Arte y naturaleza en la ciudad: Oceana Puerto Madero se suma a la tendencia urbana
Obras site specific de ocho artistas convocados por Eduardo Costantini se instalaron en el flamante desarrollo del empresario en Buenos Aires, similar a los que impulsó en Miami con esculturas de Jeff Koons
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Hay 88 constelaciones representadas en Diálogo estelar, instalación creada por Leo Battistelli en el corazón de Oceana Puerto Madero. Está formada por 2500 semiesferas de porcelana, pintadas en oro y en platino para que reflejen el cielo a modo de espejos convexos, y ubicadas en un espejo de agua de 255m2 en la plaza central del complejo. Todo un símbolo de este proyecto, que también demandó una “constelación” de esfuerzos para atravesar la pandemia y que en sintonía con las actuales tendencias propone “una vida urbana plena, en armonía con la naturaleza”.
Con esas palabras lo define Eduardo Costantini, fundador de Consultatio Real Estate, que ya impulsó otros dos desarrollos de Oceana Residences en Miami. En uno de ellos instaló la célebre Ballerina de Jeff Koons, luego de exhibirla en 2016 en la explanada del Malba. Para traer a Buenos Aires este concepto que integrará desde junio el arte en los espacios comunes de dos edificios residenciales -con locales comerciales en la planta baja, tal como demandan las “ciudades de los 15 minutos”- le compró a Alan Faena en 2017 el último terreno que tenía el empresario en el dique 2 de Puerto Madero.
De aquella “alianza creativa” inicial surgió la definición del estudio que se encargaría del proyecto: Brandon Haw Architecture, de Nueva York. El diseño fue materializado por equipos locales a cargo de la obra, en un trabajo colaborativo entre arquitectos, interioristas, diseñadores, paisajistas y artistas.
La elección de los artistas que realizaron obras site specific en dos edificios espejados estuvo a cargo de Costantini, fundador del Malba y coleccionista desde hace más de cuatro décadas, que posee la obra más cara del arte latinoamericano comprada en subastas: el año pasado pagó 34,8 millones de dólares en Sotheby’s por Diego y yo, pintura de la artista mexicana Frida Kahlo.
Ese perfil regional define también a este dream team que incluye a Lola Goldstein, Daniel Joglar, Federico Lanzi y Karina Peisajovich. Pero también a otros argentinos reubicados en un mapa con fronteras cada vez más permeables: Battistelli, nacido en Rosario y residente en Río de Janeiro, que realizó también una intervención en los espacios comunes del porteño edificio Sens Palermo Green; Elba Bairon, de origen boliviano pero radicada hace más de medio siglo en Buenos Aires; Alejandra Seeber, porteña emigrada a Nueva York, y Juan Solanas, que vive en París desde 1976.
Cineasta como su padre, Fernando “Pino” Solanas, Juan sorprende con El bosque encantado (2021), videoinstalación realizada en ultra-HD e inspirada en la flora y la fauna de la reserva ecológica. Al recorrer el pasillo de la planta baja, se tiene la sensación de estar junto a una pecera con animales provenientes de un mundo exótico.
“La idea nace de la proximidad de las torres Oceana con la reserva natural y el río, cruzada con las principales temáticas que me inspiran: cierta nostalgia por un mundo que se acaba, la digitalización de la realidad y la preocupación ecológica como eje esencial para la construcción de un futuro posible”, explica en la publicación que acompaña el proyecto Solanas, formado en física, filosofía e historia del arte en la Universidad de París.
El clima misterioso y futurista se potencia con las figuras lumínicas de Peisajovich que aguardan en ambos extremos del pasillo -hay cuatro colores distintos en ambos edificios: amarillo, violeta, rosa y azul- y con las esculturas de Bairon: dos imponentes piezas irregulares fundidas en bronce, ubicadas a ambos extremos de la instalación de Battistelli, con formas orgánicas similares a meteoritos.
En los lobbies de ambos edificios, como ya es tendencia desde hace tiempo en Buenos Aires, reciben móviles con circunferencias de aluminio en tonos grises realizados por Joglar. Inspirados en el sistema solar, los planetas y sus órbitas, proponen según el artista “la posibilidad de un cambio de estado, de un cambio de clima. Como si la obra fuese ese contacto, un corrimiento hacia otro aire, hacia un lugar para descansar”. También hay pinturas de Seeber -evocadoras de atardeceres, algas gigantes y olas-, Lanzi y Goldstein. Esta última presenta atractivas telas caladas con figuras abstractas, recreaciones de una pieza site-specific realizada para el Teatro de la Ribera en 2019, muy diferentes de su conocida producción de figuras de cerámica.
Todas ellas conforman una invitación a ver de otra manera los espacios que habitamos, conectados con las luces y las sombras que mutan a lo largo del día pese a estar en medio de la ciudad. Y a disfrutar de esa experiencia con los cinco sentidos, tal como nos enseñó la eterna cuarentena.
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