Una escalofriante instalación inédita, ideada hace 43 años y alusiva a los allanamientos militares de los oscuros tiempos de la dictadura, junto con medio centenar de grandes lienzos atravesados por la violencia más reciente de nuestro país, aunque también por la poesía y por sugerentes homenajes a grandes maestros del arte, se despliegan en una gran muestra que el Museo Nacional de Bellas Artes dedica al pintor Carlos Alonso, quien no exponía allí desde hace dos décadas.
Bajo el título Pintura y Memoria, el conjunto abarca obras realizadas por el artista mendocino entre los años 60 y 80, agrupadas mediante conexiones temáticas recurrentes a lo largo de su producción. La muestra se presente como una invitación a redescubrir el legado de uno de los mayores referentes del arte argentino, figura comprometida y cuyo trabajo recorrió destacados museos del mundo como la galería Giulia de Roma, el Museo del Palacio de Bellas Artes de México o la Bedford Gallery de Londres.
A sus 90 años, el pintor asegura que esta exposición "supone un hecho afortunado" que le permite "ver el encuentro entre sus cuadros y los destinatarios, y no quedar sumergido en la oscuridad del olvido como ha ocurrido con tantos artistas con los que el país está en deuda".
La selección de piezas incluye varias de las obras más queridas del artista, algunas que por primera vez salen del depósito y otras que, explica, "por bizarras no las quería nadie, porque son aquellas que muestran lo que nadie quiere ver".
Con curaduría de los investigadores del museo Florencia Galesio y Pablo De Monte, la muestra fue elegida por la institución, junto con otras dedicadas a Diana Dowek y Aby Warburg, para inaugurar la reforma de la que fue objeto el edificio en los últimos meses.
El recorrido se divide en dos ejes: Pintura y tradición, apartado vinculado con el homenaje que Alonso dedica a grandes maestros del arte como Lino Enea Spilimbergo o Vincent van Gogh, y Realidad y memoria, que refleja la acentuada faceta política del pintor, con sus series de Manos anónimas y trabajos que dan protagonismo a la carne como elemento simbólico y de denuncia.
La carne se repite en las series, se ve en los camilleros-matarifes, en la de los ganaderos perdidos, y se transforma también en la carne de los desaparecidos. Es un elemento que Alonso revisita
Sobre estos trabajos, el autor explica: "Todo empezó cuando ilustré El matadero, de Esteban Echeverría, y luego con los dibujos que hice para los libros La guerra al malón, Facundo y Canto General. Poco a poco fui entendiendo el secreto de la historia que compone la materia de nuestro problema como país. Con ello pinté la serie de la carne y Hay que comer. Luego siguieron la tragedia del Proceso y Manos anónimas", señala. Para Alonso, no podían estar ausentes en esta exhibición sus series de Blanco y Negro, en la que descubrió "un lenguaje propio y en la que pudo ensamblar su dibujo con la temática de su interés en una dimensión pictórica, y Manos anónimas, que involucra a su ‘persona’, con la que pudo dar su versión de la tragedia y ‘un aporte a la memoria de todos’", señala.
El pintor también retrata la muerte del Che Guevara en una serie inspirada en La lección de anatomía del Dr. Tulp (1632) pintada por Rembrandt. A partir de esta idea, el artista resignifica las imágenes fotográficas que se difundieron de la muerte del ídolo revolucionario y presenta al personaje yacente en la mesa de tortura en reemplazo de la de disección.
Sobre la relación entre arte y política, el artista explica que, en su caso, se trata de un vínculo "que sufrió más derrumbes que logros, más decepciones que progresos". Y añade: "Es una herramienta que ya no utilizo. Recuperé el hábito que tuve de muchacho, leer poesía", cuenta. Sin embargo, reside en su interior una añoranza de aquellas épocas: "Extraño los días en los que compartíamos el amor, la amistad, el vino, el trabajo y la lucha por un mundo mejor. Teníamos esperanza", recalca.
Antes de su exilio forzado en Italia, Alonso creó la instalación Manos anónimas para la muestra Imagen del hombre actual, que se iba a inaugurar en el Bellas Artes en 1976. Suspendida tras el golpe, la obra queda abandonada en el taller, lo cual provoca su deterioro. El terrorismo de Estado y la coacción del poder centran este trabajo, que se exhibe por primera vez ahora mediante una recreación basada a partir del registro fotográfico y bocetos del autor, que donó la pieza al Museo. "Aquí se reúnen varios elementos constitutivos del universo alonsino. Es la reproducción de una habitación con varios personajes, varios de los cuales están en sus cuadros: un militar, un muerto, un supuesto desaparecido (en un sillón donde se ve un par de piernas y manos), y atrás aparece como una carnicería: una media res, una cabeza de vaca, una pierna, una camisa blanco con disparos, toda su simbología", concluyen.
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