Arturo Carrera: "Todo poema es un secreto mínimo, instantáneo"
Pasado mañana, el autor presentará Vigilámbulo, que define como una autobiografía lírica; reúne los tres tomos de su trayectoria, que cumple 40 años
En el prólogo a Vigilámbulo, la reunión en tres tomos de la poesía de Arturo Carrera que publicó Adriana Hidalgo, Sergio Chejfec recuerda una idea de "Misterio ritmo", un ensayo del poeta: "Lo latente es el ritmo y lo manifiesto, el misterio". Según Chejfec, hay ahí una inversión de lo previsible -el misterio debería ser lo latente y el ritmo, lo manifiesto-, salvo "si hablamos de trucos o enigmas de magia". Esa idea podría conectarse con las consideraciones sobre el secreto y el misterio que se leían en Nacen los otros, otro ensayo de Carrera, pero mejor sería ir más atrás, al epílogo de Escrito con un nictógrafo, el primer libro del poeta, aquel del que Alejandra Pizarnik grabó algunos poemas. Anotaba Carrera: "La monotonía, el corte, el no sentido, serán para el poema la pluralidad de sentidos". A partir de esa definición se explica la palabra "Vigilámbulo", que viene de Gilles Deleuze, un estado intermedio entre la vigilia y el sueño, o acaso un sonambulismo vigilante. Ese estado estaba también en otro título de Carrera, Noche y día, con su carpe diem horaciano y el reverso del carpe noctem. Vigilámbulo es el título del libro más reciente de Carrera y nombra la totalidad de esta poesía reunida que despliega los libros que contiene en sentido inverso: del último al primero, del vigilámbulo al nictógrafo, diríamos. Es una enciclopedia poética en la que cada entrada diversa parece referirse por fin a una única palabra: poesía. Algo parecido pasa con los objetos que pueblan el espacio en el que escribe el poeta y que lo tienen como vértice: un pupitre escolar en desuso, juguetes sin fecha reconocible, y sobre todo un piano de juguete, el mismo que se usó en el Centro de Experimentación del Teatro Colón para tocar la Suite for Toy Piano, de John Cage.
"Vigilámbulo" es una cifra, con toda la carga que tiene esta palabra: cefer, vacío, secreto, lengua dialectal codificada; pero todo depende del ritmo, insisto, y del tema que como una nervadura va guiando la energía del libro. Y el trabajo de un sonámbulo vigía, para realizar el trabajo de la concomitancia de dos extremos que parecen fundirse: el verso libre y el poema en prosa.
La idea rozada insiste, pero la alegría, el brío, el dolor de la dicha cambian. Las palabras se reflejan unas sobre otras hasta perder su color propio para no ser más que las transiciones de una gama. Así es para cada libro: son las variaciones prismáticas de una devoción que nos empuja al sueño, a la atención extrema, al delirio, al caerse fuera del surco de los mismos versos, del ir y venir de un desconocido deseo.
Escrito con un nictógrafo fue escrito a partir de la oscuridad. La oscuridad "verdadera" y no la hermética, ficcional. El hermetismo de la oscuridad "real" propiciaba para mí un espacio de encantamiento ritual, con aristas suicidas. Era la supresión de los afectos y la inauguración de un afecto nuevo, innombrado hasta allí: el ritmo. Empecé a escribir en lo oscuro, a "ritmar" a mi modo, ese nuevo ejercicio que mis ancestros habían llamado "rimar" en lo claro. Después ese ímpetu se amortiguó. Pero siguieron "la oscuridad, la luz".
Pizarnik siempre fue una amiga, amó a su modo lo que yo hacía. Dejó su voz increíble para uno de mis poemas... De Sarduy yo capté el delicioso planteo de sus invenciones barrocas, la rima de sus poemas clásicos. Y de ambos, el humor. ¡Qué lástima que no estén vivos!
Carpe noctem y carpe diem vuelven a insistir con una variante obvia sobre la oscuridad y la claridad. Entre el murmullo incontable de lo viviente, de lo cotidiano, de la vida entre mis amigos, mis hijos, mis amores, la gente. El epílogo de Aira en la primera publicación deCarpe diem intenta decir algo sobre mi conducta como escritor: "La poesía de Arturo Carrera inició su camino hacia la simplicidad en la galería de espejos del neodadaísmo de los años sesenta. Los espejos lo registraban todo, y a ese registro respondió el poeta con un constante estímulo al mundo a recodificarse a su alrededor. Hubo en él, como en todos nosotros por ese entonces, la mágica precipitación de poner el carro delante de los bueyes, o el viento delante de las hojas, pero eso era una forma de la puntualidad".
Mi pianito de juguete lo compré en un anticuario cuando iba a nacer uno de mis hijos. Pensé en el pequeño Mozart tocando ante Sofía Carlota. Siempre es así de atrevido el deseo, el sueño... Y quedó para la alegría de quienes vienen a mi casa y lo ven tan intacto como un piano verdadero y hasta con los mismos sonidos de homenaje a Cage.
La poesía es obsesión. Porque el poema y todo libro de poesía son una estructura devocional. Nos habla de lo que anhela el otro, pero de lo que anhelan también sus palabras que reúnen. Todo poema es un secreto mínimo, instantáneo, conciliar. Aunque cuando digo "secreto final de las sensaciones, intervalo entre catástrofes" para definir un poema, hablo del tiempo de los niños, de la cantata de los adolescentes, piezas musicales y al mismo tiempo mis eslóganes. Las sensaciones ya no son, sino la sensación, eso que es como un común denominador y que Deleuze llamó ritmo. Ahí está todo. Lo había anunciado Mallarmé cuando dijo que el poeta es un nudo de ritmos. Prosa y poesía son un nudo de ritmos que él desató para propiciar la felicidad de la escritura en nuestra época: una especie de literatura total donde estamos inmersos.
Esos tres volúmenes son una autobiografía lírica. El poema allí es "lo cotidiano perdiéndose en lo extraño", una definición que le cabe a mi poesía. Si el lector piensa en una enciclopedia, puede encontrar abriendo cualquier página de cualquier tomo una verdad: que mi poesía es la vida cotidiana considerada una obra.
Coronel Pringles, 1948
Arturo Carrera nació en Coronel Pringles, Buenos Aires, en 1948. Publicó, entre otros libros, Escrito con un nictógrafo (1972), Arturo y yo (1983), Children's corner (1999), Tratado de las sensaciones (2002) y Potlatch (2004). Tradujo a Henri Michaux, Bonnefoy y De Campos. Con Juan José Cambre, César Aira y Alfredo Prior, fundó el espacio Estación Pringles. Vigilámbulo se presentará pasado mañana, a las 19, en el Malba, con un diálogo entre el poeta y Daniel Link, y la participación de Vivi Tellas. Nicolás Moguilevsky tocará el piano de juguete