“Desprecio a los políticos canallas que forman parte del sistema que explota a los migrantes”
El creador de “Falcó” presentó su nueva novela, “El italiano”, en una rueda de prensa virtual desde Madrid; “No quiero mejorar el mundo ni creo que sea la función de un novelista”, dijo
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“Sigo siendo un escritor feliz y creo que se debe a que no he perdido la capacidad de jugar. Soy un niño que juega y eso me mantiene vivo. Hay muchos escritores que han dejado de jugar y solo se limitan a repetir una fórmula. Esos escritores están muertos, pero ellos no lo saben”. Así, con su habitual estilo y sin vueltas, Arturo Pérez-Reverte explicó en una conferencia de prensa virtual con unos 150 periodistas hispanos qué lo motiva a escribir ficciones. Fue en el marco de la presentación a la distancia de su nueva novela, El italiano (Alfaguara), “una historia de amor, mar y guerra”, como dice el subtítulo.
Aunque no hubo chance de preguntarle a quién se refería cuando habló de autores “muertos”, el escritor y periodista español no eludió temas ni se guardó opiniones contundentes sobre el estado del mundo y la vida actual. Ante una pregunta sobre los migrantes y su inserción en las sociedades europeas, Pérez-Reverte se sobresaltó: “Es una realidad que vivo con dolor. He vivido en África y conozco bien de qué huyen. Pero también sé lo que esperan y, lamentablemente, no es lo que van a encontrar. Es una tragedia enorme e inevitable. Pero lo que me genera un gran desprecio es la actitud de los políticos canallas y oportunistas que forman parte del sistema que los explota. Fingen que se ponen de su lado, pero en realidad se aprovechan de su desesperación. Se muestran como padres bondadosos, pero son canallas que cambian de bando con rapidez y naturalidad. Los he visto”.
Saco azul oscuro, camisa clara, corbata a tono, el integrante de la Academia Real Española habla rápido y dice mucho sin eufemismos. En diálogo con la editora española Pilar Reyes, desde la oficina de Alfaguara en Madrid, puso como ejemplo la exitosa y controvertida serie de Netflix, El juego del calamar, que ha provocado críticas y llamados de atención en escuelas de algunos países occidentales donde se emite por la violencia de la trama, para hablar sobre la experiencia de vida que le dejó la guerra: “No se puede entender El juego del calamar sin conocer la cultura asiática”, aseguró. “Yo tenía veintipico cuando fui a la guerra y aprendí mucho. Más que nada a observar al ser humano: cómo en las situaciones extremas brota lo elemental, sobrevivir y alimentarse”.
En El italiano confluyen su experiencia en la guerra y en las profundidades del mar, ya que hizo curso de buceo en la Marina a los 18 años. “Solo quien ha estado bajo el mar de noche conoce el horror, el frío y el miedo a la oscuridad”. La trama, basada en hechos reales, está narrada en dos tiempos: entre 1942 y 1943, con la Segunda Guerra Mundial de fondo en Gibraltar, y en la década de 1980, cuando un reportero español conoce a una librera en Venecia, que le cuenta una historia que lo moviliza y lo decide a investigar. Como dijo Reyes, que trabaja en la edición de los libros de Pérez-Reverte hace décadas y resalta su gran capacidad de trabajo y de invención, la novela “habla de sus grandes pasiones: el mar, la aventura, la historia y un territorio que conoce como nadie y que ya ha tocado en otros libros, como La reina del Sur”.
Ese territorio, el mar Mediterráneo es la Patria, para el escritor. Así lo explica: “Mi Patria no es España, es el Mediterráneo. En Hispanoamérica formamos parte de un sistema cultural que tiene tres mil años de historia. Venimos de Homero, de Platón, de Aristóteles, de Sócrates. El Mediterráneo es la raíz latina. Todo lo bueno y todo lo malo parte de ahí. Como uno no puede entender el islam sin Mahoma, no podemos entender la memoria hispana sin el Mediterráneo. En esta novela vuelvo a poner en primer plano esa fuente, esa cuna, ese nido original que nos dio lo mejor y lo peor que tenemos. Estoy muy orgulloso de ser del Mediterráneo y yo, que soy poco patriota de patrias y banderas y desconfío siempre de los canallas que se envuelven en ellas y las utilizan como argumento para hacer sus negocios, me emociona esa especie de patria común, de fraternidad que arranca en el Mediterráneo como origen de todo”.
