Arthur Schopenhauer: claves para leer a uno de los grandes filósofos de la historia, a 160 años de su muerte
Misántropo, misógino, cascarrabias, admirador de William Shakespeare, Calderón de la Barca y Baltasar Gracián (punto a favor), pionero en la defensa de los derechos de los animales, amante de la lengua española, crítico de la filosofía universitaria y cultor del aforismo y las parábolas, Arthur Schopenhauer murió en Frankfurt hace 160 años. Había nacido en 1788 en Danzig, en el seno de una familia adinerada, lo que le permitió conocer otros países y cursar estudios superiores. Su madre, Johanna Henriette Trosenier, era escritora y cuando enviudó fundó con su hija un salón literario en Weimar, adonde asistía nada menos que J. W. Goethe. Allí Schopenhauer conoció al orientalista Friedrich Majer, que lo introdujo en la filosofía hinduista. En su juventud, estudió medicina pero la lectura de obras de Platón, Kant, Aristóteles y Spinoza despertó su vocación filosófica.
"Yo leí muchos libros de filosofía, y creo que si tuviera que atenerme a un libro ese libro sería El mundo como voluntad y representación -dijo Jorge Luis Borges en 1974-. Desde luego, el universo sigue siendo misterioso, pero me parece que de todas las doctrinas filosóficas, la de Schopenhauer es la que más se parece a una solución. Desde luego que no hay solución. Y si la hay, lo más probable es que no pueda ser dicha con palabras humanas. El universo es tan complejo que no hay ninguna razón para que pueda ser expresado, sobre todo por algo tan casual como el lenguaje". Schopenhauer escribió esa obra, dividida en cuatro secciones, en los años en que residió en Dresde y lo publicó en 1819. Su intención no tan secreta era superar a Hegel, que se perfilaba como el "filósofo oficial" de Alemania y al que consideraba un charlatán. A sus ojos, la erudición y las lecturas de segunda mano de las historias de la filosofía que se llevaban a cabo en las universidades eran una "peluca" que disfrazaba la ausencia total de pensamiento.
"Hay temperamentos filosóficos -afirma el doctor en Filosofía José González Ríos-. El de Schopenhauer es un temperamento filosófico grotesco. En su pensamiento y en su escritura conviven lo trágico y lo cómico. Para la composición de su filosofía, desarmó sistemas de los que tomó elementos. Construyó así un único pensamiento que integran la teoría de las ideas de Platón, la filosofía trascendental de Kant y la sabiduría transmitida en los Upanishads. Con aquel pensamiento buscó comprender orgánicamente que el mundo es el espejo de una fuerza bruta, absurda, irracional, que sin principio ni fin se expresa sin propósito alguno en todo lo viviente". Ese principio es la voluntad, cuyo dominio solo puede ser revelado o expresado por el conocimiento y el arte, y tal vez superado por el ascetismo: "Cuanto más se sufre, antes se alcanza la negación de la voluntad de vivir, y cuanto más feliz se vive, más se demora".
Autor de Schopenhauer (Galerna), que ofrece una introducción al pensamiento del pensador alemán además de una selección de textos, González Ríos señala que el pensamiento schopenhaueriano anticipó corrientes del pensamiento contemporáneo. "La filosofía de la sospecha, la genealogía, los sueños, la espectralidad, el fragmento, el fin de la metafísica y la animalidad; quizás por todo esto, aquella profecía que nuestro furioso educador profería en sus Parerga y Paralipómena (1851) resuene hoy con actualidad: 'La humanidad ha aprendido de mí algunas cosas que no olvidará'". Con ese libro, el último que publicó en vida y que reunía "escritos filosóficos menores", el autor logró el reconocimiento por el que había luchado a lo largo de su vida.
"Schopenhauer es uno de los grandes filósofos de la historia, de eso no cabe duda, y si no se lo admite, a pesar de las evidencias, es porque el pesimismo no tiene buena recepción -dice el profesor Rubén Ríos-. Por eso, la publicación de El mundo como voluntad y representación, en una época dominada por el hegelianismo, un movimiento esencialmente optimista, fue un fracaso. La segunda mitad del siglo XIX apreció más a Schopenhauer, pero más que nada como un filósofo del arte. Sin embargo, constituyó un giro radical respecto del racionalismo que todavía sigue en vigencia. No hay que olvidar al Freud lector de Schopenhauer y la educación filosófica del joven Nietzsche bajo su influencia". Para Ríos, se podría trazar una línea que va de la voluntad de vivir de Schopenhauer a la voluntad de poder nietzscheana.
"Por otra parte, la centralidad del cuerpo en el pensamiento de Nietzsche es una directa herencia de su maestro e incluso, si se quiere, cierta libertad para abordar temas que no se consideraban filosóficos. En perspectiva, el breve tratado conocido como 'Metafísica del amor sexual', incluido como apéndice por Schopenhauer en la segunda edición de 1844 de El mundo como voluntad y representación, tiene acaso tanta importancia para la modernidad como tuvo El banquete de Platón para la cultura antigua y medieval". Según el filósofo alemán, un enamorado es una especie de enajenado que puede convertirse en una figura trágica o cómica y "la miserable constitución física, moral o intelectual de la mayor parte de los hombres" debe atribuirse a los matrimonios concertados por consideraciones exteriores a la "pura elección o simpatía".
Pese a su pesimismo recalcitrante, curiosamente se dio a conocer luego de su muerte El arte de ser feliz, una recopilación de textos inspirados en Oráculo manual y arte de prudencia, de Baltasar Gracián. "Debemos ver lo que poseemos como lo estaríamos mirando si alguien nos lo quitara; sea propiedad, salud, amigos, amantes, esposa e hijos, la mayoría de las veces solo sentimos su valor después de haberlos perdido", reza una de sus cincuenta reglas para alcanzar una existencia feliz. En 1864, también se publicó El arte de tener razón, con estrategias y trucos dialécticos como el uso de premisas falsas, el cambio de tema, la grosería y la inclusión de una afirmación del adversario en una categoría aborrecible, todas muy usadas en los debates públicos en pleno siglo XXI.
El filósofo protagonizó una novela como guía espiritual (Un año con Schopenhauer, del narrador y psiquiatra estadounidense Irvin D. Yalom); una biografía novelada en la que aparece como sufrido discípulo de Goethe (El silencio de Goethe, del español Antonio Priante) y una nouvelle en la que sus ideas rivalizan con las de Spinoza a la hora enfrentar los males de la modernidad (En el trineo de Schopenhauer, de la francesa Yasmina Reza). En la primera novela del escritor español Azorín, La voluntad, el protagonista intenta encarnar el ideario del filósofo y en Sin rumbo, de Eugenio Cambaceres, se problematiza su mirada pesimista sobre la vida y el destino. El pensamiento del filósofo motoriza, además, la trama del film francés Una razón brillante, de Yvan Attal. La editorial española Trotta, que tiene en su catálogo varios libros del pensador alemán, publicó Schopenhauer. Una biografía, del doctor en Filosofía Luis Fernando Moreno Claros, donde se aborda la vida del filósofo y su contexto histórico, y se explica la fascinación que ejerció en Nietzsche, Richard Wagner, Ludwig Wittgenstein, Thomas Mann y Miguel de Unamuno, entre muchos otros.
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