ARCO: el impacto de una feria de arte, según pasan los años
En sus comienzos, la feria reubicó a España tras cuatro décadas de aislamiento franquista, y con las décadas no solamente cambió la escena de Madrid y abrió las mentes, sino que tendió puentes con Latinoamérica que estrechan cada vez más la relación
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MADRID.- Es otro país, otro mundo, otro público, y es otro el lugar del arte cuatro décadas después del debut de la feria más importante de España. ARCO celebra su edición 43 sin perder la memoria, pero sintonizando con los nuevos tiempos. Maribel López, directora de larga experiencia y contagioso entusiasmo, tiene claro que hay que acortar la distancia con Latinoamérica y que no será Art Basel Miami Beach quien se quede con un mercado que habla el mismo idioma.
Argentina se lleva hoy una canasta de premios y celebra la presencia del Caribe Oceánico, esa tierra de diásporas y de huracanes, climáticos y políticos. Se suma a este panorama, la decisión de España de llevar a la Bienal de Venecia a la artista peruana, Sandra Gamarra, como representante del pabellón nacional, con curaduría de Agustín Pérez Rubio.
Nada de esto era imaginable 40 años atrás, cuando la sevillana Juana de Aizpuru puso la proa a una feria madrileña, contemporánea e internacional. Ayer fue homenajeada tras su retiro del ruedo, a los 90 años, en una edición que exhibe más del 40 por ciento de obras de artistas mujeres.
En 1986, tras cuatro años de gestión innovadora, Juana de Aizpuru dio un paso al costado. Le siguió en la conducción Rosina Gómez Baeza, una española de cabeza europea y formación británica, que imaginó ARCO como una plataforma para reubicar a España tras cuatro décadas de aislamiento franquista. Parecía un sueño cambiar la mirada y traer a Madrid obras que estaban fuera del catalejo local. Lo más cercano eran los informalistas del Grupo de Cuenca, en una abstracción que no filtraba pensamientos políticos.
El punto de arranque, en 1982, fue un momento clave para España. ARCO marcó un giro copernicano cuando el PSOE consolidó su ventaja y Felipe González se convirtió en el líder del momento, ese hombre joven y apasionado resultaba el único recambio posible para conquistar de una vez por todas las garantías democráticas amenazadas por los resabios totalitarios. Todo esto sucedía en el mismo momento y con una ilusión rompedora, en la que galerías, artistas y gestores de la cultura jugaron un rol fundamental.
Para comenzar, España no tenía museos que hablaran otro lenguaje que no fuera el de la historia. Y en esos años nacieron el IVAM de Valencia, impulsado por Carmen Alborch , ministra de Cultura de Felipe González, y el Reina Sofía que sería la piedra de toque. El viejo edificio que había sido hospital de cara a la estación de Atocha se convirtió en una caja de resonancia de lo nuevo. España entraba de un tirón en la modernidad y en la contemporaneidad. Con Felipe González se resolvió la encrucijada: apoyar la democracia era terminar con el aislamiento y la incertidumbre. Suena a una ecuación política, pero el arte tuvo todo que ver. La feria se mudó de Casa de Campo al centro de exposiciones de IFEMA (centro de exposiciones de Madrid), camino de Barajas, y, al hacerlo, dobló la apuesta más allá de los resultados económicos. El éxito de público fue inmediato, con picos de 200.000 visitantes, lo que convertía a esta debutante de corazón provinciano en un suceso internacional. Rosina Gómez Baeza apostó por el perfil internacional y llegaron a Madrid las galerías del mundo.
Esta nueva edición, la número 43, marca un rumbo claro de compromiso con Latinoamérica, pero también confirma que la feria fue mucho más que la puerta abierta a lo nuevo con la consagración de artistas como Miquel Barceló y José María Sicilia. ARCO cambió la escena de Madrid, encendió las luces, abrió las mentes, aparecieron los Almodóvar y la ciudad tocó la campana de lo nuevo. Ese cambio imparable, sostenido y creciente jamás hubiera sido posible sin el impulso de Juana de Aizpuru, Rosina Gómez Baeza, Lourdes Fernández , Carlos Urroz y, ahora mismo, Maribel López, que conoce el paño y el tono de una feria que debe ser, al mismo tiempo, internacional y española de pura cepa, con la mirada “allende los mares”.