Argentinos en Nueva York
Son una pequeña minoría entre los latinoamericanos que viven en la Gran Manzana, pero se destacan por su creatividad y ocupan puestos de relieve en las instituciones culturales
En la ciudad de Nueva York viven alrededor de 14.000 argentinos, según datos oficiales. Esta cifra equivale apenas al 0,6 por ciento de la población hispana y al aún más exiguo 0,17 por ciento de la población total de la ciudad. Sumando Nueva Jersey y los estados de Nueva Inglaterra (Connecticut, Rhode Island, Massachusetts, Vermont, Nueva Hampshire y Maine), en total somos unos 25.000. Pero la proporción de compatriotas que ocupan posiciones destacadas dentro del mundo cultural de la Gran Manzana es significativamente mayor de lo que estos números sugieren.
"La presencia argentina es muy fuerte en todas las disciplinas, desde el cine, las artes plásticas y la literatura hasta el ballet, el teatro y la ciencia -dice la ministra Adriana Trotta, cónsul general adjunta, a cargo de asuntos culturales-. Es una representación de excelencia, lo cual tiene un impacto muy positivo en los medios y en la imagen de nuestro país en Estados Unidos."
La Argentina, en efecto, es considerada por los neoyorquinos una usina cultural de primer nivel. Uno de los fenómenos que más influyó en la consolidación de dicha imagen aquí fue el denominado nuevo cine argentino. Pocas instituciones han tenido tanto que ver con la difusión de las obras de los directores más jóvenes como la Film Society del Lincoln Center, y en particular, su festival de cine latinoamericano, Latinbeat. La curadora de este festival desde su origen, en 1997, es nuestra compatriota Marcela Goglio. Marcela integra, además, el equipo de programadores del celebérrimo New York Film Festival y del ciclo New Directors, coorganizado con el Museo de Arte Moderno neoyorquino, el MoMA.
En Nueva York viven también durante buena parte del año dos de los realizadores argentinos más famosos: el ganador del Oscar, Juan José Campanella, y Julia Solomonoff, que es profesora en la carrera de cine de la Universidad de Columbia, donde también estudió.
Otra vidriera clave para los argentinos son las artes plásticas. Además de las exhibiciones de León Ferrari, Guillermo Kuitca y Marta Minujín en los principales museos y galerías de la ciudad, el arte nacional tiene una amplia lista de representantes en la Gran Manzana: Rafael Bueno, Fernando Cánovas, Héctor Canonge, Mariano Cinat, Miriam Costanza, Andrea Cukier, Jaime Davidovich, Nicolás Guagnini, Liliana Porter, Alejandra Seeber, Fabián Marcaccio, Judi Werthein, la diseñadora gráfica Fernanda Cohen y los fotógrafos Sol Aramendi, Julio Grinblatt y Adriana Groisman. (El maestro de la pintura abstracta César Paternosto se mudó a España a mediados de la primera década del siglo, después de haber vivido en Nueva York muchísimos años.)
El Museo del Barrio, la institución más emblemática de la creciente latinización de Nueva York, tiene tres argentinos en puestos estratégicos: Gonzalo Casals, director de Educación y Programas Públicos; Trinidad Fombella, mánager de Exposiciones y curadora, una de las responsables de compras para la colección, e Inés Aslan, jefa de Comunicaciones, experimentada profesional de relaciones públicas que manejó la prensa de la Film Society del Lincoln Center y el Tribeca Film Festival. Entre las galeristas, no puede dejar de mencionarse a Cecilia de Torres, nuera del pintor uruguayo Joaquín Torres García, y a Clara Sujo, ambas, pioneras de la difusión del arte latinoamericano en Estados Unidos, y a Verónica Mijelshon, abocada a las nuevas generaciones. El representante de artistas Silvio Gitter es director artístico de Pamar, la entidad organizadora de la Semana Cultural Latinoamericana en Nueva York.
