Apareció una obra desconocida de Frida Kahlo: el violín que pintó para su amante Leon Trotsky
Un propietario anónimo conserva hace cuarenta años el instrumento pintado y dedicado en un lugar secreto de Europa; un estudio de abogados español certificó la autenticidad de la pieza y estima su valor en 50 millones de euros
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En medio de la fridamanía mundial, una nueva obra de arte que atribuyen a Frida Kahlo salió a la luz y alimenta especulaciones económicas tanto como ganas de hablar de su obra y, más, de su vida de novela. El nuevo objeto de deseo de coleccionistas y apasionados por la gran artista mexicana es un violín intervenido con imágenes y leyendas, regalo que pintó para uno de sus amantes, también legendario: Leon Trotsky.
Todavía no se sabe dónde está ni quién lo guarda. Sólo se conoce que hace cuarenta años tiene un dueño en Europa que no lo había mostrado hasta ahora. Y que podría valer 50 millones de euros, si saliera a la venta en una casa de subastas. Pero por ahora todas son estimaciones.
Lo único cierto es que el violín existe, según testimonia el abogado español Javier Gallego, a quien ha llegado su propietario para confirmar la autenticidad de la pieza y comunicarla al mundo. En las fotos que ofrece se constata la dedicatoria y los dibujos firmados por la famosísima artista. “Piochitas: un hombre sin Patria es como un viejo violín sin cuerdas, espero que muy pronto recupere su Patria y su hogar, su ideal y su lucha y vuelva a ser el director de la Historia mundial. Atentamente, Frida Kahlo”, se lee en el frente, donde también hay dos grandes ojos pintados y una boca rosa y dos líneas que podrían leerse como el bozo que la artista llevó con orgullo y hoy la vuelven un símbolo (su obra siempre es un autorretrato). En el reverso, dibujó dos mariposas y, en el medio, un sol negro con el símbolo de la hoz y el martillo.
No se sabe si será puesto en venta. Lo cierto es que el último récord lo tiene la artista mexicana y su comprador es un argentino: el 17 de noviembre de 2021, Eduardo Costantini compró Diego y yo (1949) por casi 35 millones de dólares en una subasta en Nueva York, superando por más del triple el valor para la pintora y para una obra de arte latinoamericano. Pero por ahora, Costantini no se manifestó interesado en el nuevo hallazgo.
“La noticia nos llega aquí cuando vino el legítimo propietario a comienzos de año con unos informes periciales junto con su documentación de propiedad. Con eso, primero confirmamos la posesión legal y legítima, y luego lo comunicamos”, dice Javier Gallego en diálogo con LA NACION, uno de los socios del estudio Gallego y Sánchez-Rollón Abogados, especializado en derecho del arte. Tasador de arte y antigüedades, especialista en Goya, Gallego esta vez no hizo el expertizaje, sino que contactó a un especialista, Guillermo Pastor Vázquez, presidente de la Asociación Nacional de Peritos Calígrafos, para verificar la letra y la firma. “Además, una empresa española ha confirmado su datación, a través del estudio de pigmentos. Confirmaron que fue pintado en los años 30 y que algunos de los colores empleados solo se utilizaban en América Central”, explica Gallego.
Respecto de dónde estuvo la pieza todo este tiempo y cómo llegó hasta allí, no da detalles. “El propietario quiere mantenerse en el anonimato. Si decide ponerlo a la venta, supongo que me lo encargará, pero todavía no me ha dicho nada”, se disculpa Gallego. Los peritos también prefieren que el abogado sea su portavoz. “Frida apenas tiene unas 150 obras; por eso, es una gran noticia este hallazgo. Hay una confluencia de hechos que han disparado su cotización. El valor de 50 millones de dólares es una estimación con base en los precios de mercado, teniendo como referencia el valor alcanzado en la última subasta con Diego y yo. Es mi opinión, porque es una pieza única por varios motivos, históricos y artísticos: incluye un texto, la firma, la pintura, desde el punto de vista iconográfico, está el símbolo del Partido Comunista y su típica mariposa, y por esa relación con un personaje clave del Siglo XX”, señala.
En México, Frida Kahlo es patrimonio nacional. Consultado por LA NACION, el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura aún no se expidió sobre este asunto.
Historia de un amor
Kahlo y Trotsky se conocieron en 1937, cuando la pintora tenía 29 años y el político 57. Ella se había enterado del romance entre su propia hermana y su marido, el muralista Diego Rivera. Él acababa de llegar por intermedio de éste a la Casa Azul de Frida, en Coyoacán, exiliado por Stalin. Trotsky arribó con su esposa Natalia Sedova el 9 de enero de 1937. En ese momento, Rivera estaba enfermo, por lo que Kahlo fue a recibirlos al puerto acompañada de guardias. Casa Azul se había vuelto una fortaleza para protegerlo con barricadas, ventanas cubiertas y sistemas de alarma. Los esfuerzos sirvieron para frustrar un atentado de veinte hombres armados en 1940, pero no para evitar que meses más tarde el agente español Ramón Mercader se infiltrara en la casa y lo matara clavándole en la cabeza un piolet (herramienta que usan los montañistas). Otra vez, el amor: Mercader mantuvo un noviazgo con la secretaria personal de Trosky y así se ganó la confianza de su círculo íntimo para acercarse y cumplir su cometido.
Antes, Frida y Leon vivieron un romance de unos meses: “Imagine a dos ‘monstruos sagrados’. Frida, de una belleza terrible, diabólica, tan intensa, tan creadora, tan viva, tan rebelde, moderna, devoradora y frágil. Trotsky: el hombre de la revolución del 17, que dirigió a los 5 millones de hombres del Ejército Rojo, que vive desde hace tantos años una vida errante”, escribe el francés Gerard de Cortanze en su libro Los amantes de Coyoacán, que cuenta esa historia. Da detalles: ella apodó a Trotsky cariñosamente Piochitas (a quien está dedicado el violín) y le escribía cartas firmando Tu Friduchita. Tuvieron una intensa relación de compañerismo, sexo e intercambio artístico y político, de la que supieron los cónyuges de los dos. Sedova no lo vivió tan apaciblemente: le dio un ultimátum al líder comunista, y el fuego se apagó. Años después, Frida volvió a casarse con Diego.
No es el único regalo que Kahlo le hizo a su ilustre amante. En el National Museum of Women in the Arts de Washington se conserva el autorretrato que pintó para él y que colgaba en el estudio del líder comunista. Con su mejor vestido, uñas pintadas, hermosos aros, labios rojos y rubor, sus trenzas recogidas y flores en el pelo, así se pintó al óleo para él. Entre sus dedos, se lee la dedicatoria: «Para León Trotsky con todo cariño, dedico esta pintura, el día 7 de noviembre de 1937. Frida Kahlo. En San Ángel, México». André Breton en su paso por Casa Azul da testimonio de esta obra: “En la pared del cuarto de trabajo de Trotsky he admirado un autorretrato de Frida Kahlo de Rivera. Con un manto de alas de mariposa doradas, así ataviada abre una rendija en la cortina interior. Nos es dado como en los hermosos días del romanticismo alemán, asistir a la entrada en escena de una bella joven dotada con todos los poderes de la seducción”. Del violín, no parece haber referencias ni fotos, al menos por ahora.
Se conserva una carta que Leon escribió al despedirse de Frida: “Frida, amada, al contemplar esta noche tu rostro de cervatillo, he descubierto que jamás conseguiré hacerte a un lado de mi cabeza no se diga de mi corazón”. El viejo violín sin cuerdas, testimonio de ese amor, sí, perdura.
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