Apropiacionismo. ¿Cita o plagio en el arte contemporáneo?
Tras las acusaciones a Fátima Pecci Carou, se generó un debate sobre la práctica artística; según los especialistas, la cita de obras ajenas integra el ADN del arte contemporáneo
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La denuncia que el youtuber Tipito Enojado hizo días atrás, en un video titulado “¿Feminista estafa un museo nacional?”, y que motivó que un artista de animé identificado como @agavoart advirtiera en Twitter que sus obras habían sido plagiadas por la artista emergente Fátima Pecci Carou (Buenos Aires, 1984), vuelve a traer a escena un viejo debate en la historia del arte. ¿Utilizar imágenes del ilimitado archivo visual y recontextualizarlas en nuevas obras es un plagio? Si así fuera, entrarían en la categoría de plagiarios artistas tan variados como Marcel Duchamp, Andy Warhol, Antonio Berni, Roy Lichtenstein, Jeff Koons, Claudia del Río y Damien Hirst, entre otros conocidos -locales y extranjeros- por los amantes del arte. En la era digital, memes, stickers y GIF que usan imágenes de otros para crear sentidos (cómicos y satíricos, en general) viajan a toda hora por teléfonos celulares y computadoras.
“El ready made integra el ADN del arte contemporáneo”, dice a este diario la secretaria de Patrimonio Cultural del Ministerio de Cultura de la Nación, la investigadora Valeria González. El “apropiacionismo” es un movimiento artístico que impulsa la reelaboración de elementos de obras ajenas en nuevas obras. Esta práctica generó -y sigue generando, como se observa en el “caso Pecci Carou”- polémicas y discusiones respecto de la propiedad intelectual. Meses atrás, ante un reclamo de la fotógrafa Nora Lezano, las autoridades del Museo Provincial de Bellas Artes Franklin Rawson de San Juan aceptaron la renuncia al primer premio de la artista Mariana Esquivel, que había concursado con una pintura basada en una foto de Lezano, luego de la denuncia de la fotógrafa en su cuenta de Instagram. ¿Quién se hubiera animado a enjuiciar a Lichtenstein por “robarse” la viñeta de un historietista estadounidense? “Es una discusión anacrónica, en la que con la excusa del arte se está hablando de otras cosas, como la ideología de la artista”, agrega González. En sus cuentas en redes sociales, Pecci Carou se asume como peronista y feminista. Su muestra Banderas y banderines, al cuidado de Eva Grinstein, se exhibía en el museo de la “abanderada de los humildes”, el Museo Evita.
“Para quienes no conocen la historia del arte contemporáneo, aquí un ejemplo emblemático de la relación entre la obra de artistas y las imágenes del cómic: Roy Lichtenstein -publicó este martes en su página de Facebook la investigadora Andrea Giunta-. Su obra más destacada, que hoy brilla en las salas de la Tate Gallery de Londres, está basada en un cómic de la guerra realizado un año antes”. Whaam! adapta un panel creado por Irv Novick de la historia Star Jockey publicado por DC Comics en febrero de 1962.
“Una gran parte del arte contemporáneo parte de copias o apropiaciones de otras obras, a las que el procedimiento diferenciado (de lo impreso a lo pictórico) y el radical cambio de contexto, de una cultura a otra transforma la obra o imagen que sirvió como punto de partida”, se explaya Giunta, para luego detenerse en la polémica suscitada (y amplificada) en redes sociales. “Fátima Pecci Carou no solo traduce una imagen impresa en colores homogéneos en un lenguaje pictórico -es decir, no imprime la imagen original en el mismo lenguaje- y al hacerlo introduce además de su específica forma de pintar, elementos adicionales, sino que también cambia radicalmente el contexto de las imágenes manga de las que parte para insertarlas en una narrativa vinculada a la historia argentina”. Sin nombrarlos, Giunta responde a los que atacaron a la artista en redes y medios gráficos. “No sorprende que usen sus imágenes con motivos extraartísticos quienes desconocen la historia del arte”.
En diálogo con LA NACION, Giunta admitió que las acusaciones de plagio siempre se pueden hacer. “Ahí se entra en un terreno impredecible -dice-. Se puede presentar una demanda y los artistas tienen derecho a defenderse. Toda la historia del arte está basada en préstamos, en copias, en filiaciones. La historia del arte está basada en las copias, en el arte antiguo era lo más común. Lo que no se puede hacer es reproducir fotográficamente sin permiso una obra de arte ajena”. Tanto Giunta como Pecci Carou integran la Asamblea de Trabajadoras del Arte Nosotras Proponemos. Para los abogados especialistas en propiedad intelectual, se deben citar las obras de artistas que están protegidas por la ley 11.723, que en su artículo 5º establece que la propiedad intelectual corresponde a los autores durante su vida y a los herederos o derechohabientes hasta setenta años contados a partir del 1° de enero del año siguiente al de la muerte del autor.
