinta libros publicados -la serie Alatriste, entre ellos-, premios y varios de sus títulos llevados al cine, este miembro de la Real Academia Española (RAE), pone en discusión por estos días el tema del lenguaje inclusivo: "Es necesario que el lenguaje en las academias, en la vida normal, en la calle, se adapte y sea inclusivo". Pero, dice y resalta el adversativo: "La exageración es pretender que sea una norma impuesta en todas partes".
-¿Qué tiene este Lorenzo Falcó de distinto, respecto de los dos libros anteriores?
-Como toda la serie, se profundiza más en el personaje, en su personalidad; en el lector y también en el autor, porque a medida que escribía, iba aprendiendo. Escribir una novela también significa aprender sobre ella y el personaje que la protagoniza. Es otra faceta en Falcó. Vemos sus motivos. Nos concentramos más en su mundo de conspiraciones, miedos, peligros. Sigue necesitando la adrenalina. En este caso va un poco más allá en lo que ha ido en las otras novelas.
-¿En qué cosas va más allá?
-De los pocos cambios que se registran en el personaje, es coherente consigo mismo gracias a Eva, esa mujer que conoció en el primer volumen. Ahora Falcó, para quien las mujeres eran cuerpos hermosos a depredar, ha descubierto un respeto distinto. Eso es gracias a las mujeres que ha conocido. La mujer es muy interesante como héroe a la hora de plantear las situaciones extremas: es un héroe que nunca se había tratado. Durante 3000 años de cultura occidental, el hombre ha sido el protagonista. Ahora está a caballo en una extraña y apasionante esquizofrenia, y eso hace que sea un instrumento interesante narrativamente. En las mujeres de Falcó se intensifica más ese hecho, eso que el autor, yo, soy cada vez más consciente. Falcó lo es, como lo soy yo, de que la mujer es el único héroe nuevo que aún va a dar sorpresas en el siglo XXI.
-¿Cómo llegaste a que el Guernica fuera el cuadro para centrar Sabojate?
-Me iba bien cronológicamente. El París de ese momento era muy interesante. Como novelista vi los ingredientes de la novela de una manera clara: había refugiados con la Guerra Mundial a punto de estallar, la Guerra Civil Española y Picasso. Me seducía mucho que Falcó entrara en el mundo de Picasso y del Guernica con intención de destruir el Guernica. Las buenas historias te eligen ellas a ti, no las elige uno a ellas. Es una novela que había que escribirla forzosamente. No me habría perdonado no hacerlo.
-¿Por qué a los lectores les gusta tanto leer novelas de espionaje?
-Sabes que no lo sé. Es una pregunta que me he formulado muchas veces y nunca la he podido responder. Debe tener que ver, imagino, con el juego. En literatura nada ofrece tanta posibilidad de aventura, de sorpresa, como la de ver qué hay allí detrás, si encontramos el tesoro. La novela de espionaje le permite al adulto seguir jugando con ese misterio a resolver. Como autor soy consciente de eso. Hay un doble plano: primero yo la paso bien y hago un desarrollo táctico para que el lector juegue conmigo. Quería hacer una novela canónica con los elementos del género, en un ambiente del 37, escrita con técnicas de narrativas actuales. Una novela de espionaje es el juego descarado, de ahí el enorme placer que me produce.
-Por estos días, circularon declaraciones tuyas respecto del debate sobre el lenguaje inclusivo, ¿cuál es tu mirada sobre esto?
-Es evidente que el lenguaje ha estado anclado en un ámbito masculino y tiene que transformarse. Ha sido injusto en el pasado y lo sería ahora en no adaptarlo. Ya no hay ninguna excusa para que el lenguaje no incluya a las mujeres y las haga visibles. Eso es indiscutible. Es necesario que el lenguaje en las academias, en la vida normal, en la calle, se adapte y sea inclusivo, pero, y esto es fundamental, hay un límite y es el sentido común. Lo razonable. Las leyes básicas de la comunicación, de la lengua, de la semántica, de todo. La exageración es pretender que sea una norma impuesta en todas partes. Produce un efecto negativo, es peor.
-¿Habrá un nuevo Falcó?
-Prometí que Falcó se retiraría de viejo en la Argentina, viviría en el hotel Alvear, desayunaría en La Biela y se cruzaría con su amigo Remil. Es mi promesa. Yo cumplo 67 años el mes que viene. No sé cuánto tiempo me queda, no lo sé, tres meses, cinco años, diez. Hay novelas que quiero escribir que no son Falcó ni Alatriste, novelas que tengo en la cabeza y que no quiero morir con ellas. Escribiré Falcó, haré una pausa, escribiré otras que quiero hacer, una pausa, así. Falcó está vivo en mi cabeza, volverá sin duda si vivo lo suficiente para ello.
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