Arte: Le Parc, el iluminado
Más de 45.000 personas ya visitaron la exposición que reúne en Malba obras lumínicas y cinéticas de uno de los principales artistas argentinos del siglo XX, pertenecientes la colección suiza Daros Latinamerica
"¿Qué hay que hacer para no regresar? Hay que perderse. No sé hacerlo. Aprenderás. Quisiera alguna indicación para perderme. Hay que abandonar toda reserva mental, estar dispuesto a no saber nada de lo que antes se sabía, dirigir los pasos hacia el punto más hostil del horizonte, una especie de vasta extensión de ciénagas cruzada en todos los sentidos por mil taludes, no se sabe por qué."
Mientras Marguerite Duras escribía estas palabras, a mediados de la década del 60 en París, un argentino trabajaba en la misma ciudad con el mismo objetivo: derribar prejuicios, cruzar límites, buscar la libertad. Años antes del mítico Mayo del 68 que postuló "la imaginación al poder", Julio Le Parc invitaba participar de una experiencia transformadora. La interacción con sus obras, que potenciaban la luz y el movimiento con mecanismos simples para lograr grandes efectos, demandaba rebelarse contra el orden establecido y asumir la incertidumbre propia de la vida.
Décadas más tarde, esa premisa se expande por el mundo gracias a la perserverancia de Hans-Michael Herzog y Käthe Walser, de la Colección Daros Latinamerica, que rescataron aquellos trabajos e impulsaron la muestra itinerante Le Parc Lumière. Después de haberse exhibido en Suiza, Colombia, México y Brasil, diecisiete instalaciones lumínicas funcionan en Malba como pasajes a otra dimensión.
Una cortina negra obliga a tomar distancia de la luz que refleja el imponente móvil amarillo colgado sobre el hall, una de las tres instalaciones realizadas por Le Parc especialmente para esta exposición, a los 85 años. Adentro de las salas todo es negro, salvo los destellos que emiten las obras. Hay que perderse en la oscuridad y buscar a tientas el propio camino sin temor al error, porque en esta realidad paralela el público es tan importante como el artista, su creación, el crítico, el galerista, el curador, el coleccionista o el director del museo.
"Si un espectador se da cuenta de que es tomado en consideración por las obras expuestas, que le dan algo, quizá pueda decir después: ¿Por qué en otros lugares no recibo esto?", opina este mendocino pícaro, elegante y seductor. Fundador del Grupo de Investigación de Arte Visual (GRAV) y ganador del Gran Premio Internacional de Pintura en la Bienal de Venecia (1966), defendió el valor de la interacción medio siglo antes del boom de las redes sociales.
Esa actitud antiautoritaria que acompañaba el proceso creativo impactó a Herzog. El director artístico y curador de una de las colecciones más prestigiosas dedicadas al arte contemporáneo latinoamericano, que el año pasado sumó a su sede central de Zúrich la Casa Daros en Río de Janeiro, se mostró igual de entusiasmado con el vínculo de colaboración iniciado con Malba. Si bien las limitaciones del espacio obligaron a reducir la muestra original, con 32 instalaciones, la versión porteña de Le Parc Lumière tiene un complemento único: tres obras curadas por Yamil Le Parc. El móvil sobre el hall, espejos que recrean las formas reflejadas y láminas que invitan a jugar con la luz en la terraza aportan, según el hijo de Le Parc, valores presentes en toda la carrera del artista: "Inestabilidad, participación e interactividad".
Yamil administra la agenda de su padre, homenajeado en arteBA 2012. Ambos viven en París, donde una exposición dedicada a Le Parc el año pasado en el Palais de Tokyo convocó a 170.000 visitantes en menos de tres meses. Luego siguieron las muestras en Casa Daros y en las galerías paulistas Carbono y Nara Roesler, además de su presencia en Art Basel, Frieze Masters, la FIAC, ARCO y el Pompidou-Metz.
Ahora, catorce años después de su última retrospectiva en la Argentina, Malba hace foco en uno de los aspectos más importantes de su producción: el trabajo con la luz en movimiento. El museo acompaña la muestra con otras actividades, como un curso dedicado al vínculo lúdico con la obra de Julio Cortázar o intervenciones sonoras que ambientan las salas con música grabada en el Instituto Torcuato Di Tella. El miércoles próximo se realizará una improvisación inspirada en estas investigaciones dirigidas por Alberto Ginastera, y el 22 de septiembre una performance de Rob Conlazo abordará la ancestral relación entre el hombre y la luz.
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