Arte, matemáticas y psicoanálisis, unidos por una muestra en un loop psicodélico
Como extrañas serpientes que escupen agua, sus obras emergen convertidas en fuentes junto al flamante Museo Nacional de Qatar y en los jardines del Palacio de Versalles. Monumentales y delicadas a la vez, las complejas estructuras que realiza en vidrio Jean-Michel Othoniel también asoman en París sobre la entrada de metro de la estación cercana al Museo del Louvre, donde se exhibe hasta febrero otra pieza suya con motivo de los treinta años de la célebre pirámide.
El artista francés, convocado para realizar instalaciones site specific por arquitectos como Jean Nouvel y Tadao Ando –ambos ganadores del premio Pritzker–, es el autor de una veintena de "collares de perlas" de vidrio que reflejan ahora las figuras de los visitantes en tres salas del Centro Cultural Kirchner, con un seductor efecto similar al que producen las obras espejadas de Anish Kapoor y Tomás Saraceno.
Como suele ocurrir con este tipo de piezas devenidas en fondo perfecto para la selfie, las imágenes se viralizaron de inmediato en redes sociales apenas se presentó a la prensa Nudos salvajes, muestra curada por Hélène Kelmachter y abierta al público anteayer.
La primera exposición de Othoniel en América latina, que seguirá viaje a México y Estados Unidos, integró la programación de la Noche de la Filosofía por su particular cruce entre artes visuales, matemáticas y psicoanálisis.
"Fue un encuentro fortuito", dijo a LA NACION el artista francés sobre las circunstancias que unieron hace cuatro años su trabajo con el del matemático mexicano Aubin Arroyo. Este último, autor de la teoría que da título a esta muestra que reúne las investigaciones de ambos, llevaba una década dando a sus ideas formas visuales muy similares a las creaciones de Othoniel cuando descubrió sus esculturas gracias a Google.
También hacia el fin del milenio habían comenzado los trabajos con vidrio de Othoniel, después de haber exhibido en la prestigiosa Documenta de Kassel piezas realizadas con cera y azufre. Sus exploraciones lo llevaron a trabajar con sopladores de vidrio de México y Japón, y con maestros vidrieros de Italia e India.
"Un nudo es un círculo, un trazo sin extremos ni intersecciones, que no se puede desatar. Pero, ¿qué tanto se puede anudar un nudo?", pregunta Arroyo en una síntesis extrema de su teoría, parado junto a una escultura de Othoniel que representa la obsesión compartida por ambos: el "Nudo de Lacan", estructura que según el psicoanalista francés integra lo real, lo imaginario y lo simbólico. Apenas uno entre decenas de nudos distintos, compilados por el artista en el libro Nudos salvajes (2017).
"Los nudos salvajes son los nudos de complejidad infinita, que no pueden clasificarse", explica Aubin mientras señala una de las esferas de vidrio, sobre la cual se refleja el collar entero. "Juntas, todas las imágenes reflejadas forman un nuevo collar, hecho de esferas más pequeñas", agrega el matemático.
Todos esos collares, a su vez, se reflejan en el espejo que funciona como base de la obra y en los vidrios que separan la sala del pasillo, en un loop psicodélico que parece no tener final.
A tal punto las conexiones aparentan ser infinitas, que el arquitecto Nouvel le suma una dimensión extra. "Creo que el trabajo de Jean-Michel es de naturaleza musical", escribió en alusión al "ritmo" generado por la obra que habita la laguna del Museo Nacional de Qatar.
"Con esta exhibición que explora el cruce entre arte y ciencia reforzamos nuestro interés en correr los límites de lo que comúnmente define a la práctica artística –sostiene en ese sentido Gabriela Urtiaga, curadora general de Artes Visuales del CCK–. Las obras de Othoniel son famosas en el mundo por su versatilidad técnica y su virtuosismo estético; exhibirlas en el CCK es una oportunidad de acercar a los más jóvenes la creación de artistas con visiones innovadoras y distintas a las que estamos acostumbrados."
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