Arte: Bourriaud, el extranjero
El crítico francés, director de la Escuela Nacional Superior de Bellas Artes de París y creador del concepto "arte relacional", presentará en la feria su nuevo libro, La exforma, en el que la idea de comunidad de los anteriores se torna más política
En un pasaje de uno de sus libros, Nicolas Bourriaud modifica una cita de Tristan Tzara. "El pensamiento se hace en la boca", había escrito Tzara en uno de los manifiestos Dada. "El arte se hace en la galería", escribe Bourriaud. La reescritura resulta significativa por dos motivos: en primer lugar, inscribe su teoría del arte actual (y la palabra teoría es problemática) en la estela que dejó la proa de las vanguardias; además, la galería podría ser el espacio por excelencia (real y metafórico) del arte "relacional", esto sin contar el vínculo personal del crítico francés con ese espacio.
"Arte relacional" y, más específicamente, "estética relacional" son las categorías que fundan el pensamiento de Bourriaud. Sus ensayos son más bien inorgánicos, pero esto no quiere decir que no exista una rigurosa consecuencia entre ensayo y ensayo, entre libro y libro, de Estética relacional al reciente La exforma, pasando por Postproducción y Radicante.
Un poco del mismo modo en que Arthur Danto llegó a la filosofía del arte por la vía de la perplejidad crítica que le provocó el arte del los sesenta, Bourriaud se ve impelido en la misma dirección, pero en los años noventa, por sus tareas de curador en el pabellón francés de la Bienal de Venecia o en la Tate de Londres, por citar solamente dos plazas de su intensa actividad. Bourriaud sintió que muchos de los malentendidos que contaminaban la comprensión del arte de los años noventa derivaban de la ausencia de discurso teórico acerca de él.
El conjunto de escritos reunidos con el título de Estética relacional apareció sobre el final de la década, en 1998, y se propuso como una solución a semejante carencia. "La posibilidad de un arte relacional -un arte que tomaría como horizonte teórico la esfera de las interacciones humanas y su contexto social, más que la afirmación de un espacio simbólico autónomo y privado- da cuenta de un cambio radical de los objetivos estéticos, culturales y políticos puestos en juego por el arte moderno."
Si Bourriaud usa la palabra "moderno" es porque lo contemporáneo consistiría en una radicalización y superación del proyecto moderno. Para pasarlo en limpio: la obra contemporánea se presenta ahora como una "duración" que debe experimentarse, como una apertura a un "intercambio ilimitado". En estos términos, la exposición no es ya el resultado de un proceso -"su happy end"- sino el lugar mismo de su producción.
Pero la "estética relacional" no es una teoría del arte en la medida en que no trae consigo conminación ni teleología. En cambio, Bourriaud la define como una "teoría de la forma"; amparándose en la cita de autoridad de Witold Gombrowicz, concluye que la forma es una propiedad relacional y que, en el arte actual, sólo hay forma "en el encuentro, en la relación dinámica que mantiene una propuesta artística con otras formaciones, artísticas o no". Vista desde esta perspectiva, la historia entera del arte puede ser leída como la historia de una producción creciente de las relaciones en el mundo, y esta producción determina dominios formales.
Como casi siempre sucede en el arte actual, el origen de esta línea de fuga está también en Marcel Duchamp. Pensemos en el pasaje final de Le processus créatif (El proceso creativo): "El artista no es el único que consuma el acto creador, puesto que el espectador establece el contacto de la obra con el mundo exterior al descifrar e interpretar sus características profundas, para añadir entonces su propia contribución al proceso creativo". Pero los artistas en quienes piensa Bourriaud no celebran la inmaterialidad, aunque tampoco incurren en una regresión a la "obra" en cuanto categoría.
Las experiencias de Maurizio Cattelan, Rirkrit Tiravanija o Vanessa Beecroft, artistas todos que soliviantan a Bourriaud, se inscriben en el campo abierto por Fluxus y el situacionismo. En cuanto al segundo, Bourriaud mantiene una interlocución continua con las ideas de Guy Debord; en cuanto al primero, podría haber aquí una cercanía con aquello que Dick Higgins definía como "intermedia" para referirse a los espacios vacíos entre las distintas artes.
Ya Theodor Adorno, en un ensayo de 1966, se había referido a un Verfransungsprozess, a un proceso de infracción, a una progresiva disolución de los límites entre un arte y otro. A algo de eso parece aludir Bourriaud cuando no acierta a decidir si las sopas chinas deshidratadas que Tiravanija puso a disposición del espectador en el Aperto 93 de la Bienal de Venecia pertenecen a la escultura, a la instalación o a la performance. En el fondo, un expediente irrelevante, porque lo que le importa es la evidencia de que la transitividad destrona a la contemplación.
El tránsito en castellano de los libros de Bourriaud falsea la cronología: aunque se publicó antes, Postproducción profundiza la estética relacional. Los aspectos conviviales de Estética relacional mutan aquí en la deducción de nuevos modos de producción derivados de la aparición de Internet. Por su lado, la idea de que ya no se "fabrican" objetos sino que se seleccionan entre los existentes y se los modifica según una intención específica conduce a la condición intemporal del arte que encontramos en La exforma: el "carácter irresoluble" de la obra de arte elimina toda atribución de finalidad y vuelve reversible la historia del arte que, fiel a la presunción borgeana en "Kafka y sus precursores", puede leerse "de izquierda a derecha o de derecha a izquierda".
La exforma no puede entenderse sin los libros precedentes de Bourriaud, pero mientras que antes dominaba la influencia de Félix Guattari, se impone aquí Louis Althusser y su relectura del pensamiento marxista. La idea de comunidad de la estética relacional se torna más agudamente política. Si el desperdicio, los restos del proceso de producción se extienden a la política, la economía y la cultura, el "salvamiento histórico" no es ya tarea del historiador materialista sino "un asunto de todos".
Inti Guerrero
Curador colombiano, actualmente radicado en Hong Kong. Entre 2011 y 2014 se destacó como director artístico-curador asociado de Teorética, un espacio para el arte y el pensamiento fundado en 1999 en San José, Costa Rica. Formó parte del Programa Curatorial de De Appel Arts Centre, Países Bajos. Ha curado exposiciones y organizado simposios en América Latina, Europa y Asia.
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