Con menos de cinco años de existencia, Pinta, la feria de galerías de arte latinoamericanas, es ya una institución neoyorquina. Pinta es, también, la creación de tres argentinos: Diego Costa Peuser, Mauro Herlitzka y Alejandro Zaia. Dos de ellos tienen otros fuertes vínculos con la ciudad: Zaia vive aquí parte del año y Herlitzka es miembro del International Council y del Latin American and Caribbean Acquisition Fund, del MoMA. La graduada de Columbia Carmen Ferreyra, asistente de la dirección de Pinta, es otra joven en ascenso.
La Sociedad de las Américas, fundada por David Rockefeller en los años 60, es la más tradicional organización cultural de la ciudad vinculada con América latina. Su director de programación musical es el compositor argentino Sebastián Zubieta. José Negroni es asistente del director del programa de literatura y Patricia Olender, la responsable del manejo de socios. El funcionamiento de la Sociedad de las Américas (y de su organización hermana, el Consejo de las Américas) es posible en gran medida gracias a las donaciones de Amalia Lacroze de Fortabat. Teresa Bulgheroni, por su parte, financia su prestigioso ciclo anual con cantantes del Teatro Colón y es también la única argentina en la junta directiva del Museo del Barrio.
Escrito en Manhattan
En un país que ya tiene 35 millones de hispanohablantes, las publicaciones en castellano son cada vez más numerosas, especialmente en la capital de la industria editorial. Cecilia Molinari, nacida en Los Ángeles, pero argentina de la cabeza a los pies (es hija del rockero Edelmiro Molinari), fue jefa editorial de Rayo, la colección de libros en castellano de HarperCollins. Ximena Diego, una experta en literatura infantil, fue la responsable de la página on-line de Lectorum, la mayor distribuidora de libros en español de Estados Unidos. Miriam Fabiancic, ex integrante de Lectorum, es editora responsable de Club Mosaico, otra importante distribuidora de libros en nuestro idioma.
La colección Rayo fue una de las víctimas de la crisis de 2008 y la sección electrónica de Lectorum no pudo competir con la de Barnes & Noble, la mayor cadena nacional de librerías, que fue impulsada por otra argentina, Patricia Arancibia. Después de ascender a gerenta de contenidos digitales internacionales de B&N, Arancibia desarrolló la primera librería virtual en castellano de Estados Unidos, NOOKbooks Español, lanzada en noviembre.
La lista de autores de ficción, ensayo y poesía radicados en Nueva York incluye a algunos de los principales exponentes de la literatura argentina actual: Sergio Chejfec, Reinaldo Ladagga, Sylvia Molloy, María Negroni, Flaminia Ocampo, Ricardo Piglia, Mercedes Roffé y Lila Zemborain (el recientemente fallecido Tomás Eloy Martínez dirigió durante años el Centro de Estudios Latinoamericanos de la Rutgers University, en Nueva Jersey). Federico Falco, que cursa la maestría de literatura creativa de la Universidad de Nueva York (NYU), está entre los nominados por la revista Granta como uno los mejores escritores jóvenes en idioma español. Otros nombres menos conocidos por el gran público son Margarita Drago, Nora Glickman y los dramaturgos Graciela Berger y Néstor Lacorén, el productor local de Mercedes Sosa que, en abril de 2010, organizó el tributo a la cantante en el Lincoln Center.
