Arte: Venecia es futuro
Juan Carlos Distéfano será el representante argentino en la 56a edición de la madre de las bienales: exhibirá 23 obras antológicas en el pabellón de los Arsenales. Viajarán también Ana Gallardo, Ernesto Ballesteros y Eduardo Basualdo, seleccionados en Buenos Aires por el curador nigeriano Okwui Enwezor para la muestra que inaugura el 9 de mayo
La Serenissima ciudad de Venecia recibió ese nombre porque su sistema político era tan perfecto que no admitía corrupción ni amotinamientos; también se la llamó sancta cittá, pues Dios había mostrado una gracia especial al permitir que se fundara en un lugar tan insólito. Hacia allí partirán en pocos días Juan Carlos Distéfano, quien representará al país en la 56» Bienal de Venecia (ver aparte), Ana Gallardo, Ernesto Ballesteros y Eduardo Basualdo. Estos tres últimos nutrirán el contingente de artistas de todo el planeta convocados por el curador Okwui Enwezor para la muestra central de la bienal, que abrirá sus puertas el 9 de mayo. El eje del nigeriano será Todos los futuros del mundo: "Las rupturas que hoy proliferan en cada esquina del paisaje global -explica- evocan los desvanecidos escombros de sucesivas catástrofes apilados a los pies del ángel de la historia, el Angelus Novus. ¿Cómo puede captarse, comprenderse, examinarse y articularse el desasosiego de nuestra época?"
Luego de examinar los proyectos que le propusieron curadores y directores de museos locales, Enwezor visitó en Buenos Aires algunos talleres para designar a los tres invitados argentinos al prodigioso festín veneciano. A continuación, un adelanto de sus propuestas.
Ana Gallardo(Rosario, 1958) se inspira en un ritual del Estado de Oaxaca que conoció mientras vivió en México para realizar su instalación performática Los pedimentos. Convocados por la fe en la Virgen de Juquila, los creyentes acuden a su santuario en la sierra para invocar su ayuda; en vez de ofrecerle exvotos de metal como se hace en casi toda América, modelan figuras de barro alusivas al pedido. Del mismo modo, en Venecia, Gallardo instalará un lugar con tierra y agua para que los espectadores realicen un objeto. "Les propongo que piensen qué van a necesitar en la vejez. En experiencias anteriores, al principio la gente se reía, luego les costaba engancharse con el material, que no es arcilla sino barro, y finalmente cada uno se animó e hizo lo que pudo. Muchos piden estar en pareja, una casa o una cabeza, supongo que para no perderla". La artista tiene planeado conectarse con diferentes grupos sociales para adiestrarlos en este trabajo manual; todas las piezas será exhibidas sobre soportes disímiles (en Ecuador se usaron cajones de verdura) para alentar a los visitantes de la bienal a seguir engrosando la tropa de estos peculiares exvotos. Como es recurrente en su obra, la participación del público es fundamental y forma parte de lo que Nicolas Bourriaud llamó "estética relacional".
Eduardo Basualdo (Buenos Aires, 1977) enviará un conjunto de obras que, desde lo formal, se acercan a la escultura arquitectónica o la escultura mobiliario, impregnadas de cierta estética minimalista y a la vez de una alta densidad conceptual. Una de las piezas, Alba, es una puerta de madera que en una zona específica ha sido lijada hasta dejar una lámina translúcida. Cuesta eludir cualquier referencia al Etant donnés de Marcel Duchamp (una puerta con una hendija que permite espiar qué hay oculto del otro lado); sin embargo, a Basualdo le interesa la puerta como límite franqueable en virtud de la tenacidad del deseo. En Amenaza, otra de las piezas, el mango de un cuchillo enterrado en una mesa proyecta la sombra de su propia hoja, un dislocamiento de sentidos que recuerda los absurdos surrealistas de Magritte. Cómo volver a casa es una serie de papeles de distintos tamaños que fueron abollados y aplastados antes de que el artista trazara una línea recta sobre ellos, los alisara (con la presencia irrefutable de las arrugas) y los colocara sobre una mesa o columnas de metal. Con esta práctica, el artista desnuda la presencia del espacio invisible entre los puntos de la recta. En otra serie de obras trabaja con "un protolenguaje, un lenguaje performático que materializa aquello mismo que designa". Aunque no haya sido su inspiración, resuenan las primeras palabras del Evangelio según san Juan: "En el principio era el Verbo". "Me interesan las posibilidades infinitas que da el lenguaje en nosotros, seres finitos", explica el artista.
Ernesto Ballesteros (Buenos Aires, 1963) participará con Vuelos de interior, una performance que lo obligará a estar en Venecia durante siete meses. Llevará aeromodelos que hará volar mientras dure la bienal. "¿Qué mejor manera de invitar al observador a reflexionar sobre la contundencia de lo invisible, la practicidad de lo lento o la fortaleza de lo leve -opina el artista- que hacerlos presenciar los vuelos lentos de los livianísimos aeromodelos de interior?" Ballesteros rinde homenaje al pionero de la aviación Alphonse Penaud, inventor del "planóforo" -pequeño avión propulsado por una banda elástica-, al que hizo volar por primera vez en el parisino Jardín de las Tullerías en 1871. Si bien hay un componente lúdico, también hay un interés por la ciencia que ha sido una constante en toda su obra, sobre todo en la pregunta por la energía del universo. "La pregunta que disparó la idea -agrega Ballesteros- fue: ¿cuántas líneas forman el dibujo de la liebre de Alberto Durero, cuánta energía puso en realizar ese bello dibujo? La energía que ponemos los artistas en nuestro trabajo es mucha y cuantificable, especialmente si consideramos el trabajo de toda una vida".
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