Arte: señales de una nueva era
Entre fines del siglo XIX y principios del XX se definió una parte de la identidad nacional. Las principales obras realizadas durante esa época en todo el país fueron compiladas en el segundo tomo de una colección dedicada al Bicentenario
Cada país construye su cultura del patrimonio sobre la base de diversas variables, aportes y encrucijadas. Desde la sustancia y composición de sus recursos culturales tangibles e intangibles, pasando por los procesos de identificación y valoración hasta las estrategias y políticas de protección y gestión del patrimonio consagrado.
En este continuo y cambiante proceso hay muchos actores, aunque el Estado sigue cumpliendo un papel fundamental, ya que maneja la mayoría de los resortes legales y administrativos pero también parte importante de los recursos financieros y humanos que concurren a la preservación del conjunto del patrimonio nacional.
Entre las iniciativas importantes del Estado figura la identificación y difusión de los valores de dicho patrimonio. Y es justamente esa tarea la que viene realizando en estos últimos años el área de Cultura de la Nación. Prueba de ello es el colosal tomo II de la obra Patrimonio arquitectónico argentino. Memoria del Bicentenario, que abarca el período 1880 -1920 y forma parte del importante Programa sobre Patrimonio Arquitectónico Argentino del Ministerio de Cultura de la Nación. Iniciado en los albores del Bicentenario, este programa realizó el tomo I de la colección dedicado al período 1810-1880 y una serie de documentales sobre el patrimonio edilicio nacional y de varios países de América Latina presentado en la Televisión Pública.
La creciente importancia otorgada por el Estado al tema llevó a la ministra Teresa Parodi a crear, dentro de la Dirección Nacional de Patrimonio y Museos, el Centro de Estudios del Patrimonio Arquitectónico Nacional (Cepan) que dirige el arquitecto Alberto Petrina, secundado por el arquitecto Sergio López Martínez, y que cuenta con la participación de un equipo de especialistas en el tema.
El trabajo de inventario y difusión es un primer paso fundamental en la valoración y preservación del patrimonio arquitectónico. Los organismos precursores en la materia fueron instituciones dentro de la estructura del Estado que surgieron a comienzos de la década de 1940, como el Instituto de Arte Americano de la Universidad de Buenos Aires o la Comisión Nacional de Museos, Monumentos y Lugares Históricos dependiente del Ministerio de Cultura de la Nación. A ellos se sumó la labor de investigadores universitarios y editores públicos y privados que publicaron diversos libros sobre el tema que ampliaron el horizonte patrimonial desde fines de la década 1960 hasta la actualidad. También el trabajo de campo de organismos provinciales y municipales en todo el país.
Sin embargo, la definitiva consagración del patrimonio sigue pasando por manos del Estado Nacional, máximo responsable de la legislación, la tutela y la gestión. Es por eso que este segundo tomo de Patrimonio arquitectónico argentino. Memoria del Bicentenario es un aporte fundamental y excepcional a la valoración del conjunto de los estratos del patrimonio nacional de todos los períodos de nuestra historia.
En este necesario volumen de más de 700 páginas, presentado a fines del año pasado y al que seguirán otros hasta completar la serie, se retrata buena parte de lo construido en el país a fines del siglo XIX y comienzos del XX. Los textos introductorios y los temáticos, a cargo de historiadores de la arquitectura de larga trayectoria como Alberto Petrina, Alberto Nicolini y Julio Cacciatore, ofrecen diversas visiones de la circunstancia político cultural del período y presentan los programas edilicios, las tipologías y los escenarios regionales.
El impresionante inventario de obras, dirigido por Sergio López Martínez con destacados aportes documentales de estudiosos como Adolfo Brodaric, fue realizado con la participación de destacados patrimonialistas de todas las regiones argentinas. Así, se logró una encomiable representatividad federal y pluralidad de enfoques.
En este volumen, que se completará con otro sobre el mismo período, se presentan los capítulos "Gobierno y urbanismo", con diversos edificios para los poderes nacionales, provinciales y municipales, así como también trazados urbanos; "Educación y salud", con la impresionante infraestructura para ambas áreas; "Culto", con el despliegue de la arquitectura religiosa casi exclusivamente en manos de constructores italianos; y las construcciones que se reseñan en "Infraestructura, la industria y los servicios", para las que se combinó la tecnología de diversos países europeos.
Resulta muy interesante destacar el despliegue otorgado al relevamiento y tratamiento de un período de la cultura arquitectónica argentina que aún sigue siendo controversial para historiadores y preservacionistas de diversa extracción política. Tanto de los supuestamente más afines como de los más críticos al modelo de país diseñado y construido por esas décadas. Pasado más de un siglo de esas realizaciones, distribuidas por todo el territorio nacional, sigue siendo difícil una valoración definitiva de ese patrimonio en comparación con otros lugares del mundo o con otras expresiones de la cultura nacional.
El excepcional trabajo realizado es muy loable, en especial si se encuadra dentro del actual gobierno nacional, cuyas preferencias se inclinan por la admiración de otros períodos de la historia y del desarrollo argentinos. Pero sucede que una parte de la identidad nacional se definió hacia fines del siglo XIX y principios del XX, en el contexto de una primera globalización donde la Argentina fue un experimento inédito y precursor, cuya singularidad cuesta entender aún en el país y en el exterior.
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