Profesores de exportación
Los profesionales de las letras concentran también la mayor cantidad de puestos directivos en el mundo académico. Sylvia Molloy fue durante años directora del Departamento de Español de la NYU; entre otros cargos, ocupó también la presidencia de la Modern Language Association, la organización norteamericana más importante de docentes de humanidades. Su colega Lía Schwartz acaba de retirarse de la dirección del doctorado de letras hispano-lusitanas del Graduate Center, la facultad de estudios de posgrado de la Universidad de la Ciudad de Nueva York (CUNY), donde también enseñó su esposo, el filólogo Isaías Lerner. Lila Zemborain creó el ciclo de poesía del King Juan Carlos I Center, uno de los puntales de la vida cultural latinoamericana local, y dirige la maestría de literatura creativa en español de la NYU, la primera en su género en todo el país. Graciela Montaldo es directora interina del Departamento de Cultura Latinoamericana e Ibérica de la Universidad de Columbia, ex Departamento de Lengua Española y Portuguesa, en cuya renovación tuvo un papel central. Del otro lado del río Hudson, en Princeton, Gabriela Nouzeilles dirige el Departamento de Español y Portugués, y Andrés Di Tella, el festival de cine documental de la universidad.
Es imposible mencionar aquí a todos los profesores universitarios argentinos: los hay en todas las disciplinas y en todas las casas de estudio. Baste con citar a dos: la arquitecta Margarita Gutman, miembro del consejo directivo del Observatorio Argentina (New School) y Juan Carlos Mercado, decano del Center for Worker Education, la más reciente creación del sistema de instituciones de enseñanza superior del CUNY.
Gente de prensa
El decano de los periodistas argentinos en Nueva York es el rosarino Rodolfo Quebleen. A lo largo de su extensa carrera (llegó en 1965), fue director de El Diario-La Prensa , el más antiguo de los periódicos en español, todavía en circulación, y de muchos otros medios, además de haber sido uno de los primeros comentaristas de la televisión estadounidense en nuestro idioma. Actualmente dirige Hora Hispana , el semanario de distribución gratuita del Daily News . Es también dramaturgo, autor de Allende, la muerte de un presidente y de Evita y el coronel . Otro "histórico" es el ex corresponsal de Editorial Atlántida Alberto Oliva, director de Ser Padres , una de las revistas en castellano de mayor tirada del país, y coautor de dos celebrados libros sobre las revistas Time y Vogue .
La agencia de noticias Associated Press (AP) fue siempre un reservorio de periodistas argentinos. Hoy trabajan allí dos connacionales: Jorge Ignacio Covarrubias (que es también secretario general de la Academia Norteamericana de la Lengua Española y autor de varios libros, entre ellos uno sobre la vida de Gabriela Mistral en Estados Unidos) y Pablo Giussani, hijo del homónimo autor de Montoneros. La soberbia armada . En 2010 se jubiló Mario Szichman, autor de siete novelas y coautor de una reciente biografía de Sonia Sotomayor, la primera latina que llegó a la Corte Suprema. El joven Diego Graglia, activo en muchos medios locales durante la última década, se mudó hace unos meses a las oficinas de AP en México.
Después de varios años de tener vacante su corresponsalía local, Clarín acaba de destacar en Nueva York a Ana Barón. La redacción neoyorquina se completa con Carlos Lauría, coordinador del programa para América latina del Comité de Protección de Periodistas; con Mónica Flores Correa, corresponsal por muchos años de Página/12 que acaba de publicar su primer libro de cuentos, Agosto ; la periodista científica Graciela Flores, editora de Natural History Magazine y Scientific American ; con Hernán Iglesias Illa, autor de Miami: Turistas, colonos y aventureros en la última frontera de América latina y de Golden Boys , una biografía colectiva de los argentinos que poblaron Wall Street en la última década del siglo XX, y con otro colega de larga trayectoria, Ernesto Semán, próximo a publicar su tercera novela. Mariela Dabbah, autora de varios libros de orientación para inmigrantes, es la consultora de educación de Tu Voz, el blog de AOL Latino.
