Apocalípticos e integrados: la grieta de los derechos de autor frente a los libros gratis en la cuarentena
En una crisis inédita como la que atraviesa el mundo a causa de la pandemia por el coronavirus no hay modelos previos ni recetas probadas para aplicar. Todo es nuevo y el panorama cambia día a día. En este contexto de espontaneidad sin precedentes, el sector editorial respondió de inmediato a la cuarentena obligatoria con una gran oferta de libros para descargar gratis o leer online. Entre los títulos libres disponibles en la web están los de dominio público y también varios de edición reciente que se venden en librerías. Esta movida de liberar contenidos pagos se da en un momento muy crítico para la industria editorial, que arrastra una fuerte caída de ventas, aumento de insumos en dólares y el peligro de suspensión de la cadena de pagos a autores y proveedores. Hay escritores que se subieron a la ola gratuita y otros que ponen reparos y alertan sobre las consecuencias de esta iniciativa surgida en tiempos de "coronacrisis".
La nueva grieta cultural divide a los "apocalípticos" de los "integrados", como diría Umberto Eco, con una gran variedad de grises en el medio. Están los que decidieron acompañar a los lectores de manera virtual con sus textos, como el historiador y best seller Felipe Pigna, que liberó hasta el 13 de abril cuatro libros digitales completos a través de la aplicación Historia Felipe Pigna, que es gratuita. Y también autores infantiles muy reconocidos en el país y en el exterior, como Isol, Pablo Bernasconi e Istvansch, que comparten sus materiales de diferentes maneras: con lecturas de sus libros, páginas con cuentos e ilustraciones para imprimir o videos con animaciones. En el caso de Isol, la editorial Fondo de Cultura Económica liberó uno de sus libros más conocidos: Secreto de familia. Y Bernasconi comparte en sus redes un cuento por día publicado en alguno de sus libros.
También están los que tienen posiciones extremas, como Antonio Santa Ana y Florencia Canale, que están en contra de regalar sus materiales: defienden a capa y espada no solo los derechos de autor sino el oficio de la escritura como un trabajo remunerado que hay que hacer respetar. "La escritura es mi trabajo y es un oficio como el de un carpintero o un electricista. Me parece perfecto que el que quiere liberar los derechos los libere, pero yo no tengo nada que compartir. Escribo lento, tardo muchos años en terminar cada libro; de hecho, publiqué cinco o seis libros en 22 años", asegura Santa Ana. El autor del best seller juvenil Los ojos del perro siberiano está convencido de que quienes bajan habitualmente libros gratis desde la web no lo hacen por cuestiones económicas sino por un tema cultural. "Los mismos que descargan libros sin pagar no le piden a Netflix o a Amazon Prime que libere sus tarifas. Pagan la suscripción y listo. De esta crisis, lo que tendríamos que lograr los autores es algunos derechos. Por ejemplo, que no nos sigan pagando las regalías cada seis meses en un contexto inflacionario", completó.
Los mismos que descargan libros sin pagar no le piden a Netflix o a Amazon Prime que libere sus tarifas""
Canale, autora de novelas históricas que venden miles de ejemplares, como La vengadora, sobre Damasita Boedo, la amante de Lavalle, tampoco está a favor de liberar los derechos de los libros. "Mantengo un contacto fluido con mis lectores por las redes con lecturas y les comparto fragmentos de mis novelas. Pero la escritura es mi trabajo y de ninguna manera lo regalo. Yo cobro derechos de autor y de eso vivo. Ya lo decretó hace muchos años José Martí: ser escritor es un trabajo", respondió a LA NACION.
Claudia Piñeiro se para en la vereda de quienes están a favor de compartir sus libros en esta situación inaudita. Cuando se enteró de que algunas editoriales empezaban a liberar títulos, le avisó a Penguin Random House que dispusiera de sus novelas. "Es una crisis excepcional, diferente a las económicas que ya conocemos; por eso, no podemos pensarla de la misma manera, tenemos que mirar lo que sucede con otros ojos", asegura. La autora de La viudas de los jueves tuvo que presentar su última novela, Catedrales, de manera virtual a causa de la pandemia. Leyó fragmentos vía Instagram y la editorial sorteó ejemplares entre la audiencia. "Me siento muy reconfortada por los mensajes que recibí. Eso es un regalo. Y no creo que alguien deje de comprar un libro impreso porque lo lea por la web", opina.
Como a muchos de sus colegas, si algo le preocupa a Piñeiro en este contexto no es que sus libros circulen gratis sino que "hay editoriales que amagaron con no pagar los derechos de autor del año pasado"; es decir, las regalías que corresponden a los autores por los ejemplares vendidos antes de la pandemia. Tomando la posta que le pasó Guillermo Martínez, Piñeiro se sumó por estos días a #ArgentinaLee, una iniciativa solidaria para grabar audiolibros de manera casera. Martínez grabó el epílogo de su policial Los crímenes de Alicia y Piñeiro leyó el último capítulo de su libro Elena sabe.
