Arabia y la Argentina, unidas por una técnica milenaria para levantar desde palacios hasta ciudades enteras: el adobe
Ambas naciones tienen un patrimonio espectacular construido con este material erróneamente vinculado a la pobreza; el proyecto ambicioso proyecto saudí de Al Diriyah y la conexión local
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Arabia Saudita está a 13.198 km de la Argentina y entre ambas naciones hay grandes diferencias, culturales, históricas, religiosas. Sin embargo, existe un punto en común: la milenaria técnica del adobe, usada para levantar desde lujosos palacios islámicos, hasta pintorescas iglesias o ranchos en el norte de nuestro país, pasando por ciudades enteras. Este es el caso del centro saudí Al Diriyah, cerca de Riad, un tesoro arquitectónico en ruinas, hoy restaurado gracias a un ambicioso proyecto destinado a atraer turistas y nuevos negocios.
Para compartir esta experiencia, una delegación árabe participó en Buenos Aires de un seminario sobre el método logrado al unir el barro y la arena, mezclado a veces con paja, moldeado como ladrillo y secado al sol. Es un sistema nacido con la civilización misma, diseminado en todo el planeta. Por su solidez estas obras aún permanecen en pie.
Vistiendo el clásico turbante y la túnica de su comunidad, Su Alteza Real, el príncipe Sultán Bin Salman, Presidente de la Fundación Al Turath, abrió el encuentro por teleconferencia desde el patio de su residencia en Al Diriyah. “Argentina es uno de mis países preferidos. Esperamos que ustedes puedan visitarnos y apreciar como al reconstruir esta ciudad estamos recuperando nuestra historia, nuestra memoria”, aseguró el príncipe, impulsor del encuentro, hace unas semanas. “Ambas naciones tienen un patrimonio espectacular en adobe”, agregó el Embajador saudita en Argentina, Hussein Alassiri, durante el Seminario Internacional Adobe, Patrimonio Mundial y Arquitectura Contemporánea: Desafíos Globales. “Hoy es un elemento de altos estudios en las construcciones sustentables”, dijo a LA NACION Alassiri, para quien la visita contribuyó al fortalecimiento de los lazos entre ambos pueblos.
Al Diriyah se fundó en 1450. Primera capital saudita (hoy es Riad), albergó siete palacios, pero fue dos veces destruida por los otomanos para quedar en ruinas durante un siglo. Hace 30 años comenzó su restauración y en 2010 la Unesco la declaró Patrimonio de la Humanidad. “Fue hecha de adobe, un material eterno, barato, ecológico, elástico, fácil de preparar. Lo usan los pobres y los ricos”, detalló Steven Parissien, del proyecto Puerta Al Diriyah, durante el encuentro lanzado por la Comisión Nacional de Monumentos, de Lugares y de Bienes Históricos del Ministerio de Cultura.
Al Diriyah es una pequeña joya que ocupa un kilómetro cuadrado de diámetro. La intención es convertir el sitio en un atractivo centro turístico cultural que se extenderá y complementará en los alrededores, dentro de un área de 7 kilómetros cuadrados, con nuevos museos, viviendas, universidades, hotelería. El proyecto continuará durante algunas décadas, aunque en septiembre próximo reabrirán el sector más antiguo, Turaif. Para que la gente se empape de esa atmósfera, hoy levantan pequeños claustros de adobe donde alojarse. Para estas y las demás obras instalaron en el lugar una fábrica donde se prepara ese material.
El profesor saudí Hisham Mortada recorre el mundo instando a las pequeñas comunidades a entusiasmarse con este sistema al brindar ejemplos de su país donde el 70 por ciento de las obras son de adobe. “El hombre fue hecho de barro, que es un material sagrado. Por eso Diriyah es una obra de arte. Necesitamos hablar de esto con los argentinos para que sigan usando nuestros patrones”, remarcó.
El gobierno saudí está invirtiendo millones de dólares en la ciudad sin hacer demasiados cambios: es un patrimonio a ser conservado tal cual se lo ideó, un centro políticamente y simbólicamente importante, destinado a recordar que allí nació la Familia Real, explicaron.
Salvando las distancias, ¿cómo hacer en Argentina para financiar este tipo de proyectos? “Los gobiernos locales deben apoyar la conservación de obras de adobe, pero además tendrían que buscar socios, nacionales e internacionales para emprender estas obras”, instó Mortada durante el ciclo de conferencias que tuvo doscientas mil visitas durante una transmisión gratuita y en vivo.
El desafío de conservar el patrimonio
La palabra adobe proviene del árabe al-tub, significa ladrillo sin cocer. Afuera de una vivienda de ese material la temperatura asciende a 50 grados, y en el interior hacen solo 25. Está donde hay desierto: África, Irán, África, México, sur de Estados Unidos, el noroeste de Argentina. Aquí nació con los pueblos originarios y continuó en el período colonial.
Siguió vigente en los siglos XIX y XX. Lo atestiguan los pueblos de la Quebrada de Humahuaca que forman parte de la Lista de Patrimonio Mundial de Unesco. Por eso la Argentina y Arabia vienen colaborando en este ámbito desde hace varios años, con seminarios en las ciudades de San Juan y Buenos Aires en el 2018. “Nuestro país cuenta con 1400 monumentos nacionales, unos 100 están hechos de adobe”, dijo Teresa Anchorena, presidenta de la Comisión de Monumentos. Sin embargo, gran parte de estas obras sufrió el abandono por parte de los gobiernos locales y nacionales al vinculársela erróneamente con la pobreza, explicó.
A nivel local se dejó de construir en adobe en la década del 70. Sin embargo, hoy se lo valora en lo que algunos llaman “un adobe hippie”, por su relación con la naturaleza. Respecto al patrimonio con dicha técnica que aún se conserva en nuestro país se mencionó el Templo de Jáchal en San Juan; la capilla Nuestra Señora del Rosario en San Luis; Santa Fe la vieja en Santa Fe: la Casa y Oratorio de Los Orquera, en Catamarca y la Capilla Nuestra Señora del Rosario, en Catamarca, entre otras tantas obras que aguardan nuevos proyectos para ser debidamente conservadas y valoradas.
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