Arte: ellas, iguales y distintas
Colectiva de mujeres. En una convocatoria atípica, un grupo de artistas argentinas exhibe sus trabajos en la galería Hoy en el Arte; la diversidad de soportes y estéticas, ajena a toda cuestión de género, es una clara señal de la transformación de la escena local en la última década
Diez artistas dan testimonio de su estro poético y estético desde el exacto reducto de Teresa Nachman, "Taibe", en la galería Hoy en el Arte. Cada una de ellas tiene imagen y recursos diversos y en esta variedad se alcanza una armonía concordante poco frecuente.
Seria pero riente, esta pandilla femenil se integra con Rosmarie Allers, Magdalena Beccarini, Norma Bessouet, Alicia Carletti, Nora Correas, Diana Dowek, Laura Ferrante, Zulema Maza, Elsa Soibelman, Inés Emilia Vega. Es el ápice de un iceberg que no cesa mas no admite que se las sitúe como rama femenina (el corralito político de la cuestión de género).
La conjura de las diez abate estos dislates. Expresan la interioridad desde la que crean y laboran en consecuencia certificada por décadas. Aquí y en otras partes. Por exposiciones en el exterior o por arraigo en tierras lejanas. Italia para Magdalena Beccarini, Nueva York para Norma Bessouet.
Pero sin ínfulas ni subrayados, a la manera silente y perseverante de las napas freáticas revelan en obra no discursiva el latido profundo de la humana condición aquí, ahora y entre nosotros. Ellas x Ellas permite evocar la filmografía del gran Ingmar Bergman, de Gritos y susurros a Persona. Y ese diálogo sin palabras es audible y comprendido por cada espectadora de cualquier edad y condición.
Anónimas o conocidas, arquetipos o citas de otras creaciones, ellas refieren a otras ellas con sutil contundencia, oxímoron mediante. Rosmarie Allers afronta en trazos concisos una imagen que se contractura en los márgenes de la pantalla plástica. ¿Cava?, no lo creo. No es Antígona, aquella que desafió al tirano Creonte, ni la celtíbera María Pita que tomó el hacha contra el opresor a la muerte de su esposo. Es una fuerza ancestral, combativa y guerrera.
Magdalena Beccarini –ausente con aviso– articula en paneo de rostros que nos apelan desde la mirada, sin solicitud de empatía o complicidad, enigmas estólidos sostenidos en la eternidad.
Norma Bessouet aporta dos óleos de factura flamenca, lo más empinado de la producción que le conocemos. Estos diáfanos misterios, verdaderas epifanías, tienen alardes de trazo y pincel en el niño tendido, la joven mujer vestida de blanco y la diminuta imagen –collage fotográfico de la madre de Bessouet– ubicada en impecable y entrañable sección aúrea.
Por sus fueros retorna Alicia Carletti a la homónima de Lewis Carroll. La heroína, como la borra del espejo, concerta el diseño de John Tenniel –blanco y negro, trazo ágil– sobre el fondo omnipresente de pétalos rojos en los que sobrevuela la feminidad de Georgia O’Keeffe.
Ironía es el asiento de Nora Correas, en construcción espacial, de barrotes guardadores de espejos y plumas, metáforas del vuelo frenado de la paloma, que Nora transgrede con tesón y talento irrebatible. Y en la misma galería da nuevas pruebas en las maravillosas joyas urdidas con las preseas de sus viajes a tierras remotas y al interior de su magín sensible.
Diana Dowek –volveremos a ella– hace tributo a Clara Zetkin y a Virginia Woolf. Su pintura es monocromática, fiada en los valores y el matiz, matiz ínsito en la inglesa que reclamaba "un cuarto propio" para ser quien era aun dentro del dorado gueto de Bloomsbury. Una jaula de oro casi contemporánea a la intemperie de la intrépida Clara –asesinada en la tribuna– o de Marie Curie, la polaca víctima de sus logros científicos, casi coetánea de Virginia que en el río, los bolsillos plenos de piedras –como Alfonsina en el mar– encontró el cuarto propio.
En el despliegue de trazos, pinturas, corpóreos, Laura Ferrando obtura desde el video de María Julia, cartonera, un desasido testimonio de la indefensión real. En el trote cansino, agotador, que registra el video de Ferrando y su virtual álter ego, María Julia da fe de la larga marcha hacia la libertad con dignidad ejemplar.
Otra vuelta de tuerca provee Zulema Maza en la serie Tomasa, fotos intervenidas digitalmente de una bella migrante guaraní. Hace visible la plena, íntegra resistencia de tantas mujeres que interpelan el desamparo social que las victimiza.
Casi a modo de contrapropuesta, Elsa Soibelman indaga en rostros bifrontes y monocromos el mandato de belleza, el culto al rostro y cuerpo perfectos, negación del transcurso del tiempo que se pretende burlar con Photoshop, Botox, cirugías y dengues violentos a los que se someten féminas y varones de escaso caletre y autoestima.
Al tema vuelve Inés Emilia Vega, con dos obras singulares, tan singulares como ella y los recursos de los que se vale para crear. Las suyas son esculturas blandas, urdidas sobre tela pintada, recursos de costurero que Vega instala con acento único en la escultura argentina, esa marca superior, indeleble, del remoto sur.
Tanta riqueza se resiste a los márgenes de una nota crítica. Pero es obligado consignar que Diana Dowek, invitada por la inefable Taibe (Paloma) Nachman a realizar una muestra individual, amplió la propuesta hasta Ellas x Ellas, esas diez que se multiplican ad libitum. A no perderse esta partida.
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