Pecci Carou respondió las consultas de este diario, relativas al uso de imágenes de la cultura pop japonesa y el sentido que pretende darles en su obra. “El uso de imágenes que provienen del mundo del manga y el animé japonés en mis pinturas tiene que ver con la primera influencia visual que recibí en mi infancia: mirando las series y dibujos animados que pasaban por la tele con mi mejor amiga del colegio que es de descendencia japonesa -cuenta-. En su casa siempre había cantidad de mangas (revistas de cómics) y figurines que su papá le traía de Japón, y juntas dibujábamos a esos personajes, sus vestimentas, peinados, sus grandes ojos”. Al crecer, se formó en la Universidad de Buenos Aires, el IUNA (actual Universidad Nacional de las Artes) y la Universidad del Museo Social Argentino. “Todo este tránsito por la academia y posteriormente en clínicas de artistas me han enseñado ese concepto: el arte siempre ha dialogado con el propio sistema al que pertenece, y lxs artistas producen a partir de lo que han aprendido que otrxs han hecho”, remarca.
En sus series de pinturas Femininjas y Lo real en la fantasía, aparecen fragmentos de imágenes ajenas. “Puse a dialogar distintas influencias visuales de manera anacrónica en el mismo plano: representaciones de pinturas del siglo XIX pueden convivir con personajes de sagas de animé”. A este contrapunto le sumó una crítica feminista a la historia del arte. “La historia del arte que me enseñaron no incluye a las feminidades creadoras, sino solo como musas y las sagas de animé contienen, en muchos casos, rasgos machistas”. La artista -que se define como una pintora contemporánea que articula su formación académica con las imágenes cotidianas que la rodean y consume- destaca que no replica con exactitud a los personajes de animé. “Solo lo hago como una referencia visual que se inscribe dentro del consumo de cultura de masas; son imágenes reproducidas hasta el cansancio en la web, los artistas del Fan Art los redibujan, los transforman; la cultura del cosplay y los cosplayers se apropian de personajes existentes, disfrazándose como ellos, jugando con su identidad y género; el merchandising de la industria del cómic reproduce una y otra vez imágenes de personajes”.
“Al descontextualizar los personajes de animé, les doy un nuevo sentido, al pasar de un lenguaje digital a un lenguaje pictórico los estoy inscribiendo en una nueva nueva lectura y narrativa -detalla sobre su método creativo-. Soy consciente de que el animé interpela a las nuevas generaciones y ese es también el público al que quiero llegar, con la intención de se acerquen a conocer, por ejemplo, hitos de la historia argentina desde otro lugar, como una saga de ficción, y también para acercarlos al arte desde otro lugar y se pregunten qué es el arte, ¿es solo el arte clásico hiperrealista que veo en los museos o puede ser también otra cosa?”.
Pese a las acusaciones en su contra, y la agresividad de algunos comentarios, la artista reconoce que es “muy bueno” el debate que se está dando. “Las acusaciones de supuesto plagio son una excusa para correr el eje de lo que verdaderamente molesta: mi posición política y mi militancia feminista -dice-. No es casual que las agresiones y discursos de odio hayan partido de grupos que están en contra de los derechos que estamos conquistando, es una represalia y también un intento de disciplinamiento a través del mal uso de las redes sociales. Es violencia por otros medios, y son verdaderamente peligrosos porque atacan la psiquis, promueven el hostigamiento, se meten con tu familia y allegados, te exponen. Sentí miedo. Pero también existe la contraparte real y concreta, sin máscaras ni anonimato: la contención y el apoyo de muchas redes que me rodean, la comunidad de artistas, la militancia, mis afectos, y hasta conocidos no muy cercanos, fueron un sostén fundamental para sobrellevar este mal trago”. También se defiende de la acusación de plagio. “Las imágenes que tomo del manga las redibujo, las pinto a mano, las transformo, les modifico o agrego detalles, les cambio el contexto, es decir, les cambio el sentido. Es casi como un ready made desde la pintura, hago un fair use, un uso justificado de las imágenes, esto ya existe en el arte: se llama apropiacionismo, que nada tiene que ver con la idea de plagio”.
Para la curadora de la muestra en el Museo Evita, la crítica e investigadora Eva Grinstein, el procedimiento de la artista es “absolutamente evidente, tan claro que da vergüenza ajena que lo interpreten como robo”, y considera que el ataque a Pecci Carou es antifeminista y antiperonista. “Cuando un DJ te hace bailar con un mashup en el que retoma, deforma y recontextualiza música de otros, ¿te indignás y salís a decir que es plagio? -dice a LA NACION-. Tal vez con esa analogía puedan aproximarse al tema de la apropiación a quienes no entienden nada de las prácticas del arte contemporáneo. Siguen creyendo que el artista es un ser iluminado que genera obras auráticas y autónomas salidas de la nada. Atrasa mucho esta discusión”.
Ante las denuncias -algunas disparatadas, como que la artista cobra “abultadas” cifras en dólares por la venta de sus pinturas- las autoridades del Museo Evita aclararon que la institución no había adquirido obras de Pecci Carou. “Son de propiedad de la artista, quien las retirará al finalizar la exposición”, dijo Aída Ocaranza, coordinadora general del Evita.
¿Qué enseñanza deja este episodio? “Nunca subestimen el poder de las imágenes, los artistas somos parte de la sociedad y nuestro aporte desde lo simbólico es muy importante -responde Pecci Carou-. Hagas o no arte ‘político’ o comprometido, estás produciendo nuevos sentidos de época, eso es un gran privilegio. También es importante que se abra la posibilidad de hacer partícipe al público de los debates culturales si queremos que nuestra actividad sea valorada. Y sería deseable que los que escriben sobre arte en medios de comunicación no desinformen y ayuden a enriquecer y subir la vara de la discusión cultural”. Con o sin katanas y profundas miradas de animé, el debate sobre la cita en el arte se reactualiza.