Artista militante
Ricardo Carpani y una obra comprometida con la historia.
DESDE junio, se expone, en la Sala Cronopios del Centro Recoleta (acertadamente dirigido por Teresa Anchorena), la gran retrospectiva de pinturas y dibujos de Ricardo Carpani , cuya curadora es Doris Halpin de Carpani.
Nacido en Tigre (provincia de Buenos Aires) el 11 de febrero de 1930, Ricardo Carpani falleció a los sesenta y siete años, en nuestra ciudad, el 9 de setiembre de 1997. Ya en edad escolar, cursó estudios en nuestra capital, donde llegó a aprobar algunas materias en la Facultad de Derecho.
Pero ése no era su camino. Con mínimos recursos, se trasladó a París donde, para ganarse la vida, trabajó como modelo en la Academia de Arte de la Grande Chaumiére. Dos años después, retornó a Buenos Aires y se inscribió en la Academia de Emilio Pettoruti que, al notar el talento de su discípulo y pese a no aprobar sus agresivas figuras, lo becó en los últimos meses.
El caso de Carpani es singular porque desde sus comienzos, su arte (como el de Pettoruti) nace plenamente maduro, lo que puede apreciarse ya en sus primeros grafitos. Cuando lo conocí, a fines de la década del 50, ya había formado con otros colegas (Mollari y Juan Manuel Sánchez, entre otros) el Grupo Espartaco. El grupo fue invitado a la Primera Muestra de Arte Rioplatense, con el auspicio del Museo de Arte Moderno de Buenos Aires, que los volvió a convocar para la gran muestra internacional de 1960. Más tarde, Espartaco se disolvió y cada artista siguió su propio camino. Ricardo Carpani se volcó a la pintura de desocupados y, poco a poco, fue abordando con mayor seguridad los temas que lo condujeron a crear afiches para la C.G.T. y murales para diversos sindicatos. En esta etapa, su arte alcanzó plena maestría.
Carpani fue un hombre de ideas firmes y coherentes, materializadas en una militancia que también lo llevó a publicar dos libros: La política del arte (1962) y Arte y militancia (1975).
Si Carpani alcanzó la grandeza, eso no se debe a sus creencias sino a cómo fue capaz de plasmarlas, dentro de un estilo impecable, que no tuvo reparos en apoyar en su admirado Miguel Angel.
La entrega a la causa de sus ideales obligó a Carpani a exiliarse en 1974. Se radicó principalmente en España e hizo importantes muestras en Europa y en América. Su exilio duró diez años, hasta que se restableció la democracia en nuestro país. Se sucedieron sus notables series de pinturas: las tituladas Amantes, plenas de sensualismo y de ternura; los retratos (que no omitieron al Che Guevara ni a Julio Cortázar), Tango, que expuso junto a Severi en el Uruguay, y fundamentalmente, sus Martín Fierro. Los dípticos, trípticos y cuadrípticos consagrados a la exploración del gran poema muestran la fascinación de Carpani por esa fuente de inspiración a la que regresó, una y otra vez, tanto en obras en blanco, negro y grises como, en los últimos tiempos, en telas que hacen gala del color.
Recorrer esta muestra de Carpani supone saciar nuestra sed de equidad y deleitarnos con el potente hallazgo de uno de los mayores pintores contemporáneos.