Entusiasmado con la relectura de los clásicos latinos, se definió a sí mismo como “un pesimista histórico y un optimista cultural”: “Ahora que soy mayor, en unas semanas cumpliré 70, me di cuenta de lo importante que es leer y releer los clásicos porque es como encontrar de nuevo, ya cerca del final, la justificación de todo aquello que nos ha formado. La lectura de los clásicos permite identificar los problemas actuales y comprender el mundo, no cambiarlo porque soy pesimista y sé qué eso es imposible, pero sí nos ayudan a soportarlo”.
Además de su fascinación por la cultura mediterránea y de su rescate de la figura de un héroe clásico como Ulises, El italiano surgió de una anécdota que le contó su padre en la infancia que le dio “una cercanía sentimental” con los hechos. “Cuando uno es niño hay cosas que quedan en la cabeza. Un día, a mis ocho años, a la salida del cine, después de ver una película italiana, mi padre me contó sobre los ataques a la base naval británica de Gibraltar por parte de los buceadores de combate italianos con sus torpedos tripulados durante la Segunda Guerra Mundial y me quedé asombrado”. Hacía cuarenta años que el creador de Falcó quería escribir esa historia.
Cuando se decidió a hacerlo reunió aquel caso con el desarrollo de una historia de amor que, a diferencia de otras que ha narrado y ha dejado abiertas, tiene un final feliz. Y ese es un dato que el lector sabe desde las primeras páginas porque lo que Pérez-Reverte se propuso fue contar cómo empieza y cómo se concreta esa relación inevitable entre los protagonistas, Elena Arbués, una librera española que queda viuda de joven y encuentra una tarde de 1942 en la orilla del mar a un buzo italiano herido, Teseo Lombardo. La escena inicial, en la que Elena encuentra a Ulises en la orilla y lo rescata para salvarle la vida, alude a modo de homenaje a la Odisea. La cultura griega también aparece en los nombres de los personajes: Elena, Teseo, Argos, el perro de la librera.
“La novela, en realidad, debería llamarse La librera. Ella es la verdadera protagonista. Él es un hombre común, un soldado. Ella, en cambio, es culta, ha leído y proyecta sus lecturas en Teseo. Ella lo convierte en héroe. Sin ella, él sería un hombre más. Al principio, ella se enamora de la imagen del héroe clásico, de Ulises, pero luego se enamora del hombre y asume el papel de ir por delante de él”, cuenta el autor. Y lo que no cuenta, claro, es que esa historia de amor atravesada por la guerra y la rivalidad de los dos bandos también queda marca por la desconfianza y los recursos del espionaje.
Así que El italiano es mucho más que una historia de amor y de aventuras submarinas durante la guerra: es, también, una historia de lealtades, de pasiones, de lucha, con muchos grises. “Intento que mis personajes tengan valores como lealtad, respeto, dignidad. No quiero mejorar el mundo y tampoco creo que esa sea la función de un novelista. No soy un apóstol, solo quiero contar buenas historias”, enfatizó.
Publicado el 21 de septiembre en España y en octubre en la Argentina y en otros países hispanos, el libro ya ha alcanzado los primeros puestos entre los más vendidos en distintos mercados. Ante la pregunta sobre la continuación de su célebre personaje Alatriste, Pérez-Reverte respondió: “Habrá más Alatriste si vivo lo suficiente y tengo la cabeza en condiciones. No me gusta repetir fórmulas. Tengo que tener un nuevo desafío ante cada libro. Hacer una novela es un acto de creatividad que me hace feliz. No tengo problemas frente a la hoja en blanco. Lo que me falta es tiempo para escribir”.
Enseguida agregó algunos detalles sobre el proceso de trabajo: “La fase de la escritura es puramente técnica y me resulta tediosa. Son ocho horas, todos los días. Lo que me sigue fascinando es la preparación de un libro, documentarme, caminar por una ciudad e imaginar por dónde andarían los personajes, en qué café se sentarían, dormirme pensando en la historia. La literatura es un juego maravilloso donde todo es posible. Las novelas son como los hombres y las mujeres guapos: te eligen. Esta novela me ha elegido a mí”.
Sobre el final, el autor cuenta que quiere retomar los viajes. “Espero volver a América lo antes posible”. Después de una hora exacta, la charla se termina por indicación de la editora. Pérez-Reverte se lamenta porque le gustaría responder lo que ha quedado en el tintero, pero no puede y se despide. “Soy académico y debo ir a una reunión en la Real Academia. Ahora tengo que bañarme, pero volveré a ponerme la corbata”.
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