La cordobesa María Teresa Andruetto también cree que "frente a situaciones excepcionales surgen respuestas excepcionales". Consultada sobre este tema que divide aguas, explicó su posición: "Me considero una autora que cabalga entre una postura y otra: no estoy a favor de liberar todos los libros porque la escritura es un trabajo, pero tampoco me pongo tan estricta como los que no quieren compartir nada". Según cuenta, por estos días le llegaron toda clase de pedidos y propuestas. Fiel a su estilo, Andruetto aceptó las que están vinculadas con espacios docentes, bibliotecas populares y difusión de la poesía. "No todos los libros generan dinero; los de poesía, por ejemplo, no rinden en términos económicos. Una editorial chica de Córdoba, Viento de Fondo, edita poemarios en tiradas de 500 ejemplares y permite descargar una versión en pdf para que el libro circule. Hay un deseo por compartir. Otras editoriales más grandes están liberando libros no tanto por generosidad sino por difusión. Creo que frente a esta diversidad de situaciones nuevas hay diversidad de respuestas", completa la única autora argentina galardonada con el premio Hans Christian Andersen, el "Nobel" de la literatura infantil y juvenil.
Un autor que también se para en el centro es Pedro Mairal, que reunió en un gran archivo sus textos que estaban dispersos por la web pero no libera sus libros. "Lo que hice fue juntar en una lista de links gran parte de mis textos online que circulan gratis por Internet. Creo que lo que colgué es como para leer una semana seguida, en cantidad. Pero no pondría los pdf de todos mis libros gratis. Las descargas pagas de mis libros son bastante accesibles. Ahí está el texto bien editado, con linda letra, uniforme y definitivo. El que paga el libro paga por eso, no tanto por mi texto sino por el trabajo de edición", dice el autor de La uruguaya.
En redes sociales como Twitter y Facebook conviven las posturas a favor y en contra, y todos los "pero" que surgen en el medio. "Los altos niveles de inflación encima licuan estos ingresos. ¿Por qué a alguien se le ocurre que puede regalar el trabajo de otra persona?", pregunta en un tweet del 1 de abril la Unión Argentina de Escritoras y Escritores, que se manifiesta en contra de la liberación de derechos con la frase "Basta de precarizarnos".
Hace unos días, Silvina Rocha, autora de libros infantiles, se quejó públicamente porque una plataforma de contenidos había subido un libro suyo sin autorización ni consulta previa. Más allá de que el material fue retirado enseguida de la circulación, Rocha critica la tendencia a regalar contenidos. En diálogo con LA NACION, detalló sus motivos: "Con el virus llegó la ‘liberación de libros’. Editoriales, portales, plataformas o alguien decidió por nosotros y dejó correr libremente nuestra obra sin siquiera preguntarnos. Nos pasó a muchos y no me refiero al autor que, con la libertad que le asiste, lo hizo por iniciativa propia. Seguramente figure en la letra chica del contrato que alguien puede hacerlo, pero ni siquiera nos avisaron. El de los contratos es otro gran tema porque, en general, se firman permisos extensísimos y quedamos atrapados. De todas formas, lo que pasa con la ‘liberación’ del libro es lo de menos para los autores. Con la crisis, se pararon contratos, quedaron libros en imprenta. Las editoriales empiezan a decir que no van a poder pagar los ‘derechos’, que ganamos por obra vendida y que la editorial ya cobró. Cada vez que hay un incendio económico, el primer eslabón de la cadena que dejan librado a su suerte es a los autores, que somos laburantes como cualquiera".
Hay autores, como Sergio Olguín, que están a favor de la libre circulación de contenidos por la web pero critican ciertas acciones de las editoriales. "Me parece una gran hipocresía de las editoriales y plataformas de libros digitales que ‘liberan’ sus ebooks. Antes de eso deberían resolver la estafa a lectores y autores que significa la comercialización del libro digital. Los autores nos quedamos solo con el 10 por ciento de las ventas de libros digitales aunque en los contratos suele decir 25%. La relación debería ser un 75% para los autores y el resto para editorial e intermediarios. Con el libro impreso gastan en edición, corrección, papel, imprenta, diseño. La versión digital es un plus, que los autores percibamos solo el 10 por ciento es un robo", dice con los tapones de punta. "Hay quienes dicen que la copia gratuita de libros va en contra de los autores porque no cobramos. Tampoco cobro cada vez que se vende un libro mío usado. Ni en Amazon, ni en Mercado Libre, ni en ninguna librería virtual que vende libros usados pagan derechos de autor. Empecemos a cobrarles a ellos. Mientras tanto, que las bibliotecas populares sigan liberando libros y que las virtuales que suben libros gratuitamente sigan defendiendo nuestro derecho a leer. Los escritores tenemos que defendernos de los abusos de los editores, no de las necesidades de los lectores".
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