En los escenarios
La presencia argentina en el teatro neoyorquino tiene una larga historia: la obra de Osvaldo Dragún influyó a varias generaciones de directores latinos y el actor Norman Briski vivió aquí parte de su exilio, en los años 70. Las dos personas que llegaron más alto en la marquesina local –latina o no– son la directora Graciela Daniele y su colega Susana Tubert, directora ejecutiva de TeatroStageFest, el festival internacional de teatro latino e iberoamericano de Nueva York. En la plenitud de su carrera se hallan Germán Baruffi, director asistente de la compañía Teatro IATI, y los actores Trinidad Alcorta, George Bass, Gerardo Gudiño, Patricia Becker, Fabián González y Mariana Buoninconti. Por su papel estelar de María en la reposición de West Side Story , la cantante argentina Josefina Scaglione fue una de las grandes revelaciones de los últimos años. Todos le auguran un futuro promisorio en Broadway.
Desde los tiempos de Juan Carlos Cobián, Nueva York ha sido una meca para los músicos criollos. Además del semirretirado Gato Barbieri, han elegido esta ciudad como base de operaciones los bandoneonistas Juan Carlos Arias, Daniel Binelli, Héctor Del Curto, Juan Pablo Jofre Romarion y Tito Castro; los bajistas Pablo Aslán, Pedro Giraudo, Andrés Rotmistrovsky y Alex Zucker; los bateristas y percusionistas Franco Pinna, Lionel Sanders (nieto de Julio Sanders, autor de "Adiós muchachos"), Mauro Satalino y Marcelo Wolosky; los guitarristas Marcelo Domínguez, Gabriel Hermida, Rubén Isola y Rodolfo Travagliante; los violinistas Marcelo Lúpiz y Leonardo Suárez Paz, el trompetista Diego Urcola, el saxofonista Jorge Anders, ex arreglador, nada menos que de la orquesta de Duke Ellington; los pianistas Octavio Brunetti, Gustavo Moretto, Maurizio Najt, Fernando Otero, Guillermo Romero, Emilio Solla, Emilio Teubal, Frank Valiente y Pablo Ziegler, y los cantantes Gabriela Anders, Mariana Baraj, María Cangiano, Carmen Carrasco, Antonella Paz Cutello, Coral, Susana Kiara, Héctor Pablo Pereira (el Pulpo), Sofía Rei, Silvia y Enrique Sánchez y Sofía Tosello. Todos participan activamente en el nutrido calendario de tango, jazz, jazz latino y otros estilos que pueden escucharse los siete días de la semana en Nueva York. Muchos de ellos dieron sus primeros pasos en la ciudad de la mano de Bernardo Palombo, fundador del mítico Taller Latinoamericano. Cristian Naselli es otro conocido emprendedor musical en el rubro de ritmos latinos.
En la música clásica, además del mencionado Zubieta, se destacan los profesores de la Juilliard School of Music Mirian Conti, Jorge Parodi (pianistas) y Emanuel Héctor Zaraspe (coreógrafo); el pianista y acordeonista Guillermo Vaisman, director del coro de las Naciones Unidas; David Rosenmeyer, director asociado de la Oratorio Society of New York, director de la Choral Arts Society y del coro de la NYU e integrante del programa Musical Connections del Carnegie Hall; su esposa Malena Dayen, mezzosoprano ; los barítonos Gustavo Ahualli y Eduardo Chama, este último ahora en Filadelfia, y el compositor Marcelo Toledo. En el American Ballet Theater, Paloma Herrero y Hernán Cornejo continúan hoy la representación ejercida durante años por Julio Bocca.
El cuerpo y el alma
La mayoría de los psicólogos argentinos que llegaron a Nueva York en los últimos 25 años le deben su primer trabajo a la compatriota Francine Klein Ruskin. En 1985, Francine, como la conocen todos, fundó el programa hispano del Metropolitan Center for Mental Health, la principal clínica de salud mental para la población latina de Manhattan. Entre aquellos terapeutas estaban Roxana Korb, actual jefa del Departamento de Salud Mental del Jamaica Hospital, y Bibiana Geller, creadora del programa de asistencia terapéutica y legal para víctimas de crímenes internacionales del St. Luke’s Roosevelt Hospital. Otras argentinas hoy en el Metropolitan son Ada Frasca, ex directora del programa preventivo para infancia en riesgo del Dominican Women’s Development Center, y Anahí Rubin, quien es además videasta, autora de un documental sobre la presencia argentina en la ciudad. Otra respetada profesional de larga trayectoria, Iris Yankelevich, ha incursionado también en televisión como consultora de psicología.
