Arturo Pérez-Reverte dice que le duele “la guerra civil cultural en la Argentina”
MADRID.– "Pero, ¿es que sois gilipollas?" No se cansa Arturo Pérez-Reverte de decir lo mucho que le gusta Buenos Aires y los buenos amigos que allí tiene. Habla con afecto de una ciudad, de un país, en el que termina sintiéndose como en casa. Por eso le duele, dice, "la guerra civil cultural" que separa amigos y que hace que dejen de hablarse "por culpa de unos políticos que están haciendo su negocio". De ese modo define a la famosa grieta, y afirma que es "cada vez peor". Que lo nota con sus visitas anuales, cuando llega el otoño, para la Feria del Libro .
Que la cosa no desciende y que "lo descompone, lo desconcierta" porque no le entra en la cabeza que gente que se quiere, que se aprecia, que es inteligente y que está bien formada como para darse cuenta, deje de hablarse por una politiquería. "¿Pero es que sois gilipollas?", dice que les repite. No siempre con éxito, por lo que se ve.
Dos sillones, mesa de por medio, Pérez Reverte recibe a LA NACION en el Hotel Palace, uno de los más señoriales de esta ciudad.
La excusa es su nuevo libro. "¿Cuántos llevo, Gerardo?", le pregunta a su asistente de prensa ante la consulta. "No sé… ¿unos treinta?", estima el escritor. El asunto queda en el aire. "Y sí, más o menos", dice el otro.
En este caso la novela se llama Sidi y es un descriptivo relato sobre el hombre detrás de Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid del que nos hablaron en la escuela, pero no ése. Sino el de carne y hueso que, sin embargo, es capaz de convertirse en leyenda. En líder.
La urna no sirve al analfabeto
Lo de la escuela es recurrente en Pérez-Reverte porque le preocupa la educación. Y más que la educación, le preocupa la mediocridad. "Para mí –dispara– la urna no sirve de nada si el que pone el voto es un analfabeto". Y sabe lo que esa frase significa en el mundo de las redes sociales y Twitter.
Pero igual lo dice porque quiere explicar que, en su opinión, el asunto es grave. "Lo que pido es que lo que digo se ponga en contexto. Yo digo que de nada sirve la urna si el que pone el voto es un analfabeto. Pero no por desprecio al analfabeto, que no es eso. Es una crítica al sistema educativo que atormenta y aplasta a los brillantes".
Algo que en su opinión se acentúa con el impacto de las redes sociales. "Porque antes, nuestros abuelos, si no tenían formación escolar, tenían una formación de vida, de visión del mundo y de las cosas. Pero ahora, con la cabeza en la pantalla, quien no tenga una formación adecuada es fácilmente manejable por las demagogias y los populismos. La manipulación de la incultura crea un publico vulnerable" para esas deformaciones políticas.
Y no, no es muy optimista al respecto. "Estamos condenados a un futuro de líderes mediocres, que es lo que estamos viendo ya".
Líderes y autoayuda
Pelo rapado y la vestimenta que es casi su uniforme: pantalón color caqui y camisa celeste, el asunto viene a cuento cuando habla de la nueva novela. La cuestión fue que el Cid que le presentaron en el colegio no fue el mismo que descubrió a los ocho años, leyendo un libro en la biblioteca de su abuela. "Uno con ilustraciones tan bonitas como terribles".
Entre el manipulado y "patriotero" del colegio, y el real que cabalgó por el siglo XI español, quiso indagar en todo lo que vivió ese hombre histórico antes de llegar a convertirse en leyenda. Un sujeto desterrado y de frontera. Un infanzón caído en desgracia que vivía de su capacidad como soldado y de la confianza que generaba en su tropa. Unos 40 hombres que "eran unos auténticos animales".
Es, sin duda, un libro sobre liderazgo. "Casi de autoayuda", se ríe. Pero no es eso. Porque en su caso cuenta con la ventaja de "haber estado en lugares donde el liderazgo bien ejercido era cuestión de vida o de muerte. De que se destruyera una aldea o de que unas familias lo perdieran todo. No era una cuestión de voto, de elección de un político, o de un empleo".
Habla y tiene en algún recodo sus tiempos de corresponsal de guerra. Y le ocurre lo impensable: se emociona, al hilo de la charla, y se conmueve al recordar a un pelotón de soldados croatas y su joven oficial que los supo mover entre una lluvia de balas. Le corre un escalofrío cuando lo cuenta y se sujeta el brazo. "Era ese un líder de verdad. Porque no le pedía a ellos nada que él no hiciera".
Es el relato de un escritor que se considera eso. "Ni un artista ni un artesano. Un profesional de la escritura que trabaja ocho horas diarias". Para contar historias. Una tras otra.
Confiesa, de hecho, que habla de Sidi como quien ya se ha despedido de una mujer a la que amó mucho, pero que ya hizo su vida fuera de él. "No puedo cargar con las novelas encima. Las escribo y las dejo partir. Termino una y empiezo otra".
Ahora mismo lleva ya cuatro meses trabajando en la próxima. No preguntamos sobre qué: no lo contestaría. Pura curiosidad, sí le preguntamos si alguna vez escribirá una novela sobre el peronismo. El que siempre vuelve. "No. Cada uno debe escribir sobre lo que sabe. Y ese no es mi territorio", contesta.
LANZAMIENTO
Sidi (Alfaguara). Finalizada la serie Falcó, el nuevo libro de Pérez-Reverte llegará al país en noviembre. Es una historia de exilio, lucha y frontera en el siglo XI.
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