Arte: en el principio fue el caos
El museo de Puerto Madero cierra el año con una treintena de obras recientes del artista que representó al país en la Bienal de Venecia en 2009; acompaña esta muestra una instalación site-specific de Ernesto Arellano y Manuel Ameztoy, dúo de artistas jóvenes
"Si es verdad que nuestro mundo' es un cosmos, todo ataque exterior amenaza con transformarlo en caos'", afirmaba el historiador de las religiones Mircea Eliade en su obra Lo sagrado y lo profano. El orden, el cosmos que ordenaron los dioses, es amenazado constantemente por el archidemonio, el dragón primordial, las potencias de las tinieblas, de la noche y de la muerte, de lo amorfo, de lo que no tiene forma.
Este combate universal entre el orden y el caos parece ser uno de los motores de la extensa producción de Luis Felipe Noé, quien presenta en la Colección de Arte Amalia Lacroze de Fortabat Noé Siglo XXI, una treintena de obras realizadas en los últimos años.
Noé no necesita presentación. Nacido en Buenos Aires en 1933, fue uno de los integrantes de la Nueva Figuración junto con Ernesto Deira, Rómulo Macció y Jorge de la Vega. Su carrera como creador, ensayista, gestor cultural y formador de generaciones de artistas fue imparable. Además de su talento extraordinario para el arte y para captar el espíritu de la época, ha generado a su alrededor un círculo virtuoso de amor. En nuestro medio, nadie es tan querido como Yuyo.
El espacio generoso del edificio diseñado por Rafael Viñoly permite que se puedan desplegar obras de gran formato, bidimensionales o tridimensionales. El montaje impecable de Valeria Keller y el diseño gráfico de sala (un señalamiento cromático muy acertado) de Fabián Muggeri contribuyen a resaltar una obra que ya de por sí es un volcán en plena erupción.
Aquella tensión entre caos y cosmos se puede verificar una y otra vez, sobre todo en el uso libre -no estricto- de una figura literaria cara al artista: el oxímoron. Es decir, el uso de dos conceptos opuestos en una sola expresión, como La estática velocidad (2009) o Precaria estabilidad (2011). Sus dos obras más recientes, de este año, se llaman Oxímoron y Coherente oxímoron (esta última, una vuelta de tuerca sobre el mismo concepto de esta figura retórica); son esculturas pintadas, pinturas escultóricas o como el lector quiera clasificar lo inclasificable.
Convertir la pintura en escultura es otra de las tareas de este artista polifacético. Lo demuestra sobre todo en Reflexiones con texto y fuera de contexto (2000), una serie de bastidores de madera dispuestos en forma desordenada que trepa paredes y avanza sobre el espacio. Aquí la pintura no se expande sobre la tela sino sobre el esqueleto de madera que la sostiene.
En otro sector hay obras realizadas en colaboración tanto con su hija, Paula Noé Murphy (Escala, 2011), como con su colega Eduardo Stupía (Mano alzada y Mano a mano, ambas de 2011) y la joven Cecilia Ivanchevich (Diálogo visual, 2014), responsable a su vez del Laboratorio Interdisciplinario de Arte, una experiencia de creación colectiva con artistas visuales, sonoros y audiovisuales.
El hecho de mostrar obras en conjunto no sólo es testimonio de la generosidad y apertura de Noé, sino también el reconocimiento de la existencia de poéticas semejantes que pueden empalmar perfectamente si se deja de lado el ego. Su muestra, en el primer piso, está escoltada en el segundo piso por la de los jóvenes Manuel Ameztoy y Ernesto Arellano, quienes conforman el dúo Splash in vitraux. Convocados por el curador Santiago Bengolea, presentan Yeso, una instalación site-specific de grandes dimensiones compuesta por tres partes. La primera está integrada por objetos escultóricos dispuestos en el espacio, formas geométricas a través de las cuales el espectador puede circular. Luego, un piso de baldosas de yeso armado que puede ser transitado, alterado y destruido por las pisadas. Finalmente, hay una versión vertical de paneles gigantescos.
En estas obras hay experimentación de soporte, precisamente el yeso que le da nombre y que evoca la antigua técnica del fresco. La fusión de ambas personalidades se continúa en la confusión de colores, básicamente un chorreado de pintura que le debe más al azar que al control.
Los tres conjuntos escoltan y acompañan muy bien la obra de Noé, tanto en el despliegue de color y en la paleta abundante como en la tensión caos/cosmos. Además de la obra del dúo, se puede ver la de cada uno de los artistas, ambas en color rojo; Ameztoy presenta un imponente calado de tela industrial, y Arellano un derrame de cerámica que adopta formas totémicas. Indudablemente, un cierre de lujo para la programación 2014 de la Colección Fortabat.
Ficha. Noé. Siglo XXI y Yeso, del colectivo Splash in Vitraux en la Colección de Arte Amalia Lacroze de Fortabat (Olga Cossetini 141), hasta el 1 de febrero de 2015.
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