Artes visuales: el cepo opaca el final de un año que dejó la vara muy alta
La palabra "dólar" se reiteró como un eco a la hora de levantar las copas para el brindis de fin de año. Los periodistas reunidos en Fundación Proa, una de las principales instituciones culturales de la Argentina, coincidieron en que la incertidumbre económica es hoy la máxima preocupación para la escena del arte local, que cierra la década con un año difícil de igualar.
"El cepo no nos deja contraer compromisos internacionales, porque nos complica los pagos al exterior", dijo preocupada a LA NACION Adriana Rosenberg, directora de Proa y responsable de haber traído al país muestras inolvidables como las dedicadas a Marcel Duchamp, Joseph Beuys o Louise Bourgeois. Habrá que aprovechar la actual, que reúne hasta marzo algunos de los hits de Anish Kapoor, ya que seguramente tardará en repetirse semejante esfuerzo de producción.
No hay dudas de que también será casi imposible financiar muestras como las que celebraron en el Centro Cultural Kirchner y en el Museo Nacional de Bellas Artes (MNBA) los noventa años de Julio Le Parc, merecido homenaje que incluyó una obra site specific en el Teatro Colón y la intervención lumínica del Obelisco porteño.
Un mercado cada vez más asfixiado repercutirá también sobre las galerías, que deben recurrir a la moneda estadounidense para participar de ferias en el exterior. En este contexto, cuesta creer que apenas meses atrás un coleccionista anónimo haya accedido a pagar en arteBA más de un millón de dólares por una pintura de Jorge de la Vega, semanas antes de que Eduardo Costantini invirtiera el triple en otra de Remedios Varo.
Tan inverosímil como el hecho de que este país al borde del abismo financiero, representado en la Bienal de Venecia con una instalación de Mariana Telleria, impulsara este año otras tres bienales: Bienalsur, la de Performance y la de Arte Joven, que convocó a 180.000 personas. Además, el gobierno porteño lanzó la Semana del Arte y la producción de los artistas argentinos llamó la atención de los reyes de España y del príncipe de Dubai en las ferias que alojan esos países.
Como si eso fuera poco, hubo importantes iniciativas privadas: se inauguraron el museo Marco y la Fundación Santander, en el Distrito de las Artes; se lanzaron el Faena Festival y el Premio Azcuy, de $750.000 para la realización de la obra; se donaron la colección de arte precolombino de Nicolás García Uriburu al Museo Histórico Nacional y una escultura de Pablo Reinoso a Buenos Aires, y se restauró la antigua sede del Centro de Arte y Comunicación (CAyC), ocupada ahora por la galería Walden.
"La Argentina tiene una escena asombrosa, pero necesita estabilidad para crecer", advirtió a LA NACION el suizo Patrick Foret, uno de los principales responsables de Art Basel Cities: Buenos Aires, al realizar un balance del programa de tres años que culminó días atrás en Miami. Además del parque de esculturas públicas dedicado a seis artistas argentinos en esa ciudad devenida puente intercontinental, hubo varios que cerraron allí un año de gran visibilidad. Entre ellos Luciana Lamothe, Gabriel Chaile, Matías Duville y Leandro Erlich.
Este último protagonizó la muestra más taquillera de la historia del Malba, mientras Gabriela Rangel asumía su cargo como directora artística. Meses antes, en el mismo museo, arteBA anunció que Amalia Amoedo se convertiría en la primera presidenta mujer en la historia de la fundación, que además de impulsar el Art Weekend y de lograr una recaudación récord para el premio En Obra estrenó este año la exitosa sección Utopia y la lanzará en 2020 como feria autónoma.
La nieta de Amalita Lacroze de Fortabat se sumó así a otras argentinas que ganaron espacios de poder en instituciones de la escena artística internacional. Inés Katzenstein inauguró su primera muestra en el Museo de Arte Moderno de Nueva York (MoMA), donde asumió el año pasado como curadora de arte latinoamericano. A su nombramiento siguieron los deGabriela Urtiaga, en el Molaa de Long Beach, y de Solana Chehtman en The Shed y Aimé Iglesias Lukin en la Americas Society, en Nueva York.
También Marta Minujín llamó la atención en Manhattan, ya que La Menesunda fue recreada en el New Museum. Además de los reconocimientos a Le Parc y la reina argentina del Pop, también hubo otros para artistas como César Paternosto, Manuel Espinosa, Luis Tomasello, Dalila Puzzovio, Delia Cancela, Edgardo Giménez, Juan Stoppani, Boleslaw Senderowicz, Rómulo Macció, Biyina Klappenbach, Yente, Germaine Derbecq y José Fioravanti.
En un año condicionado por la incertidumbre preelectoral, el Moderno también apostó al talento argentino y salió ganando: las muestras dedicadas a Max Gómez Canle y a Sergio De Loof serán recordadas como hitos en la historia del museo.
La fotografía tuvo su capítulo aparte con una exposición de grandes maestros modernos en el Malba, curada por Facundo de Zuviría-que tuvo otra dedicada a su propio legado en el Centro Cultural Kirchner-; Aldo Sessa en Maman; Flavia Da Rin en el Moderno; la intensa programación anual de FOLA y una edición de BAphoto que sorprendió con la cámara oscura de Vivian Galban.
Fue también un año de números redondos. Junto con los 500 de la muerte de Leonardo Da Vinci –tema que inspiró la gala anual de la Asociación Amigos del MNBA– y los 100 del nacimiento de la Bauhaus –que tuvo su homenaje el año pasado en el Museo Nacional de Arte Decorativo–, se celebraron en la Argentina los 35 del Centro Cultural Ricardo Rojas, los 20 de Belleza y Felicidad y los 15 de BAphoto y el MNBA de Neuquén.
Otros grandes hitos a nivel mundial fueron los golpes de efecto dados en el mercado. Al conejo de Jeff Koons, que lo consagró como el artista vivo más cotizado al venderse en Christie’s por 91,1 millones de dólares, siguieron el récord de 12,2 millones de dólares alcanzado por una pintura de Banksy en otra subasta en Sotheby's y la célebre banana de Maurizio Cattelan pegada con cinta sobre un stand de Art Basel, vendida por 120.000 dólares.
El 2019 será, sin duda, un año para recordar.
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