De los muchos médicos exitosos sólo podemos mencionar algunos: José Barbazán Silva (posiblemente el clínico más conocido en la comunidad argentina), Griselda Bartha (psiquiatra, Saint Johns Episcopal Hospital), Marco T. Carpio (director de Psiquiatría del Franklin Hospital), Miriam Casal (dermatología, práctica privada), Claudia A. Chiriboga (neurología pediátrica, Universidad de Columbia), María E. Compte (especialista en enfermedades tropicales, Universidad de Long Island), Ricardo A. Cruciani (neurólogo, Beth Israel), Susana Ebner (profesora de endocrinología clínica, Universidad de Columbia), Mara Fiorentino (psiquiatra, ex presidenta de la Asociación Argentino-Norteamericana de Medicina), Sergio Golombek (neonatólogo, New York Medical College, Valhalla), Alejandro González Della Valle (ortopedista, Hospital for Special Surgery), Roberto Granato (urológo, especialista en operaciones de cambio de sexo), Diego Herbstein (neurólogo, NewYork-Presbyterian Weill Cornell, también conocido coleccionista de arte), Jorge López Ovejero (clínica médica, NewYork-Presbyterian/Weill Cornell), María del Pilar Molina (biología médica, NYU), Fernando Notte-?bohm (pionero en neuroplasticidad, Rockefeller Foundation Hospital), Eduardo Pignanelli (internista, St. Luke’s-Roosevelt), José Uriel Scher (reumatólogo, NYU Hospital), Sergio Suárez (clínico, práctica privada), Moisés Tenenbaum (cirujano, North Shore Hospital), Miguel Verbitsky (investigador en Alzheimer, Universidad de Columbia) e Eugenio Zappi (dermatólogo, práctica privada). El genetista Víctor Penchaszadeh, de relevante actuación durante muchos años en la comunidad argentina local, reside nuevamente en Buenos Aires. Mercedes Doretti, por su parte, es la coordinadora de la oficina local del Equipo Argentino de Antropología Forense, por cuya labor internacional en el reconocimiento de restos de víctimas de la represión política recibió la famosa beca de la Fundación MacArthur (conocida también como la "Genius Award").
También en el mundo espiritual los argentinos han dejado su marca. Con 34 de sus 75 años en la arquidiócesis de Nueva York, Carlos Mullins es probablemente el decano de los sacerdotes católicos hispanos. Miembro fundador, en 1977, de la Asociación Virgen de Luján (que junto con la Escuela Argentina de Queens es la institución argentina más antigua en funcionamiento en la ciudad), el padre Mullins ha tenido una activa participación en la comunidad latina. Fue el cura que dio la extremaunción a la cantante Celia Cruz. Eduardo Fabián Arias es pastor de la Iglesia Luterana Sión en El Barrio, viejo enclave puertorriqueño (hoy crecientemente mexicano) de Harlem.
Rolando Matalon, discípulo del rabino Marshall Meyer, es su sucesor al frente de B’nai Jeshurun, una de las sinagogas más antiguas del país; el segundo rabino de la congregación, Marcelo Bronstein, es también argentino, al igual que Gustavo Gitlin, cantor de la congregración Tifereth Israel, de Long Island. En la comunidad judía local se destacó además Jacobo Kovadloff, director del Comité Judío Estadounidense, fallecido en 2009.
