Arte: la odisea de Colón
Una afrenta a los inmigrantes; el posible destierro fuera de la capital de la República de la estatua que rinde homenaje al descubridor de América constituye un desprecio a un legado del Centenario: el grupo monumental que también reconoce el aporte a nuestra cultura de los españoles, alemanes, ingleses y franceses
Cuenta la leyenda que el presidente Hugo Chávez, durante una recorrida por la Casa Rosada, fustigó la presencia de un monumento a Cristóbal Colón en el jardín de la sede del Poder Ejecutivo de la Argentina. Su parecer estaba influido por el actual revisionismo latinoamericano que, en su país, desterró las estatuas del "genocida" Colón de toda Caracas y que también sigue buscando pruebas fehacientes del origen indígena del nombre "Venezuela" más allá de la histórica referencia a la "pequeña Venecia" hecha por los primeros exploradores de la región al encontrarse con viviendas palafíticas en el lago de Maracaibo. De lo que el comandante Chávez parece no haber estado informado es que nuestro monumento era regalo de la colectividad italiana al pueblo argentino en el Primer Centenario de la Revolución de Mayo y que el jardín era originalmente una plaza municipal.
A partir de estas observaciones de un líder de la Patria Grande, a las que los argentinos siempre hemos sido sensibles -provengan tanto de la Madre Europa como de los primos carnales norteamericanos o ahora de los hermanos latinoamericanos- comienzan los movimientos para "desterrar" el monumento de los italianos con la efigie de Cristóbal Colón hacia Mar del Plata. El operativo se anuncia con la supuesta excusa de mejorar su preservación por recomendación de especialistas de la Universidad de La Plata. En esta explicación oficial se dejaron de lado las normas internacionales de conservación que aconsejan no realizar ni desmontajes ni traslados de monumentos u obras de arte. El "trasplante" de Colón frente al mar aceleraría su deterioro por la salinidad del aire y el estrés que ocasionaría a todos los componentes del monumento. También se desconoció el valor simbólico, político y urbano del monumento, que forma parte de un conjunto histórico y artístico conformado por la Casa Rosada y su entorno. En efecto, "Colón" fue ubicado en la plaza homónima para componer un "cuadro" junto a la fachada hacia el río coronada por un grupo escultórico alusivo a la República, realizados ambos por un arquitecto y un escultor italianos: Francesco Tamburini y Achille Bianchi respectivamente. A estos valores se suma otro que enaltece su significado y es que el conjunto forma parte de un grupo monumental único de tiempos del Centenario, integrado por el llamado Monumento de los Españoles -en un extremo-, el de Alemania, el de Francia a la Argentina, la Torre de los Ingleses y, finalmente, el de los italianos. Todos eslabonados a lo largo de las avenidas del Libertador y Leandro N. Alem.
Resulta evidente que el destierro de "Colón" fuera de la capital de la República constituiría una afrenta a todos los inmigrantes y millones de descendientes de italianos, que dieron tantísimo a nuestro país. Sería una verdadera discriminación respecto de las otras colectividades que mantendrían sus monumentos en Buenos Aires. También se violaría la voluntad de los donantes que hicieron el obsequio a todos los argentinos y, en consecuencia, pidieron que dicho monumento se instalara en la ciudad donde están ubicados los tres poderes del Estado, entre ellos el Legislativo, que representa a todos los ciudadanos del país.
Ni el Gobierno nacional ni el Gobierno de la Ciudad parecen haber tenido en cuenta estos valores y significados a la hora de enfrentarse políticamente por el "caso Colón". El último reaccionó tarde, mal y de manera incoherente, sin entender que debe tutelar todos los monumentos del Centenario y tratarlos como parte de un "Área de Protección Histórica" integral sin contigüidad pero de gran espesor patrimonial.
Finalmente, parece encomiable el proyecto de llevar a cabo un homenaje a Juana Azurduy en el centro político de la Argentina. Una iniciativa que se inscribe en una potente intervención simbólica y política que busca reivindicar diversas figuras femeninas de nuestra historia con homenajes tangibles en distintas áreas de la ciudad de Buenos Aires y otras partes de nuestro país con notables resultados que seguramente dejarán huella, tal el caso del impresionante mural que recuerda a Eva Perón en la avenida 9 de Julio. Y si fuera imprescindible para el actual gobierno instalar el regalo de Bolivia para el Bicentenario Federal en el mismo lugar del Monumento a Colón , esta última no debería salir de Buenos Aires. Más aún, no debería estar fuera del "eje monumental" de los Monumentos del Centenario (avenidas Libertador y Alem) y debería ser trasladada a poca distancia de su emplazamiento, a la Plaza Roma.
Es de esperar que la Justicia, que parece ser el poder con más sentido común en materia de preservación del patrimonio en la Argentina, tome en cuenta estos argumentos que están en la mente y en el corazón de muchos ciudadanos en todo el país y se encuentre una justa solución a este conflicto innecesario.
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