Patio de comidas
Ningún análisis de la influencia cultural de un país estaría completo sin un relevamiento de su comida en el país anfitrión. Los primeros restaurantes argentinos de Nueva York se concentraron en los distritos de clase trabajadora de Elmhurst-Corona y Jackson Heights, en Queens. A fines de la década del 60, una oleada de inmigrantes mendocinos llegó a la ciudad, y muchos de ellos se dedicaron a la gastronomía; uno de los pioneros fue Mario Civeli, dueño de El Gauchito y La Esquina Criolla. En la zona se encuentran también La Porteña, de Jorge Leiva; La Cabaña Argentina, de Hugo Pinta, y Boca Juniors, de Walter y Patricia Coni.
Cruzando el East River, en el concurrido South Street Seaport, el uruguayo-argentino Rubén Maseda abrió en 1975 el primer local de Ruben’s Empanadas: hoy son seis en todo Manhattan. Pero el éxito más rutilante fue, sin duda, Novecento, de Héctor Rolotti, que en 1991 inauguró en Soho el primer local de la actual cadena internacional de ese nombre. El socio italiano de Rolotti, Stefano Villa, es dueño de Azul y de Industria Argentina, cuyo chef estrella es Natalia Machado, famosa por su cordero patagónico. Buenos Aires Restaurant, de Ismael Alba, es otro de los lugares adonde comer un buen asado. Pampa (luego La Rural) y Gauchas, de Raúl Bonetto, lamentablemente cerraron, al igual que Sur, en Brooklyn. La pizza nacional está representada por Nina, de Marcelo Cejas y sus padres, Narciso y Graciela. La chef Uzi Davidson es dueña de la firma de catering Lola Mora, requerida por varias instituciones argentinas para sus eventos locales. Fuera del menú tradicional, uno de los grandes innovadores es GustOrganics, un restaurante ciento por ciento orgánico, de Alberto González.
Ante la imposibilidad de importar carne argentina, la demanda se abastece desde Australia, Nueva Zelanda, Uruguay y Nebraska. Pero ciertos productos, desde el dulce de leche hasta el quebracho requerido por ciertos asadores exquisitos, no tienen sustituto: quien los facilita es el marplatense Jorge Zemba, dueño de Ingredients Gourmet.
Para los postres, Raúl D’Aloisio inauguró en 1998 con su hermano Oscar la primera heladería artesanal de estilo argentino de Nueva York, Cones, que abrió el camino para todas las heladerías que vendrían después.
Un corte y volvemos
Para cierta vertiente humorística de la cultura popular, el ejemplo máximo del insider , la persona con información reservada, obtenida directamente de la fuente, es el peluquero.
Carlos Liberti, ya retirado, tuvo durante 40 años una barbería, como se dice aquí, en Junction Boulevard y Corona Avenue, una intersección de Queens conocida como "la esquina criolla" por la conjunción del Club Rioplatense, cuyas paredes están decoradas con retratos en mayólica de San Martín, la Virgen de Luján y Carlos Gardel, y varios restaurantes argentinos. Los amigos llamaban a la peluquería La Embajada o Ezeiza, "porque todo el mundo que llega aterriza acá"; muchos argentinos pasaron allí sus primeras noches en Nueva York, mientras Liberti los ayudaba a conseguir trabajo.
En la otra punta del espectro geográfico y social de la urbe, el East Side de Manhattan, está Diego Dormibene, que emigró desde Buenos Aires en los años 70. Los clientes de su peluquería incluyen algunos personajones del barrio, como el alcalde Mike Bloomberg. En una ciudad en donde los buenos peluqueros son tan difíciles de encontrar como un taxi en un día de lluvia, Dormibene y Liberti han dejado bien en alto el prestigio de las tijeras nacionales. Y es que en Buenos Aires o en Nueva York, Dios y Don Mateo son argentinos.
Claudio Iván Remeseira es fundador y director del Hispanic New York Project del Center for American Studies de la Universidad de Columbia y editor del libro Hispanic New York: A Sourcebook (Columbia University Press, 2010)
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